Año: 18, Noviembre 1976 No. 377

ECONOMIA POLÍTICA Y MENTALIDAD PRIMITIVA

Meir ZyIberberg

Las liberales hacen hincapié en lo económico, pues ello significa reivindicar para el gobierno su función esencial, dedicarse a la política, con vistas a que ésta sea estable, o dicho en otros términos, menos sujeta a las acostumbradas frustraciones.

Gobernar, implica el ejercicio de la fuerza y ha sido el triunfo más imperecedero del liberalismo, haber impuesto en las cartas constitucionales no sólo la limitación del poder para garantía de los derechos individuales, sino también la descentralización y el equilibrio de los poderes.

La autoridad del gobierno se pone de manifiesto, cuando administra justicia, asegura la paz interior, ejecuta una política internacional favorable al más amplio intercambio con todos los hombres de la tierra, resguardar las fronteras y estar atento siempre a los nuevos métodos que asume la guerra moderna.

La esfera de lo económico es la coordinación voluntaria de esfuerzos, para obtener un mayor provecho en las actividades humanas. El comercio es la única y verdadera tercera posición entre el aislamiento y la violencia. Los actos económicos de intercambio son las características primordiales que distinguen al hombre civilizado de los demás seres de la creación. No en vano las más bárbaras crueldades que ha presenciado la humanidad en el presente siglo, se han dado bajo regímenes de marcado tinte anticapitalista.

En efecto, en materia política y económica, los factores emocionales originados en la imaginación y el sentimiento, superan al componente racional, lo cual evidencia que el tipo de psiquis característico en los pueblos primitivos, sobrevive ampliamente en las sociedades modernas.

La creencia arraigada que el gobierno está en condiciones de aumentar los salarios reales, controlar precios, decretar la industrialización, proveer servicios gratuitos, conduce a pensar en el socialismo como la resurrección de los mitos paganos con el poder estatal como deidad principal.

Las legislaciones laborales, sindical, previsional, tributaria, cambiarIa, aduanera... común casi en todas las naciones occidentales, limitan sus fundamentos a explicaciones parciales interpretadas como recompensas y castigos. La idea de la retribución consiste en buscar responsables de ciertos hechos, asignar culpas a determinado grupo de individuos, aunque no haya conexión alguna entre los acontecimientos involucrados.

La tendencia a la personalización del Estado, a quien se le asigna una voluntad superior a la de los individuos, que «compra» y «vende», con sectores públicos que «producen o invierten», «ahorran o gastan divisas del país» es una reminiscencia, tanto popular como intelectual del pensamiento prelógico. En efecto, en los albores de la civilización, el hombre no se consideraba superior a los animales, plantas u objetos inanimados, y creía firmemente que eran entes dotados de voluntad.

La razón clave de la tan generalizada «personalización del Estado» surge de la acción de los sucesivos gobiernos que además de apoderarse de los recursos externos de sus conciudadanos, dedicaron a fines comerciales los fondos públicos, con lo cual el interés particular de los funcionarios de no aparece confundido con el de toda la Nación.

La idea de la «justicia social» tan preconizada por la mayor parte de los partidos políticos se encuentra en un todo de acuerdo al criterio de «responsabilidad colectiva», tan altamente significativo en el orden jurídico primitivo. Dudley Kidd, en su estudio sobre el socialismo cafre afirma «nos hallamos ahora preparados para ver que el cafre no considera la justicia como una cosa abstracta en la forma en que lo hacemos en Europa. Para él se trata de una cosa esencialmente personal, y no puede soportar nuestra idea occidental de justicia fría, impersonal y abstracta, la quiere cálida, personal y concreta. Sólo el jefe puede brindaría porque la justicia es algo que apenas existe fuera del jefe que la crea».

El proteccionismo industrial, mediante el cual se penaliza en forma colectiva a consumidores y productores agrarios; los regímenes tributarios basados en la progresividad o la capacidad contributiva, criterios ambos, que no muestran conexión lógica con los servicios que presta el gobierno, son todas modernas versiones de la «responsabilidad colectiva», encubiertos con eufemismos tales como justicia «social», «económica» o «impositiva».

En el mismo estudio sobre el socialismo cafre dice D. Kidd que «éstos no están obsesionados por la idea europea de la libertad personal, sino que creen firmemente que los individuos pertenecen al jefe y que son propiedad de él «y»... no hay conciencia individual sino colectiva y por consiguiente no hay propiedad privada.»

No puede afirmarse que los votantes comunistas de nuestros días los que se cuentan por millones en el mundo occidental, no tengan firmemente arraigada la moción de la propiedad de sus bienes y derechos, sino que del mismo modo que el salvaje no asocia el acto sexual con el embarazo, el militante de izquierda, no relaciona que propiciando la violación de los derechos ajenos contribuye a su propio despojo.