Año: 11, Mayo 1969 No. 198

Tasas Libres de Interés

Manuel F. Ayau

Al evaluar la política de interés bancario, lo primero que debe hacerse, es descartar la imagen distorsionada de una institución bancaria, que se deriva de identificarla con un prestamista particular.

Comunmente se piensa que los bancos son negocios de gente adinerada, y que sus utilidades no merecen socialmente hablando prioridad sobre las urgentes necesidades de los que por alguna razón tienen que recurrir a los bancos para prestar dinero. Esa falacia nace del identificar a los bancos con la clásica imagen del prestamista particular.

Pero existen diferencias sustanciales que convierten tal apreciación en un dañino error: Un prestamista particular presta su propio dinero; un banco presta dinero ajeno. Un banco presta ahorros y depósitos de multitud de personas, a pocas personas. Es un intermediario que presta un servicio complejo y que corre riesgos con el patrimonio de sus depositantes así como con el de sus accionistas. Es normal que de cada once quetzales que prestan los bancos, diez quetzales provengan de sus depositantes; y estos reciben un interés muy módico a cambio de haber puesto a disposición del banco sus ahorros. El depositante se conforma con un interés menor debido a la garantía que representa el capital de los accionistas del banco y la prudente inversión de los fondos captados bajo la dirección de las autoridades del banco.

Ricos, Pobres y Tasas de Interés

Dada la naturaleza del negocio y las responsabilidades inherentes al mismo, en general se puede decir que un banco presta el dinero de múltiples y modestos depositantes a personas abonadas en necesidad de liquidez o de capital de trabajo, en contraposición a la imagen (justificada o no) del prestamista que se tiene por un tipo rico prestándole al pobre. En la mayoría de los casos se puede decir que los bancos prestan el dinero del «pobre» al «rico» que tiene garantías y capacidad de pago.

Cuando a los bancos se les fija la tasa tope de interés que pueden cobrar por ley, lejos de ayudar al pobre, se le está perjudicando, porque se impide al banco pagar mayores intereses a múltiples depositantes que en su mayoría son personas previsoras y frugales de pocos recursos. Cuando se fija la tasa máxima que el banco puede cobrar, se le está fijando indirectamente la tasa máxima que puede pagar. Como resultado, los bancos obtienen menos recursos disponibles para prestar, y los prestamistas particulares pueden entonces cobrar más porque buena parte de recursos de capital se han canalizado a través de ellos debido a que los bancos no pueden competir por ese dinero, con el resultado que la tasa promedio que se está pagando en el mercado sube en vez de bajar.

Este es otro ejemplo del invariable fenómeno de cómo la interferencia estatal en el mercado produce precisamente el efecto contrario al deseado.

De ser libres las tasas de interés, es claro que quizá para pequeños préstamos los bancos cobrarían un interés más alto que el actual fijado por ley, porque esos créditos ocasionan muchos gastos y son más arriesgados; pero, tratándose de préstamos de poca cuantía, un interés ligeramente mayor no constituye un mayor sacrificio, y desde luego, sería menor que el que paga «en la calle». Estos préstamos pequeños y más arriesgados, lógicamente deben pagar un interés más alto que los créditos grandes a clientes que, además, proporcionan al banco otros negocios relacionados, como venta de divisas, etc., y para quienes el interés no subiría mayor cosa porque simplemente sí existe presión competitiva para que en tales casos no se eleve la tasa significativamente. Eso se puede comprobar al observar que en el mercado extra-bancario y para préstamos de mayor cuantía se dan muchos casos que el interés es el mismo que el tope legal bancario, a pesar de que están en completa libertad de fijar las tasas de mutuo acuerdo entre el deudor y el proveedor de capital.

Balanza de Pagos y Tasas de Interés

La tasa de interés, es decir, el precio del capital, afecta muy directamente la balanza de pagos de un país. En los últimos meses hemos visto cómo bancas centrales de algunos países utilizan la tasa de interés precisamente con objeto de influir en su balanza de pagos de una manera u otra. La razón fundamental por la cual ocurre este fenómeno, es porque el dinero emigra hacia donde obtiene mayor rendimiento. El tope que los bancos pueden pagar para obtener recursos de sus posibles depositantes, depende de lo que ellos pueden a su vez cobrarle a sus clientes, así como cualquier industria que necesita pagar costos de materia prima, y si lo que pueden pagar a sus depositantes es poco, en comparación a lo que estos pueden obtener en el exterior, esto ejercerá presión control o no control de cambios para que el dinero se fugue, para que el dinero no regrese, e inclusive para que el capital extranjero no se invierta en el mercado de capital local. Por ejemplo, ¿dónde es preferible guardar ahorros: en México ganando 10% con garantía del estado mexicano o localmente ganando 5%? Es decir, que una diferencia en el precio del dinero de un país al otro causa movimiento del mismo hacia donde se remunera más. Por las mismas razones, fácil es comprender que ningún mexicano va a depositar aquí su dinero.

Incidentalmente, para liberar al quetzal de la jaula que constituye el control de cambios, es indispensable liberar las tasas de interés previamente, para que puedan existir alicientes, para que regrese aquel capital que se ha fugado y que está invertido en el exterior, (debido en gran parte a la existencia misma del control de cambios), y para evitar que se fugue más, en vista de los altos rendimientos que se pueden obtener hoy día en otras partes del mundo.

Las Tasas de Interés y la Capitalización del País

Un alto rendimiento del capital, fomenta la capitalización del país a través del sistema bancario, y por ende mayor número de personas pueden obtener dinero prestado.

El consumo, por ejemplo, compite con la inversión productiva por el escaso dinero disponible. Ciertamente, con tasas más altas, tanto el consumo como la inversión cuesta más. Pero ello tiene el efecto de presionar para desalentar el consumo marginal (menos urgente) y las inversiones menos productivas, liberando esos recursos para las inversiones de mayor rendimiento que pujarían las tasas de interés a manera de desplazar a sus competidores menos eficientes y para desalentar el consumo. Se encauzarían así nuestros recursos de capital hacia donde rinden más, comparativamente, para el país.

Esta canalización es fácil de comprobar al observar cómo, al poder pagar más por el dinero en cédulas hipotecarias para vivienda, muchísimo capital se encauzó al mercado de vivienda, con el consiguiente beneficio social. Existiendo tope a la tasa de interés que se puede cobrar para, por ejemplo, préstamos agrícolas o industriales, lógico es deducir que capital que de otra manera se hubiese destinado a la producción, fue desplazado hacia vivienda, causando un desequilibrio en la óptima proporción de inversión de un destino en relación a otro.

Salarios y Tasas de Interés

No se pretende, al aseverar lo anterior, decir que la inversión en vivienda no es deseable. Pero los recursos son escasos, y deben invertirse en forma equilibrada para no sobreatender una necesidad a sacrificio de desatender otras también importantes Por ejemplo, los salarios dependen del capital invertido por cápita en fuentes productivas. Al distraer el capital de inversiones productivas a viviendas, en algún grado se está sacrificando el alza real de salarios promedio del país a cambio de proveer vivienda. Existe un punto de equilibrio determinado por muchos factores que deciden la conveniencia de prescindir de un salario más alto a cambio de tener una casa, y el ingreso del trabajador depende en última instancia de la productividad marginal del trabajador, la cual a su vez depende del capital invertido per cápita. A menor cantidad de capital invertido, menores salarios y menos plazas de trabajo. Es necesariamente parte del proceso económico, el capitalizar primero para consumir más después.

Subir los Topes o Liberar las Tasas?

Un país subdesarrollado se caracteriza por abundancia de mano de obra, y escasez de capital. Ante tales circunstancias, y siendo la solución el aumento de capital invertido, resulta contraproducente ponerle tope al rendimiento de capital. Dichos topes fomentan el desperdicio, causan desplazamiento de capital hacia usos marginales, desalientan el ahorro y la frugalidad, causa fuga de divisas ahuyentando el capital hacia más atractivos horizontes agravando el problema de balanza de pagos, abaratan el consumo marginal, disminuyen indirectamente el nivel de empleo y salarios, y todo ello, ¿a cambio de qué beneficio?

No se trata de que el gobierno suba las tasas de interés bancario. Se trata de liberar las tasas para que exista flexibilidad, para ajustar los intereses a las modalidades de cada crédito. No se trata de encarecer artificialmente el capital, poniendo un tope más alto, pues si el tope no es suficientemente alto para que sea inocuo, sucedería que para compensar aquellos casos en que resulta muy bajo, los proveedores de capital tenderían a aumentar el interés a todos los créditos indiscriminadamente, con objeto de compensar con unos (a los que se les hubiese cobrado menos) lo que a otros (a los que se les hubiese cobrado más) no se les puede cobrar.

En el fondo, y reconociendo la importancia que tiene una estructura de precios reales, que refleje el estado económico de la localidad, la escasez y el grado comparativo de urgencia entre todas las necesidades insatisfechas en un momento dado, puede aseverarse que la razón principal por la cual las tasas de interés deben ser libres, es porque el interés es el precio del dinero y cuando algún precio es falso vale decir diferente al que se establece a través de libre oferta y demanda es imposible evitar distorsiones anti-económicas en el uso del capital. Y, si algún precio es más importante que otros, es el del dinero, pues es con dinero que se expresan todos los demás precios.

El derecho de propiedad y la tasa de interés

Las leyes monetarias lejos de autorizar a la Junta Monetaria a fijar tasas de interés para el sistema bancario, debería prohibir dicha intervención en su totalidad, porque la experiencia nos enseña que si alguien tiene el poder de intervenir, se considera con la obligación de intervenir, y en ningún caso es tal autorización tan arriesgada, como cuando está en organismos estatales que obvia e inevitablemente tienen que considerar los efectos políticos de sus decisiones, y en materia monetaria, no siempre la decisión más económica es la más política.

La delegación de esa autoridad es de por sí oficiosa, pues es totalmente innecesaria y perjudicial. Aunque se intente aislar a las instituciones de la política convirtiéndolas en autónomas, las entidades estatales jamás podrán intencionalmente causar daño político al gobierno político, so pena de arriesgar su autonomía.

Y por último, pero no menos importante, debe decirse claramente que ninguna autoridad debe tener el poder de impedir que los dueños de capital y los usuarios de capital hagan sus negocios a precios libremente aceptados por ambas partes. Se trata de intercambios privados, de patrimonios privados, de riesgos que se escogen libremente, y por lo tanto, la intromisión oficial y oficiosa en la fijación de tasas de interés constituye, además, una total violación al derecho de propiedad privada y una usurpación legalizada de poder.