Año: 9, Diciembre 1967 No. 164

EL NUEVO FASCISMO

Gobierno por Consenso

AYN RAND

Traducción por el Centro de Estudios Económico-Sociales, Guatemala, de dos artículos por Ayn Rand. Parte 1 del Objectivist Newsletter de mayo 18, 1965 y Parte II, de la misma publicación, junio 1965. Publicación autorizada por The Objectivist Inc., que posee los derechos de autor.

Empezaré por hacer una cosa muy impopular que no se acomoda a la moda intelectual de hoy y es en consecuencia «contra el consenso»: empezaré por definir mis términos para que se sepa de lo que estoy hablando.

Permítaseme dar la definición que trae el diccionario de tres términos políticos; Socialismo, Fascismo y Estatismo.

«Socialismo. Teoría y sistema de organización social que aboga por dar al Estado la propiedad y control de los medios de producción, capital, tierra etc., en la comunidad como en un todo».

«Fascismo. Un sistema de gobierno can gran poder centralizado que no permite oposición o crítica y que controla todos los asuntos de la nación (industrial, comercial, etc.)»

«Estatismo. El principio o la política de concentrar numerosos controles económicos, políticos y otros relacionados, en el estado a expensas de la libertad Individual.» [1]

Es obvio, que «estatismo» es el amplio término genérico del cual los otros dos son variaciones específicas. Es también obvio, que estatismo es la tendencia política dominante de nuestros días. ¿Pero cuál de estas dos variantes representa la dirección especifica de esta tendencia?

Obsérvese que ambos «socialismo» y «fascismo» plantean el problema del derecho de propiedad. El derecho de propiedad es un derecho de usar y disponer. Obsérvese la diferencia en estas dos teorías: El socialismo niega el derecho de propiedad por completo y aboga por «dar a la comunidad como un todo, i.e. investir al estado de la propiedad y control de los medios de producción»; el fascismo deja la propiedad en manos de las personas pero transfiere el control de la propiedad al Gobierno.

Propiedad sin control es una contradicción: Quiere decir «propiedad» sin el derecho de usarla o de disponer de ella. Quiere decir que el ciudadano retiene la responsabilidad de tener propiedad sin ninguna de sus ventajas mientras que el Gobierno adquiere todas las ventajas sin ninguna de las responsabilidades.

A este respecto, el socialismo es la más honrada de las dos teorías. Y digo «más honrada», no «mejor», porque en la práctica no hay diferencia entre ambas: las dos se derivan del mismo principio de colectivismo-estatismo, las dos niegan derechos individuales y subordinan al individuo a la colectividad, ambas entregan la vida y los medios de vida del ciudadano al poder de un gobierno omnipotente y las diferencias entre ambas son sólo una cuestión de tiempo, grado y detalles superficiales, como lo es la selección de «slogans» con los cuales los gobernantes engañan a sus esclavizados súbditos.

¿Hacia cuál de estas dos variantes de estatismo nos estamos moviendo: socialismo o fascismo?

Para contestar debe un preguntarse primero: ¿Cuál es la tendencia ideológica dominante de la cultura actual?

La vergonzante y aterradora respuesta es: hoy día no hay ninguna tendencia ideológica. No hay ideología. No hay principios políticos, teoría, ideales o filosofía. No hay dirección, no hay una meta, no hay una brújula, no hay visión del futuro, no hay elemento intelectual dirigente. ¿Pero hay algún elemento emocional, dominante en la cultura de hoy? Si. Uno. El miedo.

Un país sin una filosofía política es como un barco a la deriva en medio del océano, a merced de cualquier viento, ola o corriente, un barco cuyos pasajeros refugiados en sus cabinas gritan: «No mezcan el barco», por miedo de descubrir que el puente del capitán está vacío.

Es obvio que un barco que no puede soportar ser mecido está condenado de antemano y sería mejor que fuese mecido fuertemente si es que va a recuperar su verdadero rumbo; pero esta realización presupone la comprensión de hechos, de realidades, de principios y una visión del futuro, todo lo cual es precisamente lo que están tratando de evitar desesperadamente los que no quieren que el barco se mezca.

Al igual que un neurótico cree que los hechos reales desaparecerán con sólo que rehúse reconocerlos, hoy la neurosis de una civilización entera lleva a los hombres a creer que su desesperada necesidad de principios políticos y conceptos desaparecerá si ellos logran destruir todos los principios y conceptos. Pero ya que, de hecho, ningún individuo ni ninguna nación puede existir sin alguna forma de ideología, esta clase de anti-ideología es ahora la forma explícita e ideología dominante de nuestra cultura en bancarrota. Esta anti-ideología tiene ahora un nuevo y feo nombre: se llama «Gobierno por Consenso».

Si algún demagogo fuera a ofrecernos hoy, como un credo normativo, las siguientes normas: que la verdad debe ser substituida por la estadística, los principios por las decisiones mayoritarias, los derechos por las cifras y la moral por encuestas que la conveniencia momentánea pragmática debería ser el criterio de los Intereses de un país y que el número de sus adherentes debería ser el criterio de la veracidad o falsedad de una idea que cualquier deseo de cualquier naturaleza debería ser aceptado como un reclamo válido, siempre que lo haga un número suficiente de personas que una mayoría puede hacer lo que le plazca a una minoría en pocas palabras gobierno de pandilla, gobierno por la fuerza; si un demagogo pudiera ofrecer todo esto, no llegaría muy lejos. Sin embargo, todo ello está contenido en y disfrazado por la noción de «Gobierno por Consenso».

Esta noción está siendo ahora propagada, no como una ideología, sino como una anti-ideología; no como un principio, sino como un medio de destruir principios; no como razón, sino como racionalización, como un ritual o como una fórmula mágica para tranquilizar la ansiedad neurótica nacional a manera de píldora reconstituyente para los que no quieren que se mezca el barco y para usarla de «comodín» por los otros.

Es solamente el desprecio letárgico de hoy hacia los pronunciamientos de nuestros líderes políticos e intelectuales, que ciega a los pueblos al significado, implicaciones y consecuencias del concepto de «Gobierno por Consenso». Todos ustedes los han oído y yo sospecho, los han desechado como oratoria de políticos sin pensar y reparar en su verdadero significado. Pero yo los exhorto a que se fijen en ellos.

Una clave significativa de ese concepto fue dada en un articulo por Tom Wicker en el «The New York Times» (octubre 11 de 1964). Refiriéndose a «lo que Nelson Rockefeller llamaba el caudal central del pensamiento americano», Mister Wicker escribió: «Ese caudal central es lo que los teorizantes políticos han estado tratando de proyectar durante años como el "consenso nacional lo que Walter Lippman ha llamado acertadamente el centro vital... Moderación política, casi por definición, es el corazón del consenso. Es decir, el consenso se vuelca generalmente sobre todas las opiniones políticas aceptables todas aquellas ideas que no son totalmente repugnantes y que no amenazan directamente a algún sector grande de la población. Por consiguiente, las ideas políticas aceptables deben tener en consideración las ideas de otros y eso es lo que se entiende por moderación».

Identifiquemos lo que esto quiere decir: «El consenso generalmente se vuelca sobre todas las opiniones políticas aceptables...» ¿Pero aceptables para quién? Para el consenso. Y como el Gobierno estará regido por el consenso, esto quiere decir que las opiniones políticas se dividirán en «aceptables» e «inaceptables» al Gobierno. ¿Cuál sería el criterio de «aceptabilidad»? Mr. Wicker lo proporciona. Obsérvese que el criterio no es intelectual, no es una cuestión de sí ciertos puntos son verdaderos o falsos; el criterio no es moral, no es una cuestión de sí los puntos son buenos o malos; el criterio es emocional: que si los puntos son o no son «repugnantes». ¿Repugnantes a quién? Repugnantes a «un sector gran de la población». Está también la condición adicional que estos puntos no deben «amenazar directamente» a ese sector grande.

¿Y qué de los sectores pequeños de la población? ¿Son las opiniones que los afectan a ellos «aceptables»? ¿Y qué del más pequeño de todos los sectores: el individuo? Obviamente, el individuo y los grupos minoritarios no han de ser considerados; no importa cuán repugnante una opinión sea para un hombre y no importa cuán gravemente afecte su vida, su trabajo, su futuro, él debe ser ignorado o sacrificado por el todopoderoso «consenso» y su gobierno a no ser que tenga una pandilla apreciable que lo apoye.

¿Qué es exactamente una «amenaza directa» a un sector de la población? En una economía mixta, toda acción de gobierno es una amenaza directa para algunos hombres y una amenaza Indirecta para todos. Toda interferencia gubernamental en la economía consiste en dar un beneficio no devengado a algunos hombres, extraídos por la fuerza a otros. ¿Con cuál criterio de justicia debe guiarse un gobierno de mayoría? Por el tamaño del grupo víctima.

Observemos la última frase de Mr. Wicker: «Por consiguiente, para que un concepto sea aceptable, debe tomar en cuenta la opinión de otros y eso es lo que se llama moderación». ¿Y qué se entiende por la «opinión de otros»? ¿De quiénes otros? Si no son las opiniones de individuos o de las minorías, las que se toman en cuenta, el único significado discernible de esta frase es que cada «sector mayoritario» debe tomar en consideración las opiniones de todos los otros «sectores mayoritarios». Pero, supóngase que un grupo de socialistas quiere nacionalizar todas las fábricas y que un grupo de industriales quiere mantenerlas en su propiedad, ¿qué significaría para cada grupo «tomar en cuenta» las opiniones del otro? ¿Y en qué consiste el concepto «moderación» en este caso? ¿Qué sería «moderación» en un conflicto entre un miembro de un grupo pequeño de hombres que quieren ser mantenidos a expensas públicas y un grupo de contribuyentes que tienen otros usos para su dinero? Un ejemplo serían los negros en el Sur, que creen tener un derecho inalienable a juicios justos y el enorme grupo de racistas sureños que creen que «el bien público» de su comunidad les permite ahorcar al negro. ¿En qué consistiría la «moderación en un conflicto entre un comunista y yo (o entre nuestros respectivos sectores) cuando mis opiniones son que yo tengo un derecho inalienable a mi vida, libertad y felicidad y sus opiniones son que el «bienestar público» del estado les permite robarme, esclavizarme o asesinarme?

No puede haber punto de reunión, ni puede haber término medio, ni puede haber transacción entre principios opuestos. Ni puede haber eso que se llama «moderación» en el dominio de la razón y de la moral. Pero razón y moral son precisamente los dos conceptos que se abroga la noción de «Gobierno por Mayoría».

Los que abogan por esa noción declararían que una idea que no permite transacción, constituye «extremismo» que cualquier forma de «extremismo», cualquier postura intransigente es maldad y que el consenso descansaría sólo sobre aquellas ideas que son susceptibles a la «moderación» y que «moderación» es la virtud suprema, predominante sobre la razón y la moral.

Ésta es la clave, la médula, la esencia, el motivo y el significado real de la doctrina de «Gobierno por Consenso»: El culto a la transacción. Transar es la condición previa, la necesidad, el imperativo de una economía mixta. La doctrina «consenso» es una tentativa de convertir los hechos crudos de una economía mixta en una ideología o en un sistema ideológico o anti-ideológico y proveerlos de una semblanza de justificación.

Una economía mixta es una mezcla de libertad y controles sin principios, reglas o teorías que definan ambos términos. Puesto que la introducción de controles necesita de y conduce a más controles, es una mezcla inestable y explosiva que generalmente obliga a la abolición de los controles o a decaer en una dictadura. Una economía mixta no tiene principios que definan su política, sus objetivos, sus leyes; no tiene principios para limitar el poder de su gobierno. El único principio de una economía mixta que necesariamente tiene que permanecer anónimo y sin definición es que los Intereses de nadie están a salvo, que los intereses de todos están en subasta pública y cualquiera puede hacer cualquier cosa si puede salirse con la suya. Ese sistema o más precisamente anti-sistema-- divide un país en un cre­ciente número de campos enemigos, en grupos económicos peleándose los unos con los otros para sobrevivir con movimientos defensivos y ofensivos según las circunstancias que esa selva exija. Mientras que, políticamente una economía mixta guarda la semblanza de una sociedad organizada con apariencia de ley y orden, económicamente es parecida al caos que reinó en China durante siglos: un caso de bandas de ladrones que saquean y drenan a los elementos productivos del país.

Una Economía Mixta es gobierno por grupos de presión. Es una guerra civil institucionalizada y amoral, de intereses y grupos de presión, todos peleando por conseguir control momentáneo de la maquinaria legislativa para conseguir privilegios a expensas de los otros por medio de actos de gobierno, es decir, por la fuerza. En ausencia de derechos individuales, sin ningún principio legal o moral, la única esperanza en una economía mixta de conservar su precaria apariencia de orden, de controlar a los salvajes y rapaces grupos que ella misma ha creado y para prevenir que el gansterismo legalizado se convierta en saqueo ilegal de unos a los otros, es la transacción; transar en todo, en todos los campos, material, espiritual, intelectual de manera que ningún grupo ejerza demasiada presión, amenazando con destruir toda la estructura podrida. Si el juego ha de continuar, no puede permitirse que nada permanezca firme, sólido, absoluto, intocable, todo y todos deben ser fluidos, flexibles, indeterminados, aproximados. ¿Por qué canon deben guiarse las acciones de cualquiera? Por la conveniencia del momento inmediato.

El único peligro para una economía mixta son los valores, virtudes o ideas que no están sujetas a transacción. El único peligro es una persona, grupo o movimiento que no transa. El único enemigo es la integridad.

Es innecesario señalar quiénes serán los continuos beneficiados y quiénes serán los perjudicados constantemente en un juego de esta clase.

Es también claro qué clase de unidad (de consenso) este juego requiere: la unión bajo un acuerdo tácito que cualquier cosa puede permitirse, que todo es negociable y que el resto se logra presionando, manipulando, intercambiando favores, relaciones públicas, dando y tomando, traicionando, pidiendo limosna, con mordidas, engañando y corriendo el albur, el albur ciego en una guerra en la que el premio es el privilegio de usar la fuerza armada legal contra víctimas desarmadas legalmente.

Obsérvese que esta clase de premio establece un interés básico común para todos los jugadores: el deseo de mantener un gobierno fuerte uno suficientemente fuerte para permitirle a los ganadores y a los presuntos ganadores que obtengan lo que están buscando; un gobierno carente de política, sin ideología que lo restrinja, un gobierno que acumule poder y más poder para seguridad del mismo poder, lo que quiere decir para la seguridad y uso de cualquier grupo «mayoritario» que se apodere de él momentáneamente para imponer al país sus proyectos legislativos. Obsérvese, por consiguiente que la doctrina de la «transacción» y «moderación» se aplica a todo menos a un punto: el que se refiere a limitar el poder del Gobierno. Obsérvese el torrente de vileza, abuso y odio histérico desatado por los «moderados» contra cualquiera que aboga por la libertad, o por el capitalismo. Obsérvese que designaciones como «medio extremo» o «medio militante» están siendo usadas seriamente y piadosamente. Obsérvese la viciosa intensidad de la campaña de descrédito desatada contra el Senador Goldwater que tenía tonos de pánico: el pánico de los «moderados», los «vitales centristas», «los del medio del camino» ante la posibilidad de que un movimiento real pro-capitalismo pudiera poner fin a su juego. Un movimiento que incidentalmente no existe aún, puesto que el Senador Goldwater no ha abogado por el capitalismo y puesto que su campaña carente de significado, de filosofía y de intelecto ha contribuido al atrincheramiento de los que abogan por la mayoría. Pero lo que es significativo aquí es la naturaleza del pánico: nos da una muestra de su curiosa «moderación», su «democrático» respeto por lo que escogen otras gentes y de su grado de «tolerancia» a la oposición.

En una carta («The New York Times», junio 1964), un profesor de Ciencias Políticas, temiendo la candidatura de Goldwater escribió lo que sigue: «El verdadero peligro está en la campaña decisiva que su nominación a la candidatura provocaría... La candidatura de Goldwater produciría un electorado dividido y amargado. Para ser efectivo, el gobierno americano requiere un alto grado de mayoría y balance de dos partidos en aspectos fundamentales...»

¿Cuándo y por quién ha sido el estatismo aceptado como un principio básico en América y cómo, por qué, debe ser colocado ahora como principio al margen del debate o discusión, de manera que ningún punto básico puede admitirse a discusión nunca más? ¿No es ésa la fórmula de un Gobierno de un solo partido? El profesor no especificó.

Otra carta escrita al «The New York Times», junio 24, 1964), calificado en la prensa como «demócrata liberal»[2]llegó aún más lejos. «Que el pueblo americano escoja en noviembre. Si la gran mayoría escoge a Lyndon Johnson y a los demócratas, entonces de una vez por todas el Gobierno Federal puede proseguir sin excusas con el trabajo que millones de negros, desempleados, enfermos, ancianos y otros incapacitados esperan que haga, para no mencionar nuestros numerosos compromisos internacionales». «Si la gente escoge a Goldwater, entonces parecería que la nación no vale la pena de ser salvada». «Woodrow Wilson dijo una vez que es posible ser demasiado orgulloso como para pelear; después tuvo que ir a la guerra. De una vez por todas expongámoslo a la luz mientras la batalla puede aún ser peleada con votos y no con balas».

¿Es que este caballero dice que si no votamos como él sugiere va a recurrir a las balas? Adivínelo Usted.

El «The New York Times» que ha sido conspicuo abogador del «Gobierno por Consenso» dijo algunas cosas curiosas en su comentario sobre la victoria del Presidente Johnson. Su editorial noviembre 8, 1964 expuso: «No importa cuán masiva la victoria electoral y lo fue masiva la administración no puede navegar sobre la cresta de la popularidad en un mar de generalizaciones insustanciales y promesas eufóricas... ahora que tiene un amplio mandato popular, tiene la obligación moral y política de no tratar de serlo todo para todos, sino marchar por un concreto curso de acción de propósito definido».

¿Qué clase de propósito definido se propone desarrollar? Si a los votantes se les ofreció solamente «generalizaciones insustanciales y promesas eufóricas», ¿cómo puede ser que su voto se tome como un «amplio mandato popular»? ¿Mandato para un propósito «indefinido»? ¿Un cheque político en blanco? ¿Y si Mr. Johnson ganó una masiva victoria tratando de serlo «todo para todos», entonces, qué se espera ahora de él, a cuáles votantes debe decepcionar o traicionar y qué pasará con la amplia mayoría popular?

Moral y filosóficamente ese editorial es sumamente dudoso y contradictorio. Pero se vuelve claro y consistente en el contexto de la anti-ideología de una economía mixta. El Presidente de una economía mixta no está supuesto a tener un programa o política específica. «Un cheque en blanco de poder» es todo lo que él pide que los votantes le den. De allí en adelante, toca el juego de los grupos de presión que todos están supuestos entender y aceptar pero nunca mencionar. Qué será él para cada hombre, depende de los chances del juego y del «sector mayoritario de la población». Su cargo consiste en mantener el poder y dispensar favores.

En la década de 1930, los «liberales» tenían un programa de amplias reformas sociales y un espíritu de cruzada; ellos abogaban por una sociedad planificada, hablaban en términos de principios abstractos, ellos promovían teorías de naturaleza predominantemente socialista y muchos de ellos eran muy sensitivos a las acusaciones de que ellos estaban agrandando el poder del gobierno; en su mayor parte, ellos aseguraban a sus oponentes que el poder del gobierno era solamente un medio temporal para llegar a un fin y un «fin noble»; la liberación del individuo de su dependencia de las cosas materiales.

Hoy día nadie en el campo liberal habla de una sociedad planificada; de programas de largo plazo, teorías, principios, abstracciones y los«fines nobles» no se mencionan ya más. Los modernos «liberales» se burlan de todos los asuntos políticos relacionados con grandes conceptos como una sociedad entera o una economía como un todo; a ellos sólo les conciernen proyectos definidos, concretos, del momento, sin fijarse en el costo, contexto o consecuencias. «Pragmático», no «idealístico», su adjetivo favorito cuando se les llama para que justifiquen su «postura», como la llaman, y no su «posición». Están militantemente opuestos a la filosofía política; denuncian los conceptos políticos como «etiquetas», «marcas», «mitos», «ilusiones» y resisten cualquier intento de ponerse «etiqueta», es decir, de identificar sus propios puntos de vista. Son beligerantemente anti-teorizantes y con un deslucido manto de intelectualismo aún colgando de sus hombros, son anti-intelectuales. El único remanente de su anterior «idealismo» es una cansada, cínica y ritualista costumbre de citar slogans humanitarios cuando la ocasión lo demanda.

Cinismo, inseguridad y miedo son la insignia de la cultura que ellos están dominando por default. Y lo único que no se ha oxidado de su equipo ideológico sino que se ha sentado más brillante y claro a través de los años, en su ansia por el poder poder de un gobierno autocrático, estatista y totalitario. No es el brillo de una cruzada, no es el ansia de un fanático con una misión, es más bien como la mirada vidriosa de un sonámbulo que en su desesperación aturdida se ha tragado hace tiempo la memoria de su objetivo, pero que todavía se aferra a su arma mística en la misma creencia que «debería haber una ley», que todo se arreglaría si alguien dictara una ley, que todo problema puede ser resuelto por el mágico poder de la fuerza bruta...

Tal es el estado intelectual y la tendencia ideológica de nuestra cultura.

Ahora les pediré que consideren la pregunta que les hice al iniciarse la presente discusión: ¿En cuál de las dos formas de estatismo es en la que estamos cayendo: En el Socialismo o en el Fascismo?

Como parte de la respuesta, someteré en forma de prueba, párrafos tomados de un editorial del Washington Star (de octubre 1964). Es una mezcla elocuente de verdad y falsedad y ejemplo típico del estado de conocimientos políticos actuales.

«Llanamente, el Socialismo consiste en que el Estado es el único propietario de los medios de producción. Eso jamás ha sido propuesto por ninguno de los candidatos presidenciales y no lo propone ahora Lyndon Johnson. (Verdad.)

«Hay, sin embargo, una «multitud de leyes en los EEUU de NA. que aumentan ya sea el control gubernativo de los negocios particulares o la responsabilidad gubernamental por el bienestar individual. (Verdad.) Es concerniente a esa legislación a la que se refieren las voces de alerta de: ¡Socialismo!

«Aparte de la previsión hecha en la Constitución para regulación federal del comercio entre los Estados, tal intrusión del gobierno en los asuntos del mercado principia con las leyes antimonopolistas. (Muy cierto.) A ello debemos que continúe existiendo el capitalismo competitivo y que no haya prevalecido el capitalismo monopolista. (Falso.) Ya que el socialismo es consecuencia directa o indirecta del capitalismo monopolístico (Falso), podemos razonablemente afirmar que tal interferencia del gobierno en los negocios ha evitado el socialismo. (Peor que falso.)

Con respecto a la legislación social del Estado Benefactor, puede afirmarse que aún está a miles de años de la protección de la cuna hasta la tumba que persigue el socialismo contemporáneo. (No completamente cierto.) Semeja más la común y humana preocupación por la desgracia, que un programa ideológico de cualquier naturaleza. (La última parte de esta aseveración es cierta: No es uní programa ideológico. Con respecto a la primera parte, la preocupación humana común por la desgracia, se manifiesta corrientemente en forma de una pistola encañonada en dirección a las carteras y ganancias de nuestros vecinos.)

Este editorial no mencionó por supuesto que un sistema en el cual el gobierno no nacionaliza los medios de producción, que asume control total de la economía, es en realidad lo que se conoce por fascismo.

Cierto es que los partidarios del Estado Benefactor no son socialistas y que nunca abogaron o tuvieron la intención de propiciar la socialización de propiedad privada; que, por lo contrario, la quieren «preservar» con control gubernamental de su uso y de su disposición. Pero ello es la característica fundamental del fascismo.

He aquí otra prueba. Ésta es menos cruda e ingenua que la primera, pero maliciosamente más falsa. Está tomada de una carta al New York Times (de fecha 1o. de noviembre 1964) escrita por un profesor asistente de economía:

«Desde cualquier punto de vista, los EEUU de N.A. están más comprometidos hoy día a respaldar la empresa privada que cualquier otro país industrial y ni aún remotamente su sistema de gobierno se aproxima a un sistema socialista. Conforme es entendido dicho término por los estudiantes de sistemas económicos, comparativos y otros que no los usan a raja-tabla, al socialismo se le identifica con una nacionalización extensiva de los medios de producción, un sector público dominante, un movimiento cooperativo fuerte, distribución de rentas por igual, un estado benefactor en grado superlativo y planificación central».

«En los EEUU de NA. no sólo no ha habido nacionalización, sino que muchas empresas estatales han sido traspasadas a la empresa privada...»

«La redistribución de ingresos en este país es una de las menos egalitarias de las naciones desarrolladas y la reducción de impuestos y las salidas de escape que existen a su aplicación le han quitado el filo a la progresividad moderada de la estructura de nuestro sistema de impuestos sobre la renta. Después de transcurridos 30 años desde que se inició el Nuevo Trato (New Deal), los EE.UU. de N.A cuenta con un estado Benefactor muy limitado en comparación con los abarcadores sistemas de Seguridad Social y proyectos de vivienda gubernamental de muchos de los países europeos».

«Ni aún estirando al máximo la imaginación, puede concebirse que la médula de esta campaña presidencial sea la elección entre capitalismo y socialismo o entre una economía libre y una economía planificada. La disputa estriba entre dos diferentes conceptos del papel que debe jugar el gobierno dentro del marco de un sistema que es esencialmente de empresa privada».

El papel del gobierno en un sistema de iniciativa privada es el de un policía o guardia público que protege los derechos individuales del hombre (incluyendo los derechos de propiedad) al proteger a los hombres de quien quiera usar la violencia; en una economía libre, el gobierno no controla, ni regula, ni usa coerción, ni interfiere en ninguna manera con las actividades económicas de los hombres.

No conozco los puntos de vista políticos del escritor de dicha carta. Bien puede ser «liberal» o aun presumir de defensor del capitalismo. Pero si lo es de estos últimos, debe de señalarse que muchos de sus puntos de vista, de los que participan muchos conservadores, son mucho más destructores y derogatorios del capitalismo que muchas de las ideas de sus enemigos declarados.

Tales «conservadores» consideran que el capitalismo es un sistema que es compatible con controles gubernamentales y así ayudan a que se propague un concepto de los más peligrosos. Aunque un capitalismo pleno de «laissez-faire» no ha existido jamás en algún lado, mientras se permitió que algunos controles gubernamentales (innecesarios) diluyeran y socavaran el sistema original americano (más debido a error que a intención teórica), tales controles fueron impedimentos de menor importancia y las economías mixtas del siglo XIX fueron predominantemente libres y fue esa libertad sin precedentes que trajo como consecuencia el progreso humano también sin precedentes. Los principios, la teoría y la práctica misma del capitalismo descansan en un mercado libre sin regulación del Estado, como lo ha demostrado ampliamente la historia de los dos últimos siglos. Ningún defensor del sistema capitalista puede darse el lujo de ignorar el significado exacto del término «laissez-faire» y del término de «economía mixta», lo que indica dos elementos opuestos comprendidos en la mezcla: el elemento de libertad económica, que es el capitalismo, y el elemento de controles gubernamentales que es el estatismo.

Una campaña insistente se ha venido librando durante muchos años con fines de hacernos aceptar la tesis de Marx de que todos los gobiernos son instrumentos que representan intereses de las clases económicas y que el capitalismo no es una economía libre sino un sistema de control gubernamental que sirve a una clase privilegiada. El objeto de esa campaña es el de distorsionar la ciencia económica, re-escribir la historia y erradicar la existencia y la posibilidad de un país libre y de una economía desprovista de controles. Puesto que el sistema de una propiedad privada nominal sujeta a controles gubernamentales no es capitalismo, sino fascismo, la única opción que dicha erradicación nos dejaría sería la selección entre fascismo y socialismo (o comunismo), que es lo que todos los estatistas del mundo de todas las variedades, grados y denominaciones están luchando frenéticamente por hacernos creer. La destrucción de la libertad es su meta común, después de lo cual esperan poder luchar uno contra el otro por el dominio del poder.

Es así como las opiniones de dicho profesor y de muchos «conservadores» contribuyen a dar crédito y a afianzar la nociva propaganda izquierdista que equipara al capitalismo con el fascismo.

Pero hay una amarga clase de justicia en la sucesión lógica de los acontecimientos. Dicha propaganda está teniendo un efecto que puede ser favorable a los comunistas, pero que es lo opuesto al efecto que pretendían alcanzar los «liberales», los partidarios del Estado Benevolente y los socialistas que participan de la culpa de propagarla: en vez de mancillar al capitalismo, lo que dicha propaganda ha logrado es blanquear y disfrazar al fascismo.

En este país a pocas personas les gusta ponerse del lado, o defender, o aun tratar de entender el capitalismo: sin embargo, son menos los que quisieran prescindir de sus ventajas. De modo que si se les dice que el sistema de capitalismo es compatible con controles gubernamentales, particularmente con los controles que beneficia a sus intereses particulares, ya sean donaciones del gobierno o salarios mínimos, o precios fijos, o subsidios, o leyes en contra de los monopolios aceptan tales programas con la reconfortante creencia que los resultados no serán peores que promover un capitalismo «modificado». Y, en esta forma, un país que se dice odiar al fascismo se va inclinando poco a poco por grados imperceptibles a través de su ignorancia, confusión, evasión o cobardía moral o por pereza intelectual, no hacia el socialismo o un ideal sentimental o altruístico, sino que a un fascismo de facto en toda su crudeza, su brutalidad, su rapacidad y que es arrebatador del poder.

No, aún no hemos llegado a esa etapa. Pero podemos afirmar que ya no gozamos de «un sistema de empresa privada» En la actualidad, tenemos una economía mixta, poco sana, en vías de desintegración, una mezcolanza impura y fortuita de esquemas socialistas, influencias comunistas, controles fascistas y un remanente cada vez menor de capitalismo que se encarga de cubrir los gastos de todo el conjunto, lo cual se va inclinando cada vez más en dirección a un estado fascista.

Consideremos nuestra Administración actual. No creo que se me acuse de injusticia si digo que el Presidente Johnson no es un pensador filosófico. No él no es fascista, no es socialista, ni tampoco está a favor del capitalismo. Ideológicamente no es nada en particular. Juzgando según su pasado político y por el consenso de la opinión de los que le secundan, podemos decir que en su caso ninguna ideología se aplica. Él es un político, algo que a la par de ser peligroso es un fenómeno bastante apropiado a nuestro estado actual. Es una personificación cuasi-ficticia del architipo de lo que debe ser el dirigente de una economía mixta: Un hombre que disfruta del poder por la satisfacción de tener poder, y que es un experto en el juego de manipular a los grupos de presión y de barajear los unos en contra de los otros, a quien le encanta poder dispensar sonrisas y favores, especialmente si éstos son inesperados y cuya visión no alcanza más allá de las próximas elecciones.

Ni el Presidente Johnson, ni ninguno de los prominentes grupos de hoy día, se abocarían por la socialización de la industria. Como todos sus antecesores en la Presidencia, el Sr. Johnson sabe que los hombres de negocios son las vacas lecheras de la economía mixta y no las quiere destruir; al contrario, quiere que prosperen y que alimenten sus proyectos de benevolencia pública (que le son esenciales para las próximas elecciones), mientras que los tiene comiendo de su mano, lo cual parecen estar ansiosos de hacer. Los representantes de los hombres de negocios pueden tener la seguridad de poder contar con su aporte proporcional de influencia y de reconocimiento, como también los representantes de los trabajadores, o de los finqueros, o los de cualquier «segmento importante», pero siempre bajo las bases del Presidente. Mostrará el Sr. Johnson especial aptitud en crear y fomentar el tipo de hombres de negocios a quienes vulgarmente apodamos «hombres de cuello». Esto no acusa una política de tipo socialista, sino política de típico patrón fascista.

El significado político intelectual y moral de la política de Mr. Johnson hacia los hombres de negocios, fue resumido elocuentemente en un articulo del New York Times del 4 de enero de 1965, como sigue:

Mr. Johnson es del todo Keynesiano cuando intenta ganarse la buena voluntad de los hombres de negocios. Contrario al Presidente Franklin D. Roosevelt, quien parecía gozar en hostilizar a los hombres de negocios hasta que la segunda guerra mundial lo obligó a una tregua que no era de su agrado, y también a lo contrario al Presidente Kennedy, quien también se conquistó la animadversión y hostilidad de los hombres de negocios, el presidente Johnson ha trabajado persistentemente y con tenacidad para lograr que los hombres de negocios unan filas en acuerpar el consenso nacional a favor de sus programas.

«Esta campaña puede perturbar a muchos Keynesianos, pero es muy fiel a Keynes. En verdad, Lord Keynes, quien en un tiempo fue considerado como personaje peligroso y figura Maquiavélica por los hombres de negocios norteamericanos, hizo sugerencias específicas acerca de la conveniencia de mejorar las relaciones entre el Presidente y los hombres de negocios».

«En 1938, anotó sus puntos de vista en una carta al Presidente Roosevelt, quien afrontaba nuevas críticas de parte de los hombres de negocios, tras la depresión financiera que había tenido lugar el año anterior. Lord Keynes, quien siempre buscó transformar el capitalismo con el objeto de salvarlo, reconoció la importancia de que existiera la confianza entre los hombres de negocios y trató de convencer al Presidente Roosevelt que reparara el daño que se había hecho ».

Le señaló al Presidente Roosevelt que los hombres de negocios no eran políticos y que no respondían a igual trato. Son mucho más llevaderos y dóciles que los políticos, escribió Keynes, y al mismo tiempo que los atrae, les aterra la idea de la publicidad. Puede persuadírseles fácilmente a que sean «patriotas». Perplejos, aturdidos y hasta atemorizados; sin embargo, estarán al mismo tiempo ansiosos de tomar una actitud optimista. Un poco vanidosos quizás, pero al mismo tiempo poco seguros de sí mismos. Vanos pero inseguros, responden en forma patética a cualquier palabra bondadosa.

Keynes tenía plena confianza en que Mr. Roosevelt podía domarlos y hacer que ejecutaran sus órdenes, siempre y cuando el presidente, siguiera sus instrucciones.

«Usted podrá hacer lo que quiera con ellos (aun con los grandes)»; continuaba la carta, si los trata como a animales domésticos por naturaleza, aunque aparentemente hayan sido mal domesticados y no estén tan bien amaestrados como Usted desearía.

El Presidente Roosevelt no atendió el consejo. Tampoco lo siguió el Presidente Kennedy. Pero el presidente Johnson parece haberlo captado al dedillo... por medio de palabras dulces y frecuentes palmaditas en la cabeza, el presidente Johnson ha logrado que los hombres de negocios se acerquen a lamer de la palma de sus manos.

«Mr. Johnson parece esta de acuerdo con Lord Keynes en que nada se logra con prolongar la pugna entre el gobierno y los hombres de negocios. Según él dijo: Si uno los irrita al grado de que se tornen agrios, obstinados y amedrentados como bestias de carga maltratadas, el producto de la nación no llegará al mercado y finalmente la opinión pública se desviará a su favor».

Esta forma de comparar a los hombres de negocios con animales domesticados de carga que soportan «el producto de la nación» y que deben ser «educado» por el presidente para acatar sus órdenes, no es ciertamente un punto de vista compatible con la doctrina capitalista. Tampoco es un punto de vista atribuible al socialismo, ya que no existen hombres de negocio en el estado socialista. Es, pues, un punto de vista que expresa la esencia misma del fascismo, de la relación entre los hombres de negocios y el gobierno en un estado fascista.

Sin importar el camuflaje verbal, tal es el significado actual de cualquiera de las variantes que se refieren al capitalismo transformado (o «modificado», o «modernizado», o «humanizado»). En todas tales doctrinas, la humanización consiste en transformar a algunos miembros de la sociedad (a los más productores) en bestias de carga.

La fórmula con la cual los animales llevados al sacrificio deben ser engañados y domados se repite hoy cada vez con mayor insistencia y frecuencia: se dice que los hombres de negocios e en de considerar al Gobierno no como a un enemigo, sino como a un «socio». La idea de una «sociedad» entre un grupo privado y el elemento oficial, entre hombres de negocios y el gobierno, entre la producción y la fuerza, es una corrupción lingüística (un «anti-concepto») típico de la ideología fascista una ideología que considera la fuerza como el elemento básico y el árbitro final en todas las relaciones humanas.

Dice la revista The Fascist New Frontier (La Nueva Frontera Fascista): 'Sociedad es un eufemismo indecente para control gubernamental. No puede existir sociedad entre burócratas armados y ciudadanos indefensos que no tienen otra opción que la de obedecer. ¿Qué oportunidad tendría Usted contra un socio cuya palabra arbitraria sea ley, y quien puede daros una audiencia (si vuestro grupo de presión es suficientemente grande), pero que tiene preferidos y que estará dispuesto a negociar vuestros intereses, quien siempre ha de tener la última palabra y el derecho legal a emplear la fuerza a punta de pistola y teniendo poder sobre vuestra propiedad, vuestro trabajo, vuestro futuro y vuestra vida? ¿Es eso lo que puede llamarse: «sociedad?».

Sin embargo, hay hombres que pueden encontrar atrayentes dichas perspectivas; se encuentran tanto entre los hombres de negocios, como entre cualquier otro grupo o profesión: son los hombres que le temen a la competencia del mercado libre y aceptarían gustosos a un «socio» armado que pudiera obtenerles ventajas especiales sobre sus competidores más capacitados; hombres que pretenden subir no por méritos sino por «cuello», hombres que están deseosos y ansiosos de vivir no conforme al derecho, sino conforme al favoritismo. Entre hombres de negocios, este tipo de mentalidad fue responsable de que pasaran leyes en contra de los monopolios y es aún la que las sostiene.

Un número substancial de hombres de negocios republicanos se hicieron del lado de Mr. Johnson durante las elecciones pasadas. He aquí unas interesantes observaciones al respecto provenientes de un estudio hecho por el New York Times del 16 de septiembre de 1964: «Entrevistas en cinco importantes ciudades en el nordeste industrial y en el medio oeste descubren notables diferencias en puntos de vista político entre los oficiales de las grandes corporaciones y los hombres que dirigen los negocios pequeños... Los hombres de negocios que van a lanzar el primer voto de su vida a favor el partido Demócrata en las elecciones presidenciales están casi todos empleados por las grandes compañías...» Hay más votos a favor del presidente Johnson entre el grupo de hombres de negocios comprendidos dentro de los 40 a los 50, que los hay entre el elemento ejecutivo ya sea mayor o menor...» «Muchos hombres de negocios comprendidos entre 40 a 50 años de edad dicen que encuentran poca inclinación en favorecer la política de Mr. Johnson por parte de los administradores de negocios más jóvenes. Entrevistas que se han llevado a cabo con aquellos comprendidos de los 30 a los 40 lo afirman...» «Los jóvenes Administradores de negocios hablan con orgullo de su generación como la que interrumpió e hizo retroceder la corriente hacia más liberalismo entre personas jóvenes...» «Es en relación a los déficits gubernamentales que la división entre los hombres de negocios pequeños y grandes luce más dramática. Ejecutivos de las grandes corporaciones tienden en mayor grado a aceptar la idea de que los déficits presupuestales son en veces necesarios y aun hasta deseables. Sin embargo, el típico hombre de negocios pequeño tiene especial repugnancia por esa clase de dispendio deficitario...»

Esto nos da una idea de quiénes son los que tienen intereses creados en una economía mixta y la perniciosa influencia que esa clase de economía ejerce sobre los jóvenes o los principiantes.

Un aspecto esencial de la mentalidad inclinada al socialismo es el deseo de borrar la diferencia entre lo ganado y lo no ganado y, por lo tanto, de no diferenciar entre hombres de negocios tales como Hank Reardon y Orren Boyie [3]Para la clase de mentalidad socialista primitiva, ceñida a lo concreto y al momento presente mentalidad que clama por la «redistribución de la riqueza» sin tomar en consideración el origen de la riqueza-- el enemigo es todo aquél que sea rico, sin tomar en cuenta el origen de su riqueza. Tales mentalidades, las de aquellos «liberales» que están envejeciendo y poniéndose canosos, aquellos que fueron los «idealistas» de la década de 1930-40, se aferran desesperadamente a la ilusión de que nos estamos acercando a una especie de estado socializado inocuo a los ricos y favorable a los pobres, mientras que frenéticamente evaden el observar qué clase de ricos están destruyendo y qué clase están floreciendo bajo el sistema que ellos, los «liberales», han establecido. Las víctimas del embuste son ellos: sus supuestos «ideales» han allanado el camino no hacia el socialismo, sino hacia el fascismo. El beneficiado por sus esfuerzos no es el «hombrecillo» virtuoso que ha servido de héroe en sus novelas románticas de escasa o poca imaginación, sino el peor de los ricos explotadores, el rico por la fuerza, el rico que ha prosperado gracias al privilegio político, la clase de rico que no prospera bajo el sistema capitalista, pero que siempre se encuentra presente y alerta para aprovecharse a base de los «nobles experimentos» de los colectivistas.

Los creadores de riqueza, los Hank Reardons, son los que resultan destruidos por cualquier forma de intervención estatal ya sea socialista, comunista, o fascista: en cambio los parásitos, los Orren Boyles, forman la privilegiada «elite» y son beneficiados por la forma de intervención estatal, especialmente la del fascismo. (Los favorecidos por el socialismo son los James Taggarts [4]y los beneficiados por el comunismo son los Floyd Ferrises. [5].Lo mismo puede decirse de sus psicológicamente equivalentes entre los pobres y entre los hombres de niveles económicos intermedios.

La forma especial de organización económica que esta privando más y más en este país, a consecuencia del poder esgrimido por los grupos de presión, es una de las peores formas entre las variantes de estatismo: el «socialista gremial», El socialismo gremial roba a los jóvenes talentosos de su futuro al congelarlos dentro de castas profesionales dominadas por reglas rígidas. Representa una personificación clásica de los motivos básicos de la mayoría de los que buscan protección estatal, aunque por lo general prefieren no confesar dichos motivos: el atrincheramiento y protección de los mediocres de la competencia de más hábiles competidores, el encadenamiento de los hombres más hábiles para que queden al nivel de los mediocres en su profesión u oficio. Esta teoría no es muy popular entre los socialistas (aunque sí tiene partidarios), pero el ejem­plo más famoso de su aplicación en gran escala fue la Italia Fascista.

Por el año de 1930, un pequeño grupo de hombres observadores señaló que el programa del Nuevo Trato de Roosevelt era una forma de socialismo de gremio y que se aproximaba más al sistema de Mussolini que a cualquier otro sistema. Nadie les hizo caso. Pero hoy las pruebas son inconfundibles.

Díjose también que si algún día el fascismo intentara invadir los EEUU de NA, llegaría bajo el disfraz de socialismo. A este respecto, les recomiendo que lean o repasen el libro de Sinclair Lewis initulado «No Puede Suceder Aquí» con especial atención al carácter, estilo e ideología de Berzelius Windrip, el líder fascista.

Ahora déjenme mencionar y responder aquí a algunas de las objeciones usuales, con las cuales los «liberales» de hoy pretenden camuflar el sistema que ellos defienden (para diferenciarlo del fascismo).

«El fascismo requiere el gobierno de un solo partido.» En la práctica, ¿a qué equivale el sistema de gobierno por consenso?

«La meta del fascismo es conquistar el mundo». ¿Cuál es la meta de esos campeones de las Naciones Unidas que piensan y en sentido global que militan en dos partidos? Y, si llegan a alcanzar el objetivo, ¿qué posiciones esperan ellos ocupar en la estructura del poder de «Un Solo Mundo?»

«El fascismo predica racismo». No necesariamente. El tipo de fascismo auspiciado por Hitler sí lo predicaba; pero el de Mussolini, no.

«El fascismo está en contra del estado benefactor». Revisen sus premisas y sus textos de historia. El originador y padre del estado benefactor, el hombre que puso en práctica la noción de comprar la lealtad de un grupo de hombres con el dinero que les había extorsionado a otros, fue Bismark el antecesor político de Hitler. Permítanme recordarles que el nombre completo del partido Nazi era: 'El Partido Nacional Socialista de Trabajadores de Alemania».

Permítame recordarles también algunos extractos del programa del partido, adoptados en Munich el 24 de febrero de 1920:

«Pedimos que, sobre todo, el gobierno asuma la obligación de proveer a todos los ciudadanos con oportunidades adecuadas de empleo y de ganarse la vida»..

«Las actividades del individuo no deben estar en conflicto con los intereses de la comunidad, sino que deben coincidir y ser en beneficio común. Por consiguiente, exigimos: ...se ponga fin al poder de los intereses financieros».

«Exigimos... participación en las utilidades de las grandes corporaciones»

«Exigimos amplia extensión en la protección a la ancianidad».

«Exigimos la mayor consideración posible de los intereses de los negocios pequeños en las compras hechas por las autoridades de la nación del Estado o de las municipalidades».

«A fin de capacitar a cualquier ciudadano capaz e industrioso a que goce de los beneficios de una educación superior, para poder así alcanzar un puesto como dirigente, el gobierno deberá proveer una ampliación en gran escala de todo nuestro sistema de educación pública».

«Exigimos la educación a expensas del gobierno de todos los hijos capacitados de familias pobres...»

«El gobierno debe comprometerse a mejorar la salud pública, protegiendo a la madre y al niño, prohibiendo el trabajo de menores... por medio del mayor apoyo posible a todos los clubes que se ocupan de la educación física de los niños».

«Combatimos el espíritu materialista que prevalece dentro y alrededor de nosotros y estamos convencidos que una recuperación permanente de nuestro pueblo sólo puede proceder de adentro, basado en el principio de 'El Bien Común Antes del Bien Individual».

Para más citas de igual índole que revelan la base altruista-colectivista de la ideología Nazi y fascista, sírvanse referirse a mi plática: «La Nueva Frontera del Fascismo».

Existe, sin embargo, diferencia entre el tipo de fascismo hacia el cual derivamos ahora y el tipo que asoló los países europeos: el nuestro no es un tipo de fascismo militante, no es un movimiento organizado por demagogos sutiles, matones sangrientos, intelectuales histéricos de tercera categoría y de delincuentes juveniles; el nuestro es un tipo de fascismo un poco cansado, gastado, cínico, fascismo por default; no como una deslumbrante catástrofe, sino más como el derrumbamiento gradual de un cuerpo aletargado y consumido por una corrupción interna.

¿Tuvo que suceder? No. ¿Puede aún pararse? Sí. Si duda del poder de una filosofía para señalar el curso y dar forma a los destinos de las sociedades humanas, observe que nuestra economía mixta es producto directo, literal y fielmente ejecutado del Pragmatismo y de la generación que creció bajo su influencia. El Pragmatismo es la filosofía que sostiene que no hay una realidad objetiva, ni una verdad permanente, que no hay principios absolutos, ni abstracciones válidas, ni conceptos firmes. Que cualquier cosa puede ser probada según resulte, que la objetividad consiste en un subjetivismo colectivo, que cualquier cosa que la gente desea que exista, existe, siempre a condición de que el consenso así lo establezca.

Si queréis evitar el desastre final, es esta clase de planteamiento todas y cada una de esta clase de proposiciones las que debéis enfrentar, comprender y refutar. Entonces habréis comprendido la relación entre filosofía y política y los acontecimientos diarios de vuestra vida. Entonces habréis comprendido que ninguna sociedad puede ser mejor que su fundamento filosófico. Y entonces parafraseando a John Galt estaréis listos, no para un retorno al capitalismo, sino para descubrirlo.


[1] Definiciones tomadas del American College Dictionary 1957.

[2] « Liberal» en este ensayo está usado en EEUU y no en el sentido clásico o europeo de la palabra, que se quien cree en la libertad.

[3] Personaje de la novela de la misma autora «La Rebelión del Atlas».

[4] Ibid

[5] Ibid