Año: 11, Enero 1969 No. 190

¿Cómo Hacer para que Abramos los Ojos?*

M. F. AYAU

*Discurso pronunciado por el Ing. Manuel F. Ayau ante el Club Rotario de la Ciudad de Guatemala, el 18 de Dic. 1968

Aclaro de una vez: al decir que otros abran los ojos, no pretendo el monopolio del saber, ni omniscencia. No se trata tampoco de la absurda postura de quien sostiene que los equivocados son los que no están de acuerdo con sus puntos de vista.

Se trata, simplemente, de insistir en que la gente utilice el razonamiento y los procedimientos mentales que, de acuerdo con ellos mismos, son los únicos procedimientos válidos para llegar a conclusiones cesteras. Se trata de que las teorías aceptadas, en las cuales cada persona basa sus actos, sobre las cuales se formula «el concenso», sobre las cuales se funda la política social y económica que un país adopta, no estén erradas. No se trata de discutir finalidades Las finalidades constituyen juicios de valor subjetivos, no sujetos a comprobación objetiva. Se trata de discutir medios y procedimientos.

Decía José Figueres una vez: «No hay nada más práctico que una buena teoría». Y en efecto, al reconocer que todos nuestros actos se basan en los presupuestos y razonamientos que nos llevan a esperar un resultado, la importancia de «la teoría» se pone en evidencia.

Es entonces evidente, que quien rechaza teorizar se está privando a sí mismo de explotar sus propios recursos de raciocinio en perjuicio propio. Pero quizá exagero al suponer que alguien rechaza teorizar, porque de hecho nadie puede evitarlo, y lo único que se podría aseverar correctamente es que el que cree desdeñar la teoría y considerarse «pragmático» solamente ha adoptado una mala teoría voluntariamente y ha clausurado su propia evolución mental. Sus actos, por ende, necesariamente fallarán en mayor grado en alcanzar sus propios objetivos.

Parece que sigue siendo un secreto que para que el hombre en sociedad pueda actuar de tal forma que logre el mayor bienestar posible, debe mantener el mayor grado de libertad posible. Debe evitar, hasta donde se pueda, la intervención del estado en el funcionamiento del mercado.

Lo anterior, a secas, suena como una racionalización sobre un juicio de valor. Parece una aseveración sobre un orden social preferido. Se toma casi siempre como un ardid velado para lograr una finalidad y no como lo que es, una aseveración sobre método.

Siendo así, y planteándose así el problema, la discusión pertinente consiste en determinar si es cierto, o no lo es, que necesariamente la intervención estatal en la economía (en el mercado) reduce el bienestar social, o puesto de otra manera, tratar de establecer sí la libertad económica es un instrumento necesario para lograr prosperidad, independientemente de si la libertad es deseable como fin en sí.

Esta es una discusión que se evita. Y quizá se evita por pura holgazanería mental, puesto que al principio de la discusión será evidente que es necesario interrumpirla para estudiar y estudiar a fondo los procesos mediante los cuales el hombre es capaz de asignar la utilización de los recursos que la naturaleza y la cooperación social pone a su alcance. Es decir que para poder proseguir la discusión racional, es absolutamente necesario conocer la Teoría del Mercado y la Teoría de Precios.

Definamos en una forma más precisa los términos del argumento. Acción acertada quiere decir que el hombre, al disponer del método y recursos que utilizará, escoge entre las múltiples alternativas que se le presentan, aquellas que, primeramente, logren su objetivo en forma más completa y segundo, con el menor esfuerzo y menor consumo de recursos, para dejar así el mayor número de ellos posible disponible para otras finalidades.

Toda acción presupone escoger El escoger es una categoría implícita en todo acto. Aún la abstención constituye un acto consciente que presupone el haber escogido entre alternativas. Actuar implica, pues, discriminar, rechazar algunas de las alternativas y optar por otras.

Ahora bien: el escoger entre alternativas en un mundo donde los recursos (humanos, naturales o creados) son escasos, pero donde las combinaciones alternativas de esos recursos son casi siempre muchas; donde todo tiene dueño y para adquirirlo hay que prescindir de algo; en ese mismo mundo, el mundo real, el hombre necesita alguna forma de objetivamente asignar valor a los medios y recursos que utiliza. Lo necesita por que de lo contrario no puede saber si lo que va a lograr es a costa de un sacrificio que él mismo no estaría dispuesto a hacer, o si pudiera lograr el mismo resultado en forma más eficaz, más barata, con menos sacrificio en términos de su propia valorización.

Este tipo de valorización es inevitable para el hombre, porque siendo todo escaso, es con su propio trabajo o patrimonio (trabajo del pasado, de alguien) que tiene que pagar», por decirlo así, por los recursos que utilizará. Pero he aquí un problema:

Es difícil para el hombre analizar algún proceder fuera de su ambiente, en lo desconocido. Por ejemplo, ¿cómo ordenaría el hombre su día si pudiese volar? La mente puede jugar con esa idea horas y horas, e inclusive llegar a establecer una vida hipotética con pormenores y detalles de lo que haría en tal caso, y llegar a conclusiones, como que sí el hombre volara, no existirían naciones, y una vez ha llegado a esa conclusión, otra serie de ideas le vendrían a la mente como consecuencia de su primera conclusión. Otro ejemplo: ¿Cómo decidiría el hombre todos los hombres tratando de tomar decisiones coordinadas en un mundo sin precios? Ello es casi inimaginable en un mundo donde hay que escoger, porque todo es escaso. Seria un caos desastroso, inconcebible.

Pues bien, he aquí lo pertinente: ¿existe acaso algún sistema que no sea el del mercado con su sistema de precios? ¿Ha alguien alguna vez, propuesto tal cosa?¿Podrá ser cierto que exista hoy en el mundo civilizado un error colectivo de tan gran magnitud que erróneamente presupone que puede existir el socialismo en ausencia del capitalismo? ¿Podrá ser cierto que exista hoy en el mundo una ignorancia generalizada al grado que se supone que pueda funcionar una economía planificada, siendo ello falso?

Ello es un reto al economista, al jurista, al historiador, al hombre que opina e influye en la colectividad dentro y fuera del gobierno:

Está plenamente y científicamente comprobado que el Socialismo aunque algunos países se llamen «Socialistas» no es ni siquiera un sistema teórico. Que nadie lo ha propuesto. Y que inclusive nadie ha explicado cómo, en una economía planificada, el planificador toma sus decisiones para compensar las distorsiones de su propia intromisión en el mercado, o inclusive para averiguar la magnitud de las distorsiones causadas. Sin embargo, hay quienes pretenden sustituir el orden del mercado con su planificación.

Vivimos en un período de crisis intelectual donde la improvisación pomposa triunfa sobre la ciencia y la verdad. Una época totalmente carente de honestidad intelectual, una época donde han logrado las posiciones de influencia cobardes intelectuales que apoyan todo lo que «es político» aunque sea falso y dañino. Donde el sueldo depende de la capacidad de no controvertir el consenso y de encontrar, no la verdad sino fórmulas transaccionales.

Después de investigar, me atrevo a asegurar que ni un solo graduado de la Facultad de Economía ha oído, dentro de la Facultad, que existe el problema del cálculo económico del socialismo; menos van a conocer pormenores. Y no sólo en Guatemala.; me refiero al 99% de universidades del mundo.

Es más, les aseguro que seguirán ignorando el problema por muchas razones psicológicas, o de interés material personal, y que a los estudiantes se les «interpretara», ridiculizando, los argumentos de Mises, Hayek, etc.

Este es el problema más caro que ha sufrido la humanidad, y que según mi parecer es aún peor que las pestes de antaño, ya que estas no podrían atribuirse a la propia modorra intelectual del hombre, pues la simple premisa, no discutida, que el socialismo es factible es la causa de las guerras, revoluciones y pobreza que el mundo hoy padece.

Los hombres responsables tienen la obligación moral y social de estudiar la formación de precios, aunque no sean profesionales de la economía. Los conocimientos están al alcance de todos.

El tema a discutir es: ¿Puede el hombre actuar económicamente, es decir, puede cooperar civilizadamente entre si para satisfacer sus necesidades económicas en ausencia de libertad?

Si la respuesta es no, o si, es lo primero a saber. Después debemos escoger. Hasta este momento histórico, todavía nadie ha propuesto cómo actuar en ausencia de un mercado libre.

El CEES publica ahora un libro, del Dr. Joaquín Reig, donde se plantea el problema que debe discutirse. Los exhorto a leerlo. El título es «Documento G» y puede obtenerse en las oficinas del CEES.

Se puede cerrar los ojos a los problemas. Puede uno ridiculizar al que insiste en que se discuta este problema antes que otros, el que se le dé primera prioridad. Pero no se puede evitar pagar el precio de posponer tal discusión. Y el precio es la ausencia de paz a todo nivel hoy en el mundo: revueltas de estudiantes, guerras frías y calientes como la de Viet Nam, pobreza en todo el mundo y subdesarrollo económico. Todo ello se podrá aliviar únicamente cuando el socialismo ya no lo pretenda nadie. Y se pretende sólo por ignorancia de las élites que influyen, que opinan, que legislan, que escriben, que enseñan.

Y, si alguien cree se exagera, que tal no es el problema, que se familiarice primero con él, para saber por lo menos a qué se está refiriendo. Es causa justificada de tristeza y pesimismo, que las mejores mentes de los hombres de buena voluntad aún desconozcan el fondo del problema crucial de nuestro tiempo. ¿Es posible prosperar sin libertad? ¿Es posible interferir en el mercado sin causar pobreza?