Año: 20, Febrero 1978 No. 408

WALT DISNEY

Ejemplo clásico de lo que es y representa la iniciativa privada

HiIary Arathoon

Todos hemos oído hablar de iniciativa privada, pero raras veces oímos hablar de iniciativa pública, por una sencillísima razón. Una iniciativa es una idea que surge en la mente de un individuo y que si las condiciones son propicias, germina, crece y fructifica. Sólo los individuos tienen mente. No hay mentes colectivas, aunque a veces sucede que varios individuos coinciden en una misma idea y están dispuestos a apoyarla. Pero las ideas surgen de las mentes de los individuos y es importante que éstos gocen de un clima de libertad para poder desarrollarlas. Sólo donde los medios de producción están en manos de particulares es eso factible, pues si la ayuda que necesitan les es denegada en alguna parte, pueden acudir a otras fuentes de aprovisionamiento para obtenerla. En cambio donde los medios de producción están en manos del gobierno, éste es el único que los puede ayudar y si éste no les ayuda, la idea fenece.

Generalmente la forma en que actúa un gobierno al presentársele cualquier iniciativa, es nombrando un comité para que la investigue. Lo cual es la mejor forma de matar una idea. Entre más grande el comité, más difícil será que sus miembros se pongan de acuerdo y lo más probable es que la idea termine engavetada o desechada. Por eso los países libres son los más fecundos en ideas o iniciativas. Es decir en invenciones nuevas que no sólo facilitan nuestras labores, sino que hacen más cómoda y confortable nuestra existencia. En cambio los países que no gozan de libertad, son estériles en ese sentido. Podemos decir que son huérfanos de ideas. Si examinamos el mundo a nuestro alrededor, hallamos que todo cuanto contribuye a hacer más agradable y placentera nuestra existencia, proviene de los países en que se goza de un clima de libertad.

Para ilustrar nuestra tesis hemos escogido a Walt Disney, ejemplo típico de lo que en los Estados Unidos de Norteamérica llaman: «a self-made man» («un hombre que se forjó a sí mismo»).

Walt Disney nació en Chicago el 5 de Diciembre de 1901. Su padre era de origen irlandés-canadiense y su madre de origen alemán-americano. Ambos eran de clase obrera, siendo Walt el menor de cinco hijos.

Walt jamás terminó el «high-school» o bachillerato. No puede decirse por lo tanto que su condición era privilegiada. Su disposición para el dibujo hizo que desde temprana edad se interesara en las tiras cómicas. De repente vio la posibilidad de hace tiras cómicas animadas, o sea la de trasladarlas a la pantalla, lo cual no era en sí nada novedoso, pues el secreto de impartir movimiento a una figura a través de una secuencia de cuadros intercambiables en serie, es un truco viejo y conocido desde la época de las antiguas linternas mágicas, si no antes. Sin embargo, Walt vio en ello posibilidades no explotadas. Hizo una prueba en la que combinó la imagen de una niña con dibujos animados. Se intituló: «Alicia en el país de la tira cómica». Con esa cinta y cuarenta dólares en efectivo en el bolsillo se trasladó cuando tenía veintidós años a Hollywood y poco después, él y su hermano Roy se instalaron en un garage y fundaron una empresa con un capital de setecientos noventa dólares. Tres años más tarde obtuvieron su primer contrato con la compañía de películas «Universal» por la serie del conejo Oswaldo. Ciertas discrepancias motivaron un rompimiento, la compañía decomisó la serie y Walt Disney se vio precisado a crear nuevos personajes. Afortunadamente le sobraba imaginación y pudo crearlos a cual más divertidos como el perro «Goofy», la vaca «Claribela», etc. Finalmente en 1928 hizo su aparición el ratoncito Mickey y con él cambió su fortuna. Sin embargo, Walt siguió experimentando y nueve años más tarde producía su primera cinta de largo metraje: «Blanca Nieve y los siete enanitos». Más tarde vino «Pinocho», seguida por la que fue su obra más ambiciosa: «Fantasía», la más artística de todas. En ella creó una nueva especie de ballet usando como bailarines creaturas de su imaginación. Inspirándose en la naturaleza, creó figuras que luego animó al compás del «Rito de Primavera, de Stravinsky, de la «Danza de las Horas» de Ponchielly, de «El Cascanueces» de Tchaikowski, de «La Pastoral» de Beethoven, de «La Danza Macabra» de Saint Sáenz, etc. Intentó también armonizar un conjunto de concepciones abstractas en movimiento con la música de Bach, pero en esto fracasó. A pesar del triunfo obtenido con las demás, Disney comprendió que el nuevo medio tenía sus limitaciones. Quizás el éxito de taquilla no correspondió al esfuerzo requerido en producirla, lo cierto es que de allí en adelante se circunscribió a temas más sencillos y seguros.

Vino la guerra y Walt Disney y su estudio donde empleaba ya más de setecientos hombres fueron requisados para contribuir al esfuerzo bélico. Una de las tareas que le fueron encomendadas fue la de mejorar las relaciones con Latinoamérica. Tras de un viaje por México y Sudamérica, Disney produjo la cinta «Los tres caballeros». En dicha cinta hizo su aparición Pato Donald representando a Estados Unidos de Norteamérica, Pancho Pistolas representando a México y el Loro Carioca representando al Brasil. El Pato Donald fue de todas sus creaciones la que alcanzó mayor popularidad, pues sus aventuras aparecían reproducidas en las revistas de muñequitos e historietas cómicas que eran devoradas con gran gusto por la juventud.

Más tarde vino la diversificación. Se filmaron otra clase de películas, pero siempre destinadas a la juventud. Películas morales que podían ser vistas por niños de cualquier edad. También se crearon programas de Televisión, Hoteles y los emporios de turismo: «Disneylandia» en julio de 1955 y «Disneyworld» en octubre de 1971, los cuales atraen millones de visitantes del mundo entero, año con año. Al único que le fue vedada la entrada a «Disneylandia» por motivos de seguridad, fue al dictador ruso Nikita Khrushchev, lo cual casi motivó un incidente diplomático entre las dos naciones.

El éxito alcanzado por Walt Disney fue mundial. Durante su vida recibió treinta «Oscares», cinco diplomas de doctor honoris causa y novecientas recompensas de distintas clases, entre las que sobresale una medalla acuñada en su honor por la Sociedad de Naciones «por su buena voluntad internacional». Walt Disney murió en Burbank, California en Diciembre de 1966, pero las empresas por él fundadas han continuado creciendo y multiplicándose. La continuación de la obra de Walt quedó a cargo de Wolfgang Rotherman, su discípulo predilecto, quien continuó produciendo películas como «Los 101 Dálmatas», «Merlín el Encantador», «Robin de los bosques», etc. Hoy se estima el valor de las empresas de Disney en más de seiscientos treinta millones de dólares. Imagínese el lector los miles de personas que se beneficiaron y quienes se siguen beneficiando gracias a las producciones de Walt Disney. No sólo los consumidores que gozan de las producciones, sino el sinnúmero de personas que en una forma u otra participan en la producción, tales como: escritores de guiones cinematográficos, diseñadores, dibujantes, animadores, escenografistas, compositores, músicos, actores, camarógrafos, extras, traductores, publicistas, arquitectos, ingenieros, constructores, albañiles, carpinteros, electricistas, taxistas, hoteleros, guías, etc., así como gentes de otras partes del mundo tales como: el personal de las agencias de turismo, de las compañías de transporte aéreas y por mar, de los ferrocarriles, de las cadenas de hoteles, etc. El número es sencillamente ilimitado y por consiguiente imposible de precisar.

Claro está que un personaje del calibre de Walt Disney no pudo dejar de despertar envidias y crear animosidades. Una de sus creaciones, el Pato Donald fue el blanco de los ataques de los estudiantes de la Universidad Católica de Chile en tiempos de Allende, quienes publicaron un libro: «Para leer al Pato Donald» que luego halló difusión por toda Latinoamérica. En él se acusa a Pato Donald (léase: Walt Disney) de: no promover lo que se ha dado en llamar: «un cambio de estructuras», de no descubrir las lacras sociales y tratar de extirparlas, de no promover la lucha de clases, de propiciar la explotación y el colonialismo particularmente de los habitantes de lo que han dado en llamar: «el tercer mundo» o sean las naciones subdesarrolladas y de pretender que éstas permanezcan en eterno subdesarrollo para beneficio de los dominantes. Evidentemente dichos estudiantes no se daban cuenta que para que dichas naciones permanecieran subdesarrolladas, no se necesitaba de la colaboración de nadie, ya que bastaba y sobraba con lo que ellos mismos hacían al perseguir y hostigar a los hombres de empresa, quienes eran y son los únicos capaces de sacarlos del marasmo en que se encuentran. Para efectuar el milagro de sacarlas del subdesarrollo se necesitaría de unos cuantos empresarios del calibre de Walt Disney, pero esos individuos necesitan ante todo de un clima de libertad y seguridad para el desarrollo de sus actividades, y en tanto no gocen de ese clima, no podrán desarrollarlas.

Estados Unidos de Norteamérica es uno de los pocos países del mundo entero que sí brinda ese clima de seguridad y por eso es que los inversionistas acuden a él para montar sus fábricas y fincar sus inversiones. Hoy día hay más de treinta mil millones de dólares procedentes del Japón y países europeos fincados en dicho país. Es una lástima que Hispanoamérica no pueda brindar a los capitales extranjeros las mismas garantías y seguridades. Es tiempo ya que comprendamos y reconozcamos que la mayor fuente de riqueza con que podemos contar (mayor aún que las riquezas naturales) es el poder creador de la mente humana. Ojalá que en vez de obstaculizar y perseguir en nuestro medio a la gente creadora, lográramos permitir que se desarrollaran libremente en beneficio no sólo de ellos mismos, sino de la comunidad, ya que nadie puede beneficiarse a sí mismo sin beneficiar a la vez a cuantos lo rodean hasta abarcar a la humanidad entera.