Año: 18, Marzo 1976 No. 361

COMO SUBIR LOS SALARIOS

Por Manuel F. Ayau

Todo empresario, sea rico o pobre, aprovecha (o explota, si se quiere) las circunstancias que le rodean, como ejemplo, la mano de obra barata.

Dios hizo al mundo pobre: sin casas ni fuerza eléctrica, sin casas, puentes o carreteras, sin plásticos ni penicilina. Las circunstancias de riqueza devienen de la evolución que resulta si la acción humana es constructiva y paulatinamente eleva la condición del hombre del natural estado de pobreza al artificial estado de riqueza.

El estado relativo de riqueza (o de pobreza, si se quiere) en que se encuentra un pueblo en una época dada no es imputable a la generación que dé ese momento en adelante determinará el uso de sus recursos. Es más bien determinada por el grado de acierto de anteriores generaciones, y nada pueden hacer las generaciones vivas para modificar los actos de sus difuntos antecesores o sus propios errores pasados. Por esa razón la política no debe tener un carácter punitivo respecto de acciones en el pasado. El pasado ya pasó y lo que interesa es el futuro. De lo contrario la justicia se transforma en venganza.

La circunstancia general de mano de obra barata en un momento dado, es evidencia de ausencia de oportunidades de trabajo que aumenten la demanda por los trabajadores. No se debe a quienes ya ofrecen una oportunidad. Se debe a que no hay suficientes personas ofreciendo, o por decirlo de otra forma, a quienes aún no ofrecen plazas de trabajo. Por supuesto, no sabemos quiénes son aquellos que (en ausencia de otras circunstancias más atractivas para ellos accesibles en otra parte) invertirían su tiempo y recursos en el lugar más pobre, para así aumentar la oferta de plazas de trabajo.

No es que los pobres no tengan nada en que ocuparse. Donde hay pobres está todo por hacerse. Lo que pasa es que no hay suficiente capital para crear esas oportunidades que aumentarían la productividad de todos, y que permitirían pujar los salarios para arriba.

No será nunca prohibiendo bajos salarios, es decir eliminando por ley «malas» oportunidades de trabajo, que se subirán los salarios. Ello sólo disminuye la demanda por trabajadores, rebajando así el salario de quienes aún quedan empleados y eliminando los empleos que, debido al bajo nivel de ingreso de los demás ciudadanos, no están dispuestos a pagar el precio (salario) impuesto por ley. Porque una ley puede prohibir que se pague menos de tanto por un servicio, pero no por ello hace que el servicio suba de valor en la apreciación de quienes pueden abstenerse de comprarlo.

Los «malos» empleos se pueden eliminar de dos maneras: prohibiéndolos o sustituyéndolos con mejores empleos. El gobierno puede hacer sólo lo primero, e impedir lo segundo, salvo que se convierta en empresario productor, en cuyo caso estará sujeto a los mismos constreñimientos que el empresario privado y tendrá que actuar como tal para ser competitivo; es decir, para ser económicamente eficiente. De lo contrario tendrá que establecer por la fuerza, monopolios para evitar el fracaso de sus empresas no competitivas y poder cobrar precios más altos a los consumidores (bajar el nivel de vida) de lo que pagarían éstos a la empresa privada. Esa diferencia de precios equivaldría a impuestos para cubrir con subsidios del consumidor la ineficiencia que provendría de pretender por la fuerza hacer caso omiso de los constreñimientos que las presentes circunstancias impondrían a la empresa privada. En todo caso, de nada serviría que el estado subiera los salarios si ello obligaría a que subieran los precios.

Es decir, el gobierno, como gobierno, los únicos instrumentos que tiene para aumentar los salarios son el dar seguridades y garantías a la propiedad y a los contratos y el de abstenerse de restringir la movilidad del trabajador y de los salarios.

Como decía arriba, no son quienes ofrecen empleos al prevaleciente bajo nivel de salarios quienes son responsables de ese bajo nivel. Culpa podrían tener quienes sin ofrecer mejores empleos critican a quienes algo ofrecen, y que con su crítica contribuyen a que no se creen más empleos.

Culpa tienen quienes critican y agitan contra los que, sin tener obligación de hacerlo pues nadie la tiene ofrecen algún empleo, el cual, puesto que se acepta, constituye alguna mejora sobre las otras oportunidades hasta ese momento al alcance de quien la toma.

No sería provechoso que por algún medio la fuerza del estado o la persuasión del clero se evitara ese aprovechamiento de la mano de obra barata en un momento dado, pues es precisamente el intento mismo de aprovechar tal circunstancia la única esperanza de que desaparezca. Es decir el medio para que desaparezca la circunstancia que se deplora es el intento mismo de aprovecharla, y el intento de impedir que se aproveche, la causa de que perdure.

Es así como la inversión en ciertos cultivos que son más lucrativos desplazan trabajadores de empleos en cultivos menos lucrativos. ¿Cómo? Pagándoles más. Y así ocurre en todo género de actividad.

Ahora bien, una cosa se puede producir a máquina (mucho capital y poca mano de obra) o a mano (mucha mano de obra y escaso capital).

Donde la relación: Capital disponible o número de trabajadores es alta, la productividad por hora-hombre es alta y los costos son bajos a pesar de pagar altos salarios. Es así, por ejemplo, cómo en el país de los más altos salarios se producen los granos más abundantes y baratos del mundo. La prueba está en que todo el mundo se los compra.

Donde la relación: Capital disponible o número de trabajadores es baja, se pueden tener bajos precios solamente si se pagan bajos salarios, porque evidentemente el recurso que más se utiliza e incide en el costo es precisamente la mano de obra, y si se pagara mucho el costo sería igualmente alto.

En el primer caso, donde abunda el capital en relación a la mano de obra es al revés: es el capital que resulta, debido a su misma abundancia, con relativamente baja remuneración y el trabajo con alta remuneración porque hay que conseguirlo y retenerlo en competencia con otros capitalistas que desde luego desean hacer producir su capital, y así no les queda más alternativa que pujar los salarios para arriba.

El mismo proceso anterior se aplica a cualquier sistema económico, sea socialista, comunista o capitalista. Las diferencias estriban en 1) quien es el dueño del capital y 2) que sólo en el capitalismo hay competencia (imperfecta, pero la hay) y por lo tanto se puede medir la eficiencia mientras que en cualquier otro sistema que une el poder político al económico, bajo un solo monopolio, no es posible saber si se es o no eficiente.

En conclusión: no contribuye a elevar el nivel de vida de la población el pretender elevar salarios por ley, o evitar que se explote el hecho de que la relación capital! mano de obra es por ahora muy baja. Solamente aumentando el factor capital se pueden aumentar los salarios reales, es decir, aumentar salarios sin aumentar precios. Y el desalentar a quienes hoy por hoy ofrecen los mejores empleos no conduce a que otros hagan lo mismo, aumentando así la demanda por trabajadores e incitándoles a invertir aquí su capital.