Año: 18, Abril 1976 No. 364

HAY QUE DARLE LIBERTAD AL QUETZAL

Por Manuel F. Ayau

Si no existiera el Banco de Guatemala (que Dios me perdone la herejía) y, por lo tanto, no constituyera delito que los exportadores le pudieran vender sus dólares a los importadores, libremente, según la oferta y la demanda, otro gallo nos cantaría.

Fueron los socialistas (tipo Nacista y Fascista) quienes en la época moderna inventaron que constituye un delito vender libremente el dinero que una persona gana cuando exporta lo que pacíficamente produjo con el concurso voluntario y remunerado de otros.

Hitler instituyó la pena de muerte por semejante «crimen»

Y tal manera de pensar se convirtió en el evangelio económico moderno, hasta la última reunión del Fondo Monetario Internacional.

Solamente quien está de acuerdo con que sea delito el acto de «vender libremente el dinero ganado al exportar algo producido pacíficamente con el concurso voluntario y remunerado de otros» puede estar de acuerdo en que existe un derecho legítimo del gobierno para expropiar las divisas, es decir, para que exista control de cambios.

El principio moral involucrado lo dejamos para otra ocasión. Aquí veremos cómo el criterio totalitario es además empobrecedor.

Claro, no todos los que están a favor del control de cambios conocen el origen de tal Institución, ni tampoco se dan cuenta de lo que en el fondo constituye.

Y de darse cuenta de que es una medida tan totalitaria, como la seria el expropiar el producto mismo del trabajo pues equivale a lo mismo probablemente reconocerían en tal control el aspecto odioso del mismo y lo repudiarían.

También lo repudiarían aquellos que se den cuenta de que el fijarle un precio diferente al dólar (o a las divisas en general) del que tendría en el mundo de los negocios libres, es decir del que fijasen los oferentes y los demandantes, constituye propiamente una transferencia coactiva de riqueza.

Esta transferencia resulta a sacrificio del consumidor y beneficio del exportador cuando la balanza de pagos es «favorable», es decir, cuando las reservas de divisas están subiendo; y al revés cuando están bajando.

Y es así porque cuando abunda el dólar (reservas subiendo) y por ello su precio bajaría, el Banco de Guatemala no permite que baje el precio, comprándolo con el poder adquisitivo real que le resta coercitivamente (los delitos tienen penas) al consumidor.

Cualquier diferencia entre el precio libre y el fijado por el Banco de Guatemala constituye, entonces, un impuesto. Cuando el dólar está sobre valuado, como lo está desde hace varios años, el impuesto sirve para pagar un subsidio al exportador. Y sise diera el caso de que el Banco de Guatemala vendiera dólares de ganga, estaría forzando al exportador a darle un subsidio al consumidor. Poca gente está consciente de la verdadera naturaleza de este fenómeno. En realidad, el Congreso, al emitir la Ley Monetaria, delegó la facultad de poner ese impuesto a la Junta Monetaria. Cuando la balanza de pagos está balanceada es porque se fijó el precio del dólar al nivel que lo hubiese fijado la oferta y la demanda. Quiere decir ello que la obligación legal de fijar la paridad solamente crea la oportunidad de equivocarse fijándola a un nivel diferente a la oferta y la demanda.

Pero el costo de las distorsiones que dichas equivocaciones causan en la asignación de recursos, provocando la ineficiencia económica, y aumentando la pobreza, no para ahí. Hay que agregar que para tener la oportunidad de equivocarnos y, como consecuencia de empobrecernos, construimos enormes oficinas y empleamos amplias burocracias bien pagadas.

Afortunadamente, el Fondo Monetario Internacional en la última reunión de Jamaica, con el apoyo de los Estados Unidos, acordaron que las monedas quedarían libres.

Toca ahora a Guatemala eliminar el monopolio en la compra y venta de divisas que la Ley Monetaria de 1945 le dio al Banco de Guatemala, y dejar libre el símbolo patrio, el Quetzal.

Confiamos en que el Congreso no se dejará influenciar por aquellos argumentos alarmantes que les presentaran quienes salen perjudicados al liberar el Quetzal, y que podrían estar interponiendo sus intereses ante los de la patria.