Año: 19, Enero 1977 No. 382

LAS NACIONES UNIDAS: ¿COMPLOT COMUNISTA DEL SIGLO?

Alberto Benegas Lynch (h)

La. Organización de las Naciones Unidas se fundó en San Francisco, California1, en junio de 1945. Los hombres que concibieron la idea, que planearon su estructura funcional y que contribuyeron a su realización fueron: Alger Hiss, Harry Dexter White, Virginius Frank Coe, Dean Acheson, Noel Field, Lawrence Duggan, Henry Julian Wadleigh, John Carter Vincent, David Weintramb, Nathan Gregory Silvermaster, Harold Glasser, Victor Perlo, Irving Kaplan, Solomon Adler, Abraham George Silverman, William: Ullaman y WilIiam H. Taylor. Todos ellos, con la sola excepción de Dean Acheson, fueron más tarde identificados, en los correspondientes procesos judiciales, como agentessecretos de los soviéticos.

Por razones obvias, en un trabajo de esta índole, no podemos detenernos a revisar los datos personales de cada uno de aquellos diecisiete hombres. Sólo nos referiremos, muy escuetamente, a dos de ellos, debido a la extraordinaria importancia de sus respectivas atribuciones. En primer lugar mencionaremos a Alger Hiss. Hiss estuvo preso por actividades comunistas en 1950. En 1939, la FBI tenía suficientes pruebas para denunciar sus contactos comunistas, pero el gobierno prohibió que dichas informaciones salieran a luz. Por el contrario, en 1944 Hiss fue nombrado director de la Oficina Gubernamental de Asuntos Políticos y fue el encargado de designar los miembros de la delegación estadounidense ante las Naciones Unidas y actuó como Secretario General en la Conferencia de San Francisco. Fue también asesor en representación del Departamento de Estado de Franklin D. Roosevelt en Yalta.

En segundo término nos referiremos a Harry Dexter White. Edgar Hoover declaró en el Senado que «desde noviembre 8 de 1945, a junio 24 de 1946, la Casa Blanca recibió siete comunicaciones respecto a las actividades de espionaje de White». Sin embargo, nada se hizo al respecto y, con posterioridad, se le nombró Presidente del Comité para establecer el Fondo Monetario Internacional.

En cuanto a la organización interna de las Naciones Unidas, es importante destacar que el cargo clave por el que pasan todos los asuntos políticos y militares de importancia es el de Asistente al Secretario General para Asuntos Políticos y del Consejo de Seguridad. Por ello pensamos que resulta de interés descubrir quiénes son los que ocuparon aquella posición de trascendencia vital: Arkaby Sobelev (1945-1949), Konstantin Zinchener (1949-1953), Ilga Tchernychev (1953-1954), Drayoslav Protich (1954-1958), Anatoly F. Dobrynin (1958-1960), Georgi Petrovich Arberdev (1960- 1963, Eugeny U. Doniterievich Kiselev (1963), Vedinir Parloviechuslov (1963-). Todos son soviéticos, excepto Protich, que es yugoeslavo. También resulta ilustrativo jnteresarse por los «curricula vitae» de los Secretarios Generales, que debido a su extensión preferimos remitir al lector a la obra de Griffin [i] puesto que vale la pena recorrer en su totalidad aquellos datos, comenzando desde el primer Secretario General, el comunista noruego Trygve Lie.

Sobran ejemplos de la sistemática actitud complaciente de la ONU respecto a las fuerzas comunistas internacionales: la vergonzosa expulsión del foro de China Nacionalista, y el otorgamiento de representación a China Comunista. Los designios inconfesables de la ONU respecto al ex Congo Belga en defensa del drogadicto y criminal convicto Patricio Lumumba y la permanente persecución a las tropas leales al líder de Katanga, Moise Tshombe. La complicidad de la ONU en la masacre de Hungría. La «inoperancia» de las Naciones Unidas para prevenir y defender a Checoslovaquia del ataque soviético. En este último caso, las sesiones del Consejo de Seguridad fueron transmitidas por televisión en Estados Unidos, en 1968, lo que brindó, al. que estas líneas escribe, la oportunidad de constatar la «ineficiencia» del referido Consejo.

Recientemente se expulsó a la delegación sudafricana del seno de la Asamblea General, en cambio se invitó al jefe de la «Organización para la Liberación de Palestina», Yasser Arafat, para que ocupara la tribuna. Dicho jefe guerrillero ha consumado varios asesinatos y secuestros, dinamitó aviones en pleno vuelo y se propone sin disimulo alguno el exterminio total de Israel. En estos dos últimos ejemplos también se advierte la influencia soviética, en este caso, para consolidar su poderío en Medio Oriente y en el continente africano. Asimismo, conviene destacar que aquel comité de la ONU que opera bajo el eufemismo «Comisión de Derechos Humanos» se ha ensañado de tal manera con el actual gobierno chileno, que demuestra la dificultad de sus miembros para dirigir el derrocamiento del régimen marxista en aquel país y también demuestra su sordera intelectual para oir denuncias como las formuladas por Solzhenitsyn.

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Respecto a la financiación del organismo mundial de marras, debemos destacar que Estados Unidos se hace cargo directamente de un tercio de los gastos totales, e indirectamente a través de préstamos y otras fuentes de financiamiento paga el 85% del presupuesto. Detengámonos, un instante, entonces, para contemplar más de cerca la política exterior del principal capitalista de la ONU: Fomenta una extraña política de «detente» con los rusos por medio del actual Secretario de Estado, Henry Kissinger («magnífico en el arte de dar sin recibir nada a cambio», como dijera Ariel Remos), quien en insólitas declaraciones, avaladas luego por la Casa Blanca, amenaza con recurrir a la fuerza si no consigue precios más bajos para el petróleo. Seguramente esa fuerza hubiera sido mejor empleada si se hubiera utilizado en Vietnam, donde después de años de sacrificar vidas en combates tímidos, los americanos decidieron retirarse exponiendo la zona a reiterados ataques comunistas. También esta fuerza hubiera sido necesaria, antes, en Korea, que como el general Douglas MacArthur explicaba: «por primera vez se me negó usar mi potencial militar para proteger las vidas de mis soldados y para el prestigio de las fuerzas armadas. Para mí, esto significaba claramente una situación trágica para el futuro de Korea y del mundo, y me dejó una sensación de shock inexpresable», y en otra oportunidad, refiriéndose al mismo asunto, dijo el general: «Este era el momento para trasladar la victoria militar en una paz políticamente ventajosa. La victoria en la guerra implica consideraciones militares y políticas. El sacrificio militar sería inútil si no fuera debidamente trasladado al objetivo político de la paz. Pero sucedió exactamente todo lo contrario» ...los acuerdos se establecieron sobre bases comunistas.

Otro de los tantos «casos reveladores» es la llamada Crisis del Caribe, de octubre de 1962. Los servicios de inteligencia norteamericanos exhibieron pruebas fotográficas al entonces presidente Kennedy, en el sentido de que los soviéticos estaban instalando bases de cohetes en Cuba, cosa que ponía en peligro la seguridad de EE.UU. Mientras el embajador ruso en Washington aseguraba que tal cosa no era cierta, la Junta de Jefes de Estado Mayor se dirigió al Presidente opinando que se deberían tomar medidas inmediatas para contrarrestar y evitar el referido peligro. Kennedy se dirigió al Premier Soviético, ordenándole que retirara las instalaciones militares en Cuba. El Comité Central del Partido Comunista contestó que efectuarían el retiro siempre que: 1) USA se comprometiera a desmantelar su base militar en Turquía; 2) USA se comprometiera a no invadir la isla y a no permitir que nadie la invada en el futuro; y 3) que las Naciones Unidas serían el organismo encargado de vigilar que se retiraran los cohetes rusos. Estados Unidos accedió a todo. Esto permitió que Khruschev declarara que «la superación de la crisis del Caribe constituye una gran victoria política para la URSS» y en el último viaje del Premier a New York dijo a los periodistas de la UPI: «si no existieran potentes armamentos en Cuba no existiría hoy el comunismo allí». Ahora, el gobierno norteamericano, con la complicidad y el estímulo de algunos otros, vuelve complacidamente su mirada hacia la isla roja, como si quisiera sentar las bases de una nueva y peculiar doctrina expuesta en un conocido aforismo, sólo que un tanto modificado para ser fiel a la época: «América contra los americanos».

En Laos, la política estadounidense mostró inclinaciones similares a los casos anteriores. En junio de 1961 se reunieron Kennedy y Khrushchev en Viena para acordar un gobierno «neutral» en Laos, donde en abril de 1960 luego de elecciones generales 57 de las 59 bancas en la Asamblea Nacional fueron ocupadas por candidatos anticomunistas solidarios con el gobierno presidido por el Príncipe Boum Oum y el comandante en jefe de las fuerzas armadas, general Phoumi Nosavan. Sin embargo, en 1962, Averrell Harriman, representando al presidente Kennedy, se alió con los soviéticos y con China Comunista para imponer un «gobierno neutral» en Laos. Dicho «gobierno neutral» de Sowanna Phouma integró inmediatamente su gabinete con 19 ministros, 16 de los cuales eran del Partido Comunista; acto seguido exigieron la evacuación de las tropas norteamericanas de Thailandia y reorganizaron el ejército, el cual participó activamente en los frecuentes ataques a Saigón.

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Las ilustraciones que hemos ofrecido respecto a la actitud de las Naciones Unidas y a la actual política del gobierno de Estados Unidos se reflejan fielmente en los organismos internacionales y regionales que dependen de la ONU. Así, un análisis que no requiera demasiada profundidad, revela la infiltración izquierdista que padecen CEPAL, FAO, UNCTAD, UNESCO e, inclusive, instituciones de apariencia tan inocente y angelical como UNICEF. Todas estas oficinas están dirigidas por personas claramente identificadas con el socialismo internacional. Con el apoyo de incalculables recursos, distribuyen en gran escala estudios «científicos» y material «educativo» destinados a destruir el orden social basado en la propiedad privada de los medios de producción.

Todo lo que aquí hemos dicho en modo alguno significa que no hayan colaborado con las Naciones Unidas en el pasado, y que no colaboran en el presente, muchas personalidades de ideología irreprochable, de conducta ejemplar y de reconocida capacidad intelectual. Este hecho es incuestionable, pero cuando se estudia el resultado operativo concreto de alguna institución, debemos juzgar por el balance neto y no por los beneficios parciales logrados, ni por las capacidades y las buenas intenciones de algunos de sus miembros.

Es lamentable que Estados Unidos otrora el baluarte del mundo libre se guíe cada vez menos, tanto en lo nacional como en lo internacional, por la filosofía del «american way of life», tan acertadamente descrita por hombres de la talla de Jefferson, Washington y Lincoln, que precisamente hicieron de aquel país un maravilloso ejemplo de cultura y progreso. Pero que estas reflexiones no sirvan como caldo de cultivo para los «antiamericanos crónicos», pues debemos tener bien presente a pesar de todo lo que hemos señalado que Occidente sobrevive de las garras mortales del socialismo gracias a las reservas morales que aún existen en Estados Unidos. Tengamos bien presente que, como están las cosas, cualquier otro país del planeta, en la situación de Norteamérica, ya nos hubiera entregado hace tiempo a las fauces comunistas.

El deber de la hora exige que hagamos un esfuerzo mancomunado para fortalecer y aumentar las reservas morales de Occidente. Todos somos responsables de lo que sucede. Cuando hablamos de infiltración o complot, debemos practicar un cuidadoso examen de conciencia, pues si el complot o la infiltración tienen éxito es porque el receptor estaba propenso a la enfermedad, de otra manera no sería receptivo y rechazaría el mal. Nuestro problema es de carácter ideológico, debemos aclarar ideas equivocadas, tan arraigadas y enquistadas en las mentes incautas, y defender en todos los frentes los principios morales que permiten al hombre vivir y conducirse como tal en una sociedad civilizada.


[i] Ver «The FearfuI Master, a second look at the United Nations», de Edward Griffin.