Año: 9, Diciembre 1967 No. 163

Economía de Mercado y Economía Mixta

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En una época caracterizada por la circulación y aceptación irreflexiva de tópicos y frases hechas, no es sorprendente que el término de economía mixta se haya adueñado de la mentalidad de las gentes. Se entiende e tal efecto por economía mixta un sistema distinto, intermedio y en cierto modo equidistante entre la economía de mercado y la economía colectivista. Ese sistema, que es tan variado en sus rotulaciones como vago e Indefinido en su contenido, habría de eliminar las fallas, las injusticias y las imperfecciones del capitalismo liberal y del colectivismo comunista y habría de brindar a los hombres el mejor de los mundos posibles.

Los sistemas de organización de la economía

La fuerza de los deseos, de las emociones o de la ignorancia lleva así a desconocer que, en una sociedad basada en un complejo proceso de división del trabajo, sólo existen dos sistemas posibles de organización de la economía. El primero es la economía de mercado, en el cual los recursos productivos son combinados entre sí y asignados a los distintos fines por la acción libre y descentralizada de los individuos que integran la comunidad. El segundo es l economía colectivista, comunista, socialista o de planificación central, en el cual los recursos productivos son dirigidos y manejados por el poder y la burocracia del Estado. En el primero, los recursos productivos se organizan, guiados por el mecanismo de los precios, en función de las necesidades y preferencias de los miembros individuales de la comunidad. En el segundo, los recursos productivos se organizan a través de mandatos y controles imperativos, en función de los criterios y preferencias de los hombres que detentan el poder colectivo.

Puede haber modalidades y variantes de uno y otro, pero sólo existen esos dos sistemas, porque sólo existen por insuperables razones lógicas dos formas posibles de adoptar las decisiones económicas. O bien las adopta el individuo, de acuerdo con su criterio y su conciencia personal. O bien el individuo acata una decisión ajena que se le impone en forma coercitiva.

¿Por qué razón se ha puesto entonces en boga el concepto de economía mixta? ¿Se trata, acaso, como parecen imaginar algunos, de una especie de cuarta dimensión por la cual podemos evadirnos de las disyuntivas que nos plantea el mundo en que vivimos?

Para la debida inteligencia del problema es preciso observar que el término de economía mixta se emplea en dos diversas acepciones.

La primera acepción es neutral e inobjetable. Los dos sistemas expresados la economía descentralizad y la economía de planificación central son dos conceptos lógicos, que no se dan ni pueden darse nunca en forma pura en la realidad. Por libre y descentralizada que sea una economía, tiene siempre que haber un sector más o menos grande de reglas y decisiones impuestas coercitivamente por el Estado. Así sucede obviamente por ejemplo con aquellas referentes a la exacción de las contribuciones y a la satisfacción de las necesidades colectivas. A la inversa, por colectivizada que esté la economía de un país, habrá siempre una zona legal o ilegal donde se adopten libremente las decisiones económicas individuales. No es concebible una máquina estatal orwelliana tan infernal y poderosa que pueda controlar la totalidad del quehacer económico de los hombres.

Desde ese punto de vista, toda economía real es necesariamente une economía mixta. Eso es lo que viene a señalar por ejemplo el Profesor Samuelson, cuando observa que la economía actual de los Estados Unidos o del mundo occidental es una economía de empresa privada de naturaleza mixta, ya que en ella intervienen a la vez decisiones privadas y decisiones públicas. Mas lo característico de esa economía mixta como observa el propio Samuelson-- es que el mecanismo de los precios, a través de la oferta y la demanda y el mercado competitivo, es el instrumento que resuelve los tres problemas fundamentales de todo sistema económico, a saber, qué bienes se han de producir, cómo se han de producir y para quiénes se han de producir.

Lo que importa, en efecto, no es el carácter mixto de la economía, ya que, en tal sentido, es inherente a toda economía, sino el hecho de que la producción y distribución de bienes y servicios predominen decisivamente las características de uno u otro sistema. Es decir, el hecho de que sea el mecanismo competitivo del mercado o el poder coercitivo del Estado el instrumento que resuelva esencialmente los tres problemas económicos mencionados.

El primer sistema el de la economía de mercado predomina, con matices diversos, en Alemania Occidental y en Suiza, en Estados Unidos y Canadá, en Australia y el Japón y, en general, en lo que llamamos ordinariamente mundo occidental. El segundo sistema --el de la economía colectivista predomina, también con diversos matices, en Alemania Oriental y en Rusia, en Polonia y Rumania, en Checoeslovaquia y en China Continental, es decir, en lo que denominamos el mundo comunista. En los países del primer grupo rige un sistema que, pese a sus injusticias e imperfecciones no pocas derivadas de perturbadores ingredientes colectivistas asegura una sociedad políticamente libre, una vida espiritualmente digna y un bienestar económico creciente al conjunto de la población. En los países del segundo grupo rige por el contrario un sistema que, pese a algunas realizaciones parciales, reduce, por su ineficiencia, el nivel de vida de las grandes masas y somete la vida de los hombres a un poder político despótico y a un dogmatismo totalitario e inquisitorial.

El mito de la economía mixta

El término de economía mixta tiene, sin embargo, en la discusión política cotidiana, una segunda acepción. Se emplea, como hemos dicho, no como un modo de referirse a las características complejas del mundo real, sino como una bandera ideológica que se enarbola, con las más diversas denominaciones, frente a la economía de mercado.

Esa acepción se explica porque son muchos los hombres que, carentes de formación económica y conscientes de las imperfecciones e injusticias del mundo en que vivimos, responsabilizan sin más de esa situación a la economía libre, a pesar de que ha sido este sistema el que ha elevado el nivel de vida de las grandes mayorías a grados insospechados en la historia de la especie humana. Como todos que se evaden de las circunstancias del mundo real, se refugian en la visión de un sistema utópico un nuevo país de Jauja donde se desvanecerán esas imperfecciones e injusticias. La abolición de la propiedad privada de los medios de producción y el control integral de la economía por el Estado fue hasta tiempos recientes la utopía dominante. Era en efecto el producto de las corrientes socialistas más o menos autotituladas de científicas que produjo la metafísica positivista del siglo XIX. Mas esa utopía ha perdido su fuerza de atracción. La ha perdido tanto por efectos de la crítica racional, como porque, desde hace cincuenta años, ha dejado de ser una hermosa utopía para transformarse en una cruda y despiadada realidad. Como en el cuento infantil, detrás de los ropajes amables de la abuela han aparecido los colmillos afilados del lobo. A consecuencia de ello, los críticos emocionales de la economía de mercado, se han refugiado en una utopía alternativa. Han recurrido a la economía mixta, como si ella fuera un sistema de ordenación. Han sustituido así la utopía sentimental de la sociedad socialista por la utopía conceptual de un sistema que no es tal.

Pocos espíritus informados se atreven hoy a desconocer las funciones insustituibles que desempeña el mercado competitivo en la ordenación racional de la economía. Los dos grandes y tradicionales partidos socialistas europeos --el partido socialista alemán y el laborismo británico-- han rectificado palmariamente los postulados y los programas sobre los cuales fueron construidos. En Francia el grupo intelectual socialista que actúa bajo el título de Club Jean Moulin ha propuesto en una reciente y resonante publicación la necesidad de rehabilitar el mercado y de abolir el mito de la apropiación pública de los medios de producción. En el propio mundo comunista, ante la ineficiencia y el despilfarro de la planificación central, se habla hoy de un socialismo de mercado.

Ello no significa que se haya logrado una seria comprensión de los problemas económicos. Significa simplemente que se han derrumbado o están en trance de derrumbarse los mitos tradicionales del socialismo. Mas esos mitos tienden a ser sustituidos por otros que no son menos ilusorios y que no son quizás menos destructivos. El nuevo mito es esa forma mixta de organización de la economía, cuya substancia y consistencia efectiva es prácticamente imposible de definir. Cuando por presiones políticas o emocionales se interfiere en los mercados y en los precios, se disloca o burocratiza la libre acción de empresarios o consumidores, se fomentan coerciones y monopolios estatales, se desconoce la función insustituible que desempeñan los beneficios y pérdidas de las empresas, y se perturban, en general, los mecanismos que garantizan la eficiencia del proceso económico, se usa como causa de justificación el mito conceptual de la economía mixta. El término híbrido e indefinible de economía mixta se ha convertido así en comodín de los ignorantes y en arma de los demagogos.

La única posición constructiva y renovadora es como ha expuesto el finado Profesor Röpke la que afirma decididamente los principios de una economía de mercado y de una sociedad libre, eficiente y competitiva. Esos principios sucumben hoy frecuentemente bajo el estandarte de la economía mixta, ante la presión de intereses económicos egoístas y de ideologías políticas ilusorias. El mito de la economía cumple así la triste función de socavar las bases del único orden económico que puede asegurar, en el complejo mundo de nuestros días, la libertad, el bienestar y la propia supervivencia física de las sociedades humanas.


[i] Editorial de «Orientación Económica» del Instituto Venezolano de Análisis Económico y Social. Mayo de 1967.