Año: 8, Mayo 1966 No. 126

Revolución Industrial

Por Dean Russell

Conferencia dictada en el Centro De Estudios Económico-Sociales de Guatemala

La lengua inglesa tiene una excelente expresión para indicar una comparación inválida. Decimos, «Eso es como comparar caballos con manzanas». Y estoy seguro que la lengua española tendrá expresión similar para indicar cuándo una comparación carece de validez. Puesto que esta costumbre de «comparar caballos con manzanas» es una debilidad universal, dicha comparación lejos podría estar circunscrita a un lenguaje en particular.

Las comparaciones inválidas pueden ocurrir, especialmente cuando hablamos de los salarios y las condiciones de trabajo que existían hará uno dos siglos. Con demasiada frecuencia comparamos lo que «es» con lo que «fue» -caballos con manzanas- en forma tal que logramos confusión en vez de comprensión. Las condiciones generales del pasado y presente (la estructura que circunscribe y sostiene lo que comparamos) usualmente son demasiado diferentes como para hacer comparaciones válidas y significativas de por sí.

Por ejemplo, las condiciones de los trabajadores industriales -hombres, mujeres y niños- en las fábricas de Inglaterra de 1750 a 1850 fueron malas verdaderamente. Comparadas con las condiciones en las fábricas de hoy, la mayoría de los casos podrían llamarme «infra-humanas». Pero esta comparación, como tal, no tiene significado; es como comparar «caballos con manzanas». No nos instruye.

Las representaciones literarias de esas condiciones deplorables de trabajo que nos describen Karl Marx, Frederich Engles, Charles Dickens y muchos otros sociólogos de esa era, en verdad son ciertas; nadie lo niega. Evidentemente, Karl Marx fue excelente y fiel relator. Pero debido, en parte, a que usaba comparaciones inválidas, se convirtió en uno de los peores filósofos y teorizantes.

Pero, antes de explicar por qué derivó de los hechos y de las comparaciones que hizo una filosofía totalmente falsa, deseo manifestar mi acuerdo con Marx en un punto y es que, antes que uno pueda comprender la historia, debe comprenderse la economía. La economía definitivamente no es la única determinante de la historia, como pretendía Marx, pero, por lo menos, sí es lo suficiente importante como para explicarnos los desaciertos y comparaciones de historiadores que no tienen una comprensión de la teoría económica. Las interpretaciones erradas de la historia por parte de los filósofos comunistas, sin embargo, no se debió a la ausencia de una teoría económica, sino, más bien, al haber endosado una teoría económica falsa.

Marx y su colaborador Frederich Engels, basaron la totalidad de su teoría de la historia en el siguiente concepto económico: la acumulación de capital es necesaria para el desarrollo económico. A medida que el capital es acumulado -y se produce más y más, de más y más bienes- los ricos se enriquecen más y los pobres se empobrecen cada vez más en una economía de mercado (es decir, una economía no socialista). A medida que la industrialización aumenta, los trabajadores serán explotados sin piedad. Muchos o la mayoría perderán su trabajo debido a las máquinas. Aún los más afortunados que logren sostener su empleo recibirán menores salarios. Habrá muerte masiva por hambre entre aquéllos que son desplazados por las máquinas.

Esta teoría en particular ha sido refutada teóricamente muchas veces. Pero las pruebas teóricas parece que generalmente no impresionan a la gente, ya que, si así fuera, el socialismo sería repudiado en todas partes. La mayor parte de la gente cita los «hechos históricos» para respaldar sus demandas de mayor socialismo en una u otra forma. Con completa inocencia, «comparan caballos con manzanas», y así llegan a conclusiones erradas. Los horrores de la revolución industrial son citados hoy con frecuencia, así como lo hicieron Marx y Engels hace más de 100 años para comprobar la validez de las teorías económicas que se aducen a favor del socialismo.

Por ejemplo, en su libro, Las condiciones de las clases trabajadoras en Inglaterra en 1844, Frederich Engels condena en su totalidad la revolución industrial, a pesar que él mismo ganó mucho dinero de ella, y aún participaba en ella cuando escribió el libro. Introduce el tema diciendo que «la historia del proletariado en Inglaterra comienza con la invención del motor de vapor y la maquinaria para trabajar el algodón». Antes que fueran inventados, continúa, «los trabajadores vegetaban a través de una existencia relativamente confortable, viviendo una vida honrada y pacífica llena de piedad y probidad; y su condición material era mejor que la de sus sucesores. No necesitaban trabajar demasiado; no hacían más de lo que escogían y, no obstante, obtenían lo que necesitaban. Tenían tiempo para trabajar saludablemente en el jardín o el campo, trabajo que en sí les representaba recreación y, además, podían participar en juegos recreativos con sus vecinos, y estos juegos -boliche, cricket, football, etc., contribuían a su salud física y vigor. Eran, en su mayoría, gente fuerte, físicamente bien formada, que en su físico presentaban poca o ninguna diferencia con sus vecinos campesinos. Sus hijos crecían al aire libre del campo y, si podían ayudar a sus padres en el trabajo, ello era únicamente ocasional; hablar de ocho a doce horas de trabajo era inaudito».

Puesto que los que aceptan las teorías de Marx y Engels están convencidos que ésta es una relación correcta de la realidad histórica, es natural y comprensible que deseen destruir el capitalismo (la propiedad privada) y advocar el socialismo (posesión o controles gubernamentales). En realidad, si las teorías económicas comunistas fuesen correctas, la propiedad privada (capitalismo) hubiese desaparecido de este mundo hace mucho. Ya que nadie (incluyendo a ustedes y a mí) tolerará un sistema económico que cause hambre masiva y muerte.

Pero quizá el más sorprendente hecho sobre el comunismo y la historia económica es éste: en el momento en que Marx y Engels formulaban y publicaban sus teorías, la prueba estadística de que sus teorías eran falsas estaba accesible al público. Es más, es seguro que Marx y Engels conocían estas pruebas. -y sencillamente las ignoraron.

He aquí las estadísticas referidas -los datos de población de Inglaterra y Wales de 1600 a 1831:

Año Población

1600 alrededor de 5 millones (cálculo aproximado)

1700 más de 5 millones (cálculo aproximado)

1750 más de 6 millones (cálculo aproximado)

1801 nueve millones (censo)

1820 doce millones (censo)

1831 diez y seis millones (censo)

Entre las voluminosas estadísticas de esta índole que estaban accesibles a Marx y Engels, también se encuentra esto: En Londres, en 1750, alrededor de 70 por ciento de todos los niños morían antes de los cinco años; en 1850, únicamente el 30 por ciento.

Si las teorías sobre economía e historia advocadas por Karl Marx hubiesen sido válidas, los datos estarían al revés. Si tuviese algún mérito la teoría comunista, los niños hubiesen muerto a menor edad, (y la población hubiese disminuido) a medida que el número de máquinas aumentaban en Inglaterra, de 1700 a 1900. Pero la verdad es ésta: A medida que la industrialización en la economía competitiva de mercado crecía, la expectativa de vida de los niños crecía a la par. La población había permanecido casi estática por doscientos o trescientos años en una economía esencialmente agrícola con pocas o ninguna máquina. Pero, con la invención de la máquina de vapor, la población pronto se duplicó y después, triplicó. Conviene tener presente que durante ese periodo cientos de miles de sujetos británicos emigraban a todas partes del mundo. De tal manera que las estadísticas arriba citadas son realmente conservadoras.

La razón por lo que las pruebas fueron contrarias a la teoría comunista económica e histórica es simplemente porque dichas teorías eran (y son) totalmente falsas. Pero, antes de examinar este punto, examinemos si esa explosión demográfica se debió a otras causas que pudiesen explicarlas y no a las máquinas.

¿Se debería a nuevas prácticas y conocimientos médicos? No, ellos vinieron después de las máquinas; no antes.

¿Se debería a mayor control gubernamental y programas sociales? No, la interferencia gubernamental durante este período iba en disminución. Porcentualmente, había menos beneficencia pública en vez de más.

¿Será que las granjas inglesas producían más? Cuando mucho, el aumento fue insignificante.

¿Sería el aumento debido a inmigración irlandesa a Inglaterra? No, ello ocurrió después. De hecho, ello fue un factor significativo en la población solamente después que el gobierno pasó las leyes prohibiendo el trabajo a menores de 1830-1850 y los irlandeses adultos llegaron a suplir los empleos que perdieron los niños ingleses. Por ello, paré la tabulación de población con el año 1831, aunque la población continuó aumentando.

Puesto que es evidente que las teorías históricas y económicas del comunismo no coinciden con los hechos y son falsas, entonces ¿cuál es la teoría que lo explica? Pues bien, he aquí (mi teoría), en cuatro sencillas partes; veamos si nos ayudan en alguna forma a explicarnos los hechos:

1. Aquellas personas que tienen suficiente qué comer vivirán más que los que no cuentan con suficiente para comer.

2. El hombre con una carretilla y azadón mueve más tierra «de aquí para allá», que otro, con las manos. Es decir, el hombre con una máquina produce más que un hombre sin ella; o bien, la formación de capital aumenta la producción.

3. El hombre trabajando para sí que produce más, tendrá más. En la misma forma, al hombre que trabaja para otro a cambio de dinero, se le pagará más si produce más. La competencia entre productores en una economía libre garantizará tal resultado. Ya que cada quien está en el negocio para obtener ganancia, cada cual tratará de obtener los servicios de los trabajadores que produzcan más en el menor tiempo.

4. Las personas que producen, venden, y compran lo que escogen producir vender o comprar tendrán más de lo que ellos desean, que aquellas personas inducidas a producir, comprar vender lo que no quieren. Es decir, la economía de mercado de selección libre proveerá a mayor número de personas con lo que sea que desean, que cualquier otro sistema de organización.

Aquí quiero decir dos cosas respecto a esta teoría. Primero, que, desde luego, yo no la inventé: ¡sospecho, sin embargo, que sí la he simplificado considerablemente! Segundo: los inventores no examinaron los hechos primero y después elaboraron una teoría para encajarla. Así no es cómo se desarrollan las teorías. Por ejemplo, el primer «sputnik» que circunvaló la tierra no generó una teoría; por el contrarío, la teoría previa generó la primera órbita alrededor de la tierra hecha por el hombre.

Ustedes y yo sabemos a priori que un hombre con carretilla y azadón puede mover más tierra en un período dado que un hombre sin carretilla y azadón. No necesitamos hechos para comprobarlo. La teoría es evidente de por sí. El hombre que inventó la carretilla lo hizo porque sabía por adelantado que con esa herramienta «produciría más» que sin la herramienta. Y así es con las otras tres teorías a priori que he citado arriba. Ya que, sin duda, son verdad, yo sé que ciertos resultados tienen necesariamente que derivarse de su aplicación.

Por ejemplo, sé que mientras más máquinas aparecían, en un mercado cuya libertad aumentaba, en Gran Bretaña en 1700, después de 1700, habría más comida y otros bienes y servicios. La gente viviría más y la población aumentaría. Esa teoría económica realmente no necesita «pruebas estadísticas», puesto que es evidente de por sí. Aún así, las estadísticas lo comprueban, como es de esperarse. La teoría opuesta comunista no es falsa porque las estadísticas la desmienten; que tal teoría es falsa es evidente de por sí. Ya que la teoría económica comunista es falta a priori, naturalmente sus resultados en la práctica tienen que ser desastrosos. Por eso es que millones de rusos se murieron de hambre bajo el sistema económico comunista después de 1918. No se debió tanto a la falta de libertad política, como al completo disparate que es la teoría económica comunista. Los resultados no podrían haber sido de otra manera.

La adopción y práctica de teoría económica falsa explica por qué millones de hombres, mujeres y niños se están muriendo de hambre en China hoy día. El colapso económico cubano de hoy no se debe principalmente a que Cuba tiene un dictador; pero sí se debe a que ese dictador opera bajo la teoría económica comunista. El presente sistema económico comunista en Cuba no puede funcionar en la práctica porque su teoría es falsa.

Con mi teoría propia citada anteriormente, sé por adelantado que (mientras otros factores se mantengan más o menos igual), la gente en una economía comparativa libre tendrá un nivel de vida más alto que el que tendrá la gente en una economía menos libre.

Sé que Alemania Occidental tiene que ser mas próspera que Alemania Oriental. Y, puesto que la economía de Polonia es un poco más libre que en Rusia, mi teoría dice que los polacos deberían tener un nivel de vida ligeramente más alto que los rusos. Y lo tiene, a pesar que los aún pesados controles económicos en Polonia aún significan un bajo y penoso nivel de vida para los desafortunados polacos.

Mi teoría económica dice que los japoneses en su comparativamente libre mercado deberían tener más alto nivel de vida que los japoneses bajo la anterior economía controlada. Lo tienen. Además, mi teoría implica que la «tasa de crecimiento» en Japón debería ser alta. Lo es; de hecho, la tasa allí parece ser la más alta del mundo.

Con mi teoría, ahora puedo comprender la historia, una cosa que Karl Marx nunca supo lograr. Ahora yo sé por qué la antigua Atenas tuvo una tasa de crecimiento fenomenal por cerca de 150 años. Ahora puedo comprender mejor por qué decayó y pereció. Sé ahora por qué en Venezuela se desarrolló un mayor nivel de vida que en Brasil en nuestro propio tiempo. Y también comprendo por qué el nivel de vida en Venezuela no ha aumentado (porcentualmente) tan rápido en los últimos años como en los anteriores. Ahora comprendo la situación en Argentina y la India. Finalmente, ahora comprendo por qué el nivel de vida per cápita en mi propio país no está aumentando (porcentualmente y en promedio) tan rápido como venía antes de 1930, antes de la aceptación general de la filosofía del estado benevolente y economía controlada.

Bien, escoja usted la época y el lugar, y examínela desde los puntos de vista de las dos teorías aquí presentadas -la teoría económica comunista de Marx y la teoría de mercado libre mía. Si otros factores se mantienen razonablemente iguales, encontrará siempre que (a través de cierto tiempo) la gente en la economía «más libre» serán más prósperos que la gente en una economía «menos libre». Esto es evidente de por sí porque la gente libre siempre producirá más de lo que ellos desean que aquéllas en una economía controlada a quienes se les impide escoger lo que producirán. El tamaño del país y la cantidad de sus recursos naturales no son tan vitales para un alto nivel de vida en el mundo de hoy, como lo es la filosofía económica adoptada por los dirigentes de la nación; por ejemplo, la pequeña Suiza escasa de recursos, tiene un nivel de vida comparativamente alto. Cuando uno considera la cantidad de capital extranjero que allí llega, nadie debería sorprenderse del resultado. Y nadie que comprende la economía está en lo más mínimo sorprendido de la fantástica «tasa de crecimiento» del diminuto Hong Kong, esencialmente sin recursos naturales.

Ahora bien, me gustaría terminar donde empecé -con la Revolución Industrial. Por favor note que no he negado los horrores de dicho período. Admito con prontitud que niños de seis años trabajaban diez (y aun doce) horas diarias--y que vivían entre suciedad y con frecuencia fueron mutilados por la maquinaria primitiva. Todo lo que he dicho es que la expectativa de vida de los niños trabajando en las fábricas era más alta que en la sociedad pre-industrial. Los niños de la era de la Revolución Industrial tenían más que comer, aunque aun entonces no tenían suficiente. Tenían más que comer porque podían producir más con las máquinas que sin máquinas y podían intercambiar su producto industrial por más y mejor comida. Todavía no tenían todo lo que deseaban comer porque aún no podían producir suficiente con las aun primitivas máquinas que tenían. Pero, a medida que el capital se acumulaba y más y mejores máquinas llegaban a existir, produjeron aún más. Y así tuvieron más que comer. Y así vivieron aún más.

Pero en aquel momento --cerca de 1830- los sociólogos cobraron prominencia. Demandaron leyes para impedir a los niños trabajar. Y las consiguieron. Primero, a los niños de cinco, seis y siete años se les prohibió trabajar en las fábricas. Después, a los de ocho y nueve años. Puesto que no podían ganarse la vida sin empleo, tuvieron que encontrar otros medios para conseguir comida y ropa. Entonces se organizaban en bandas y rondaban los alrededores --limosneando, robando y, en veces, asesinando. Como habían leyes contra ello, los niños eran metidos a cárceles que eran mucho peor que las fábricas de las que se les había sacado con este equivocado esfuerzo de ayudarlos.

Ahora, alguien podrá preguntar por qué los padres no sostenían a sus hijos. La respuesta es que los padres de aquel temprano período industrial aún no producían lo suficiente para hacerlo. Las máquinas eran aún primitivas y aún no habían suficientes de ellas. John Locke, el filósofo político señalaba tal hecho en un informe al Consejo de Comercio Británico en 1697. Al principio de XVIII, según Locke, un trabajador y su esposa trabajando (ambos en buen estado de salud) podían apenas sostener a dos niños. Y así fue que John Locke recomendó que a todos los niños de «clase pobre» debería enseñárseles el oficio de hilandería y tejeduría para que pudiesen ganarse la vida a la edad de cuatro años.

Por supuesto que eso nos suena terrible hoy día. Pero era mejor que morir. La Revolución Industrial les dio a esos niños la oportunidad de vivir, por lo menos, unos años más. Yo sostengo que vivir hasta nueve años es mejor que morir a los cinco. A medida que más capital fue acumulado, los niños vivieron aún más. Finalmente, hubo suficiente capital aprovechable para permitirle al hombre producir suficiente para poner a sus niños en escuelas, y para que su esposa cambiara el empleo de la fábrica por el empleo de ama de casa. Fueron las máquinas, y no las leyes contra trabajo de menores, que finalmente sacaron a los niños permanentemente de las fábricas y los pusieron en escuelas.

Esto es lo que la acumulación privada de capital en una economía de mercado libre siempre ha logrado. Esto es lo que siempre logrará. Así, lo más práctico que ustedes y yo podemos hacer para traer creciente prosperidad a Guatemala y los Estados Unidos es insistir en que el mercado sea libre.

«La sociedad vive y actúa solamente en los individuos. Cada uno lleva sobre sus hombros una parte de la sociedad. Nadie es aliviado de esta responsabilidad por otros. Y nadie puede encontrar un camino seguro si la sociedad es empujada hacia la destrucción. Por consiguiente, cada uno, en su propio interés, debe abrirse paso vigorosamente en la batalla intelectual. Nadie puede hacerse a un lado con indiferencia: del obrar de cada uno dependerán los resultados futuros.Ya sea que se escoja o no, todo hombre es arrastrado en la gran lucha histórica; la batalla decisiva (entre libertad y esclavitud) dentro de la cual nuestra época nos ha sumergido».Ludwig von Mises