Año: 12, Noviembre 1970 No. 233

Nacionalismo Vrs. Cosmopolitanismo

MANUEL F. AYAU

La confusión semántica que prevalece hoy en los países subdesarrollados y en aquellos en vías de subdesarrollo, es una de las causas principales del mismo subdesarrollo. Y esto es natural, ya que el hombre utiliza palabras para formar conceptos en su propio pensamiento, además de usarlas para hablar.

Por ejemplo, al hacer una breve encuesta, he confirmado que son pocas las personas que distinguen claramente entre Patriotismo y Nacionalismo.

Lo opuesto a «patriota» es «traidor». Lo opuesto a «nacionalista» es «cosmopolita». Un patriota está a favor del bien para su país. Un nacionalista está a favor de su país, punto. Y hay en eso una grande aunque sutil diferencia.

Un patriota puede ser cosmopolita o nacionalista, según su comprensión del fenómeno económico-social. Si esta persona patriota considera que la autarquía es lo más conveniente para su país, optará por algún tipo de nacionalismo. Si esta persona patriótica considera que la división del trabajo internacional es más conveniente para su país, por el mismo hecho de ser patriota optará por el cosmopolitanismo.

El nacionalismo o cosmopolitanismo no se circunscribe, desde luego, a cuestiones que son de economía política. En el campo de la música, por ejemplo, un nacionalista es aquel que prefiere la música nacional por ser nacional y no porque sea agradable. Un cosmopolita prefiere para su país la mejor música, venga de donde venga. ¿Es acaso lo importante para el país hacer o gozar música?»[i]

FALSO ORGULLO

El nacionalismo, en el campo de la economía política, se funda en la negación del principio de que la división del trabajo internacional beneficia a todos los que en ella participan, a pesar de que implique dependencia mutua en el mismo sentido que los clientes dependen del proveedor y el proveedor de sus clientes. Es decir, el nacionalista piensa que la autosuficiencia o autarquía conviene más a su país, para no depender de otros. El cosmopolita acepta esa interdependencia como necesaria para un alto nivel de vida.

La división del trabajo internacional evidentemente convierte a todos en mutuamente dependientes. Pero la civilización misma depende de la división del trabajo y de esta mutua dependencia. El grado de desarrollo que se logre en la división del trabajo determina el grado en que mejorará la eficiencia de todos en su afán de satisfacer sus necesidades. Mientras más eficiencia hay en ello, mayor grado de necesidades serán satisfechas y más alto nivel de vida tendrá la sociedad, pues en la satisfacción de las necesidades precisamente, consiste un alto nivel de vida.

Un país grande sufre menos al ser nacionalista porque internamente existe un mercado grande, lo cual implica un alto grado de división del trabajo interno y de competencia entre abastecedores, todo lo cual produce eficiencia.

Pero, ¿qué diremos de un país chico? ¿Qué podrían hacer Suiza, Holanda, Centro América, Hong Kong, Libia o Angola autárquicamente, con una política nacionalista?

Un nacionalista, como ejemplo, prefiere que su país tenga una línea aérea propia, por razones que él considera de prestigio, aunque ello constituya un «aporte» a la pobreza de su pueblo. Un patriota prefiere el prestigio que se logra al no actuar antieconómicamente, aunque su país no tenga línea aérea con qué presumir. Si no queremos depender de un solo país para suplirnos de comunicación aérea con el resto del mundo sólo necesitamos no prohibir que vengan todas las líneas que así lo deseen hacer.

El caso de las líneas marítimas es otro ejemplo. Para tener «nuestra» línea nacional, causamos elevación de tarifas, de costos de seguros, pérdidas mucho mayores que las usuales y tardanza en nuestros abastecimientos: otro «aporte» a nuestra pobreza por un falso orgullo nacionalista.

En contraste, el orgullo de un patriota cosmopolita consiste en decir: «no nos hemos gastado aquellos recursos tan necesarios para tener más hospitales o caminos, etc., en proveernos de servicios de transporte internacional que otros estaban dispuestos a proveernos. Por lo tanto, hemos contribuido a eliminar pobreza en ese grado. De eso me enorgullezco».

Y los ejemplos podrían citarse indefinidamente.

El Nacionalismo y la Coerción

La naturaleza misma del Nacionalismo en todas sus manifestaciones es coercitiva. Es decir, puede lograr sus fines solamente sacrificando la libertad de los ciudadanos de un país.

En el campo de la música, si un nacionalista logra que la música extranjera no sea oída, obviamente hubo de recurrir a la limitación de la libertad de sus ciudadanos para oír la música que les guste, y prohibir, por ejemplo, la importación de discos con música extranjera! La coerción es elemento indispensable.

El nacionalista considera que, para sus finalidades, la coerción está justificada y procederá a prohibir, o más bien a hacer prohibitivo, todo aquello que no le parezca que está contribuyendo a la autarquía que desea. Digo «más bien a hacer prohibitivo» porque este es un recurso utilizado para no admitir que se está limitando la libertad. Se dice, por ejemplo, «usted es libre de comprar X cosa en el exterior, pero tiene que pagar un impuesto de tres veces su valor». Es como si alguien sacara la pistola y le dijera a un pobre señor, «usted es totalmente libre de salir de este cuarto, pero si no me paga Q 50.00 ¡no sale!»

Se dirá: ¡el interés general priva sobre el interés particular! Pero ¿priva el interés general sobre los derechos humanos? ¿Existen acaso derechos humanos que no sean individuales? Luego, entonces, el interés general jamás puede estar por encima de los derechos individuales, y he ahí el límite legítimo al poder de las mayorías, si es que se reconoce la existencia de los derechos humanos como fundamento básico de la civilización.

Al nacionalista, para lograr que prevalezca lo nacional, no le basta recurrir a la persuasión, puesto que las personas van a tratar, por inclinación natural, de satisfacer sus necesidades con aquellas cosas o servicios que mejor las satisfagan, independientemente de su origen. Si ello no fuera cierto, no existiría la necesidad de establecer leyes que hagan prohibitivo lo que no es nacional. Y en el momento en que ello se hace prohibitivo ha entrado la coerción legal, la ausencia de libertad para aprovechar lo mejor de otros países. Se habrá establecido la autarquía forzosa.

Pero, se dirá: «¡sólo se va a prohibir lo que no conviene!». Y en efecto, como también los nacionalistas desean progreso, no hacen prohibitiva la importación de, como ejemplo, conocimientos científicos. Tampoco hacen prohibitiva la importación de tractores para hacer caminos ni de combustibles extranjeros que compitan con la fuerza manual nacional que se puede usar para el transporte primitivo.

Sin embargo, el nacionalista no podrá jamás regirse por normas de comportamiento generales, imparciales, predecibles y abstractas. Su postura le obliga a ser discriminatorio. Y la justicia, que depende de la existencia de normas generales, se abandona por razones «prácticas». Un régimen nacionalista es, por lo tanto, siempre arbitrario y discriminatorio: dictatorial.

El nacionalista, desde luego, cree que su postura es patriótica porque su intención es hacer todo lo que esté a su alcance para su país. No es cosmopolita, porque cree que estará a merced de los «intereses internacionales», que estará dependiendo de otros y, por lo tanto, que su país se mantendrá en una situación precaria y peligrosa.

El cosmopolita, también con una actitud patriótica, piensa que la interdependencia de naciones es factor que promueve la paz y el progreso de todos, y que el nacionalismo, por el contrario, daña a su país, tanto en cuanto a su nivel de vida como en lo relativo a sus derechos humanos, puesto que está consciente de que el nacionalismo, por razones inherentes al mismo, desemboca en una dictadura.


[i] Reconozco que también hay quienes piensan absurdamente que, invariablemente, todo lo extranjero es mejor. Así como también reconozco que todos pueden equivocarse al establecer su preferencia entre algo nacional o extranjero

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