Año: 9, Julio 1967 No. 153

N.D. El siguiente artículo publicado en 1963 nos ofrece un ejemplo del resultado de la planificación económica. Desde que se escribió, a la fecha, la política de la India no ha variado en nada sustancial, y tal como la Srta. Shenoy lo anticipó, la planificación tenía que fracasar, como lo demuestra la triste realidad de la India de hoy.

EL ESTATISMO Y EL MERCADO LIBRE

Por SUDHA R. SHENOY

En la actualidad, los problemas económicos prevalecen en la mente de la mayoría de las personas. Tanto el catedrático como el hombre de la calle se sienten profundamente envueltos en cuestiones relacionadas con la producción y distribución de bienes terrenales. Sin embargo, a pesar del intenso interés que despierta la materia, las discusiones económicas de hoy se encuentran viciadas, en gran medida, por falta de consideración hacia los criterios fundamentales de la economía del mercado libre. El estatismo es la antítesis del mercado libre, pero la mancha ciega que aflige a muchas personas en lo relacionado con este punto es tal, que muchas veces los efectos históricos y contemporáneos del estatismo se atribuyen al capitalismo. Sería lo mismo que culpar a la libertad por las malas consecuencias de la esclavitud.

Así, cuando los «liberales»[i](estatistas), norteamericanos y de otras nacionalidades, critican lo que se denomina «libre empresa», suponen que critican el mercado libre. Pero lo que esta gente considera como corolarios naturales del mercado libre, no forma parte integrante de dicho mercado en absoluto. Se trata de distorsiones producidas en su funcionamiento por el intervencionismo mal orientado: los intentos del Estado por desempeñar las funciones de otras partes de la sociedad, mientras descuida sus propias funciones. Los manejos señalados producen desequilibrios y deformaciones en el mercado que los estatistas suelen interpretar como sus rasgos normales y esenciales.

Para su funcionamiento óptimo, el mercado necesita un marco político-legal adecuado, que presupone el desempeño por el Estado de varias funciones esenciales destinadas a establecer y mantener el imperio de la ley. Lamentablemente, es imposible descontar que el Estado (o sea, los políticos y los burócratas) habrá de desempeñar de manera adecuada sus funciones esenciales. Lo más probable será que el Estado descuide los deberes que sólo él puede cumplir o que les dé un trato de padre adoptivo, mientras trata de hacer cosas que están fuera de sus alcances.

Los estatistas se aferran entonces a las distorsiones provocadas en el mercado, y las presentarán como fenómenos normales. Los políticos seguirán aplicando luego las mismas políticas que provocaron el desequilibrio, en primer término políticas peores, todo ello acompañado por estribillos humanitarios y con el aliento de los mal llamados «liberales». Se entra así en un círculo vicioso, en el cual, con toda probabilidad, los deberes esenciales del Estado se olvidan o se descuidan.

La mayoría de la gente considera que Estados Unidos es un ejemplo de mercado libre, pero no ocurre así: Estados Unidos es el mejor ejemplo de una variedad «turbia» de economía estatal. Los países comunistas representan un extremo del espectro: la economía totalitaria. Algunos países de Europa occidental aunque todavía acribillados del estatismo benefactor parecen avanzar hacia el extremo opuesto; la economía de mercado libre. Países como Estados Unidos e India están situados en un término medio, pues sus economías son turbias. El estatismo de Europa oriental se denomina comunismo, el estatismo de India se denomina «modalidad socialista de la sociedad», y al estatismo de Estados Unidos se lo denomina «libre empresa norteamericana».

El Fracaso de la Planificación

El Estatismo, siempre que se ensaya, destruye los fines que anuncia, como lo vemos en el ejemplo de India. Mientras que los objetivos de los planes quinquenales de India son encomiables elevar el nivel de vida de la población, desarrollar la economía, reducir la desocupación y obtener justicia social los planes han logrado en realidad lo contrario.

Desde que se intensificara la «planificación», el consumo de cereales per cápita y por día se ha mantenido estacionado en alrededor de 440 gramos (la ración nutritiva normal es le 510 gramos). El consumo anual de telas ha disminuido de 14.63 a 14.36 metros por persona, y el 90 por ciento de las viviendas del campo son chozas de una sola habitación que carecen de toda instalación sanitaria.

Esto se debe a que bajo la «planificación», el grueso de los recursos del país es absorbido forzosamente por el sector que menor beneficio produce: el sector público. Lo mismo sucedería en cualquier país donde se ensayase la «planificación». Alrededor del 4 por ciento de los ingresos nacionales de India provienen del sector público (gubernamental), pero el gobierno absorbió el 60 por ciento de los recursos totales en el segundo plan, y en el tercer plan esta cifra se elevará a alrededor del 70 por ciento. Prácticamente todos los gastos del sector público se realizan en industrias pesadas y en gigantescos proyectos de energía hidroeléctrica –verdaderas imitaciones de la TVA[ii]que resultan antieconómicas y rinden pocas utilidades. El sector agrícola y de industrias livianas provee con su alto rendimiento más del 80 por ciento de los ingresos nacionales, pero bajo la «planificación» carece del capital esencial.

El resultado natural e inevitable de esta asignación errónea de los recursos por el Estado, es el retardo del desarrollo económico. Una inversión adicional de 100 dólares en hierro y acero aumenta la producción en alrededor de 14 dólares y en textiles en unos 26 dólares. La misma inversión en agricultura, en cambio, aumentaría la producción entre 50 y 70 dólares. En otras palabras, el estatismo mantiene el crecimiento económico de India reducido a su magro índice actual (per cápita) del 1.6 por ciento anual, en lugar de un crecimiento potencial mucho mayor.

La planificación estatal también es la causante de la creciente desocupación en India. Dos millones de dólares de inversión proporcionan trabajo a solamente 500 personas en las industrias pesadas, mientras que el mismo monto daría trabajo a 1,150 personas en las industrias para consumo, y a 4,000 en la agricultura.

La brecha entre pobres y ricos se ha ensanchado en el último decenio. Los ingresos han sido transferidos de las clases inferiores y los sectores de bajos ingresos, a los hombres de negocios, industriales y funcionarios corrompidos del Estado. El proceso descrito se debe, en parte, a la financiación inflacionista de los planes, pero principalmente a los «controles» estatales (permisos, exoneraciones, concesiones, licencias, cuotas, precios mínimos y máximos, y así sucesivamente) en manos de funcionarios que crean numerosos monopolios y semimonopolios en el sector privado, a lo que debe agregarse la parte muy significativa que tienen los contratos públicos. Este antisocial desvío de los ingresos se calcula que asciende a 1,600 millones de dólares anuales. En suma, los verdaderos beneficiarios del estatismo de India son los burócratas inescrupulosos y los monopolistas establecidos y protegidos por el Estado en el sector público.

La India, por lo tanto, es un caso clásico de estatismo turbio, pero el estatismo produce, sin excepción, los mismos resultados dondequiera se le ensaye.

COMENTARIOS

EFECTOS DE PLANIFICACIÓN DE SALARIOS MÍNIMOS

«New York Times: GREENVILLE, Miss., febrero 9. Los cultivadores de algodón de Mississippi proyectan una violenta reducción del personal laboral negro este año para aminorar el impacto del nuevo salario mínimo de $1 la hora que rige entre los obreros agrícolas.

«El Consejo del Delta, una entidad de cultivadores de algodón, dijo que se substituirán millares de labriegos mediante exterminadores químicos de las hierbas nocivas y el empleo más intensivo de recogedoras mecánicas de algodón».

Tomado de la revista Daedalus, la opinión de James Tobin, un exmiembro del Consejo de Asesores Económicos en la Administración Kennedy-Johnson:

«Las gentes que carecen de capacidad de ganarse una vida decente merecen ayuda; pero de nada les servirán: las leyes de salario mínimo, ni los apremios respecto a jornales provenientes de los sindicatos laborales, ni menos los demás expedientes que tratan de obligar a los patronos a pagarles más de lo que se merecen. El resultado más probable de tales medidas es que los presuntos beneficiarios se queden en la calle».


[i] N. de la R. «Liberales» en el actual sentido que erróneamente tienen en EE.UU., significando «izquierdistas», o sea, lo opuesto al significado verdaderamente del término.

[ii] Tennessee Valley Authority.