Año: 16, Agosto 1974 No. 323

La Tarifa Eléctrica: Alternativas de Corto y Largo Plazo

Dr. Manuel P. Ayau

Dada la importancia del tema el Centro de Estudios Económico-Sociales se complace en publicar el siguiente artículo sobre el costo de la energía eléctrica en Guatemala.

Tomado de la Revista de Noticias del Diario El Gráfico en su edición del Domingo 26 de mayo de 1974.

ANALISIS DEL COSTO DE LA ENERGIA ELECTRICA EN GUATEMALA

Aunque el sarcasmo de Keynes «a la larga todos estaremos muertos» es siempre cierto, también lo es que los problemas de corto plazo y los inmediatos, con los que tenemos que vivir o sufrir hoy, son en gran parte resultado de decisiones políticas de hace mucho plazo.

Keynes ya murió. Su influencia a largo plazo la vivimos los que a su «largo plazo» nacemos y vivimos. Así también las políticas económicas de hoy influenciarán la situación dentro de diez años y más.

A CORTO PLAZO

Hoy Guatemala se enfrenta con una situación dada, inmodificable de la noche a la mañana. La capacidad instalada generadora del país es 45% hidráulica y el 55% térmica la cual depende del combustible importado pero la disponibilidad de energía es 30% hidráulica y 70% térmica. Así las cosas, nuestra política de los últimos veinte y nueve años no nos deja más que dos alternativas: pagamos el combustible o no tenemos energía.

¿Y quién lo debe pagar?

Alternativas: 1) A costillas de las utilidades de la Empresa Eléctrica.

Veamos a cuánto ascienden y a qué se destinan:

Total utilidades distribuidas de 1973: Q. 3,300.000

Destino: utilidades al Estado - Q. 3,150.000

Utilidades a particulares Q. 168.000

Reinversión: Q. 600.000

El Estado utiliza las utilidades para amortizar deuda por compra de la empresa. Si no obtiene esos fondos de la empresa, los tiene que cobrar de los ciudadanos a base de impuestos. El pueblo (los consumidores de energía) pagarán de todos modos.

Se prevé para 1974 ventas por valor de Q34 millones. Si las utilidades totales se mantienen iguales al año anterior significan el 14% del precio de la energía. Es decir, que si se eliminaran por completo para bajar precio, este bajaría en 14% y si se «eliminaran» las utilidades de los socios particulares, solamente en 0.49%. Es decir, que quien paga Q.100.00 por mes, le rebajaría su cuenta en cuarenta y nueve centavos.

Evidente es, pues, que esta alternativa no constituye solución.

Alternativa 2) Subsidio del Gobierno.

Todo subsidio es un sofisma, porque el Estado sólo tiene una fuente de ingresos: el pueblo (los consumidores). Lo que no gasta el consumidor cuando paga la cuenta eléctrica lo hará al pagar el impuesto con el que el gobierno, a su vez, pagará el subsidio.

Dícese que en este caso depende de a quién se le cobre el impuesto; que a través de impuestos directos puede lograrse que la carga recaiga en los ricos y evitar así que lo paguen los pobres. Ello es otra falacia. El impuesto a los ricos (como el impuesto sobre la renta) no lo paga el rico a costa de su consumo: lo paga a sacrificio de su capitalización, y es precisamente de esa capitalización de la que depende inexorablemente el ingreso consumible del pobre. ¿Quién paga entonces el impuesto? Aquel cuyo consumo se ve mermado, el más pobre de los consumidores. Esta alternativa no es, evidentemente, la solución.

Alternativa 3) Elevar el precio solamente la industria y el comercio para no subir la tarifa doméstica.

Ello significa que el costo de la energía lo pagará el consumidor de todas maneras al pagar el producto terminado, porque indefectiblemente, los costos necesarios para que se produzca un artículo o servicio lo tiene que pagar el último usuario del artículo o servicio. Si éste no está dispuesto a ello, el artículo no se produce.

Pero hay un PERO más importante y es que en esta forma, y debido a que el aumento del costo de combustible requerirá más capital para producir la misma cantidad de bienes o servicios, el precio final incluirá un rendimiento a ese capital adicional. Por lo tanto el costo indirecto del alza de costo de combustible será aún más alto que si el alza se hubiese cobrado directamente, y sin intermediario, al consumidor a través de la tarifa doméstica.

Nótese que si para cubrir el alza de costo de combustible empleado en producir bienes y servicios, es menester subir precios, el consumo de éstos bajará. De modo que el precio de ellos si se desea mantener la producción tiene que subir lo suficiente para, además, compensar la baja de volumen.

Si se va a economizar combustible a través de reducción de consumo definitivamente hay que escoger cómo. Si se disminuye el consumo de otros bienes y servicios producidos por la industria y el comercio cuyos costos y precios suben y por tanto se consumen menos, o bien, si en nuestro uso doméstico apagamos algunas luces, ponemos focos más débiles y simplemente economizamos electricidad para no privarnos de las otras cosas que de lo contrario tendremos que abstenernos.

Lo que también hay que considerar es que para economizar combustible, hay que disminuir el consumo y que las tarifas domésticas bajas no conducen a lograr esa economía. Debe tomarse también en cuenta que la energía más cara de producir es la doméstica debido a las características propias de la carga y su mayor costo de distribución.

A LARGO PLAZO

Debemos tener presente que es el INDE y no la Empresa quien produce el 70% de la energía que se vende en la zona central. Que el alza de precios es, pues, del INDE principalmente, y que éste subió ya su precio a la Empresa, a 2.902 centavos/KWH. (Promedio cobrado en los tres últimos meses incluyendo recargo por combustible).

En 1962, la Empresa (entonces empresa privada) en cumplimiento de su obligación contractual iba a instalar una planta termoeléctrica. Era su obligación y estaba dispuesta a hacerlo. EL INDE no lo permitió. Hoy el monopolio de generación no es de la Empresa sino del INDE, por mandato legal.

En 1962, el porcentaje de energía generada hidráulicamente (en la zona central) era de 25% y a base de combustible 75%.

Hoy en 1974, doce años después, la proporción es de 30% hidráulica y 70% térmica.

Lo cual quiere decir que desde que se fundó el INDE, la proporción de energía térmica disminuyó en 5% solamente.

Con la capacidad térmica que está por instalar el INDE, la proporción subirá a 78% térmica y 22% hidráulica.

De manera que, por las razones que fuesen, es la política de electrificación estatal desde 1962 la que nos ha incrementado la dependencia del combustible importado.

Aclarado lo anterior con objeto de relacionar las decisiones a corto y largo plazo, entremos al análisis de fondo, a las causas de la situación en que nos encontramos para poder así apreciar mejor el tema de cómo enfrentaremos dentro de algunos años nuestros mismos problemas, haciendo caso omiso del sarcasmo de Lord Keynes.

Aparte de plantas atómicas y geofísicas, las alternativas tradicionales para generar energía eléctrica son hidráulicas y termoeléctricas (a base de combustible hidrocarburo). Generalmente las hidráulicas requieren mayor inversión inicial, pero debido a su menor mantenimiento, y autosuficiencia, generan energía a un costo menor a largo plazo. Desde luego, esto no es axiomático pues es menester comparar el costo y amortización del capital con el costo del mantenimiento y combustible de una planta térmica.

Además hay que tomar en cuenta que en plantas de tamaño relativamente pequeño existen las de diesel, cuyo costo por unidad de capacidad, es menor que las de vapor. Para un mayor tamaño también están disponibles las de turbina de gas. Es decir, que en el caso de plantas térmicas, también hay alternativas económicas entre costo inicial y costo de generación.

Evidente es que ante las alternativas por escoger, debe evaluarse los costos a corto plazo y a largo plazo. Las que requieren menor inversión generalmente generan a mayor costo.

Hay pues, dos posibilidades:

1) Alto costo de capital inicial con bajo costo de generación, o

2) Bajo costo de capital inicial con alto costo de generación.

Si 29 años después de la II Guerra Mundial se ha invertido principalmente en plantas de bajo costo inicial y alto costo de generación dependiente y con combustible importado, ¿qué podemos esperar hoy, cuando vivimos en este «largo plazo»?

Hace 29 años, la proporción de energía generada hidráulicamente era de 100% en el área central. La Empresa Eléctrica, a la cual los guatemaltecos habían otorgado un monopolio (el privilegio de que la fuerza pública impidiera la competencia), comenzó a ser objeto de los ataques demagógicos populares de esa época, y los acontecimientos en otros países predecían la expropiación o nacionalización a título oneroso.

Sería ingenuo no anticipar que semejante tendencia no influenciaría la política de inversión de la Empresa Eléctrica. Sea nacional o extranjero el inversionista, si vislumbra mayores riesgos de perder su capital, escogerá plantas de menor costo de capital, para disminuir sus posibles pérdidas. Es por eso que la E.E. escogió cumplir con su compromiso de generar energía tratando de prever sus pérdidas potenciales. (El autor preguntó en una ocasión a los ejecutivos de la E.E. cuánto había elevado el precio de la energía eléctrica tal política, y fue informado que en ½ c/ por KWH. generada. En esos 29 años, representa un gasto de Q.30,O0O.000). Una pérdida muy grande debida a la desconfianza, a la anticipación de hechos que, a la larga, resultó correcta.

Esa política de inversión de la E.E. es parte de la causa de nuestra dependencia, a largo plazo de combustibles importados.

Lo anterior nos lleva a 1962. Entonces comenzó el INDE, la entidad que de acuerdo con el mito populista por el hecho de no tener «afán de lucro., iba a producir energía barata para todos.

A pesar de que la E.E. tenía obligación de abastecer la zona central (los departamentos de Guatemala, Escuintla y Sacatepéquez), donde cara o barata había energía en contraste al resto de la república, el INDE primero impidió que la E.E. invirtiera en más plantas y después se vio obligado a ponerlas, tardía y costosamente, en vez de electrificar con prioridad donde no había energía.

La E.E. se convirtió en un revendedor más, pues su generación era cada día menor en proporción de lo que vendía.

La energía que compraba la E.E. era más cara que la que generaba, «diz» que porque el INDE le cargaba las pérdidas de las áreas rurales al área central. Sea como fuese la energía subió de costo y de precio, como consecuencia de la política de inversión seguida. El hecho de que los consumidores de la capital paguen parte del gasto de los consumidores de las provincias se reconoció como una «justa» medida, (distribución de riqueza...?)

Mientras tanto, ante tal incertidumbre, las plantas privadas que abastecían o podían abastecer las provincias se abstuvieron de invertir.

Nuestra política era como el perro del hortelano, no hacia ni dejaba hacer. La electrificación estaba prohibida.

El INDE planifica, prohibe, dictamina. exhibe, programa, inhibe, promete, justifica, tecnifica, y produce poca y cara energía, con ostensible afán publicitario. El consuelo es que no está inspirado el afán de lucro. ¡No importa cuánto pierda el país mientras nadie gane! Se considera que las entidades estatales, por no tener el afán de lucro son beneficiosas para el interés general, que debe prevalecer sobre el interés particular.

En teoría, en la superficie, y en los cuentos de niños, es cierto. Pero, dado a como el universo y la naturaleza humana es, y no como «debería ser» según cualquier idealista. esa teoría resulta pueril y empobrecedora.

Las empresas económicas estatales son un fracaso. Lo demuestra la experiencia y el análisis teórico. Los ejemplos abundan en todo el mundo para todos los que no se ciegan con la costosa y suntuaria propaganda oficial de los gobiernos y empresas estatales de todos los países, propaganda financiada con impuestos o tarifas monopolísticas de empresas estatales.

El mal, a largo plazo, consiste en mezclar la economía con el estado de manera pare­cida a la mezcla de estado e iglesia. Así como la religión se tuvo que separar del estado, habrá que separar la economía del Estado.

Lamentablemente, el ambiente no es propicio para tal revolución.

Esta revolución vendrá después de la catástrofe, el hambre, la obscuridad. La «revolución» que vislumbran los estadistas de diversa índole marxista no será como la esperan. Esa oportunidad ya pasó. Ya no provoca entusiasmo, ya es caduca. No resolvió el hambre de Rusia o China, ni mucho menos el problema de energía.

El problema de la tarifa eléctrica es ideológico en el fondo. Podemos perder el tiempo hablando «paja» técnica abstracta. Pero con «paja» no movemos motores, ni alumbran los focos.

La alternativa es: o libertad de producir por medios pacíficos los bienes o servicios que otros desean, o planificación: Imposición estatal de los planes preferidos de los políticos de turno.

La alternativa es: o democracia económica, o totalitarismo económico.

La alternativa es: excusas y explicaciones demagógicas, o energía y luz.

El problema es ideológico; no energético.

Dr. Manuel F. Ayau