Año: 22, Enero 1980 No. 454

N.de D.: El Dr. Rodolfo J. W. Vinellí es presidente del «Círculo de la Libertad» con sede en Buenos Aires, por lo cual las alusiones que hace de la constitución nacional se refieren a su país, Argentina.

La Propiedad Privada y la Libertad

Rodolfo J. W. VineIIi

La propiedad privada representa el avance de la civilización, la justicia, la libertad, el progreso, la paz y la felicidad de los pueblos.

A menudo ha sido atacada y suprimida, pero siempre volvió a emerger victoriosa en la eterna lucha entre el mal y el bien, entre la arbitrariedad y los valores morales. Propiedad significa algo que es propio, de pertenencia individual por encima de toda intervención del Estado o de terceros. Es un derecho absoluto conquistado a través de siglos, en luchas heroicas después de grandes sufrimientos por la servidumbre a que la humanidad estaba sometida por las concepciones de los gobiernos despóticos.

No en vano se denomina «bienes» a lo que se posee en propiedad, ya que en todos los países occidentales es reconocida como una de las más preciadas conquistas del individuo, como uno de los más sólidos pilares del derecho. Ya en la antigua Grecia, Aristóteles fue uno de los más grandes defensores del derecho de propiedad, fundamentándolo como la ley natural de su uso.

En la República Romana, Cicerón condenó severamente el comunismo de Platón, las leyes agrarias, las tasas, impuestos y demás gravámenes sobre las propiedades, las confiscaciones y demás medidas tendientes a la distribución igualitaria del suelo, luchando férreamente en defensa de la libertad y del derecho de propiedad evitando la degeneración y la anarquía.

Los juristas romanos incoaron las leyes de protección a la propiedad y abogaron por la institución de su privacidad en virtud del carácter liberal que los animaba y se consagraron como los grandes protectores del derecho que consideraron esencial para el progreso de la humanidad.

Los filósofos de la Edad Media defendieron el derecho privado y demostraron sus ventajas en la lucha contra la pobreza y en beneficio del bienestar general apoyaron con énfasis el sistema de la propiedad privada frente al todopoderoso Estado, sus sistemas impositivos distorsionados, los privilegios, el abuso de los gobernantes y la coacción impuesta por las leyes aberrantes y destructivas.

La religión cristiana desde sus orígenes luchó contra las ideas comunitaristas que consideró basadas en utopías y desarrolló la teoría de la propiedad privada libre de privilegios y plena de garantías. Santo Tomás y su maestro Alberto Magno proclamaron que la propiedad privada es natural y buena, reconociendo su legitimidad y necesidades en base al trabajo, a la creatividad, lo que representa la civilización y progreso.

Los reformistas de la Iglesia consideran aún con mayor énfasis a la propiedad como un alto valor ético, ya que estaba sancionada en las Sagradas Escrituras. Ellos estimularon así las energías del hombre y tuvieron gran influencia en el progreso de los pueblos de Inglaterra, Suecia, los Países Bajos, Estados Unidos y Alemania. Lutero dijo que la propiedad adquirida con trabajo es el estímulo a la producción y ayuda a la paz y al bienestar general, y demostró que los sistemas compulsivos del comunismo conducen a la miseria, a la injusticia, a la guerra y al mayor desastre del ser humano. Calvino a su vez compitió con Lutero en tal defensa, reafirmando el valor de la propiedad privada como doctrina de divinos derechos, ordenando su protección.

Los presbiterianos repudiaron los ataques al derecho de propiedad y las ideas de los bienes comunitarios, y los puritanos señalaron que la propiedad privada es una bendición para los individuos y para bien de la sociedad, considerándola esencia de la justicia.

La revolución democrática Inglesa fue el mayor desafío a la utopía de los derechos divinos de los reyes frente al derecho de propiedad privada que emergió con una mayor pujanza como un símbolo de civilización y en Francia el Código Napoleónico fue considerado el código de la propiedad, destruyendo las sofísticas teorías de los jacobinos igualitarios.

Frente al absolutismo y a las ideas disociadoras de la sociedad, fue creciendo la idea de gobierno limitado por los derechos individuales, encabezado más adelante por John Locke, filósofo genial en el desarrollo de la teoría de los derechos naturales, declarando que el gobierno debe primariamente proteger tales derechos y debiera ser abolido por revolución si arbitrariamente infringe la ley natural suprema del individuo.

El escocés David Hume defendió tales principios de justicia como sistema utilitario para una sociedad civil, y en el continente, Montesquieu, en apoyo de sus Ideas de libertad, proclamó el derecho de propiedad como estado de naturaleza y la ley civil que asegura la prosperidad y la felicidad de la gente.

La gran revolución del pensamiento la constituyó el aporte sublime de la filosofía liberal en los últimos doscientos años, iluminando con razonada ciencia el mundo contemporáneo señalando el camino de la paz, del progreso y de la dignificación humana. Fueron sus más modernos inspirados Adam Smith, Ricardo, Spencer, McCulloch, Mills, Cobden, La Liga de Manchester, Say, Dunoyer, Tocqueville, Bastiat y más tarde la escuela austriaca encabezada por Bohm-Bawerk, Meneger, y de allí el gran maestro von Mises y sus notables alumnos hasta nuestros días.

Esa pléyade de luminarias ha reafirmado sin excepción los valores esenciales de la propiedad privada, del gobierno limitado, sólo encargado de proteger los bienes y la libertad, la moneda, la paz y la justicia, con cuyas limitaciones el peor gobierno pueda hacer el menor daño posible.

Nuestra Constitución de 1853, por su parte, establece taxativamente que la «propiedad es inviolable» y da con esta sentencia, la idea concreta del correcto sentido en que debe interpretarse un derecho. Dicha interpretación, la única coherente con los principios de la libertad, implica una actitud defensiva.

Los derechos individuales deben ser barreras absolutamente inviolables contra la acción violenta de los demás. Ya sea un individuo, un grupo de ellos, la sociedad toda o el gobierno. Caso contrario, no son derechos sino permisos otorgados por mandatarios todopoderosos o parlamentos totalitarios. No se puede tener «un poco» de derechos individuales. Se goza de estos derechos de esas defensas contra la acción violenta en forma absoluta, o se es «más o menos» esclavo.

Por eso las constituciones liberales como la nuestra son rara perfección y no requieren modificación alguna como algunos insólitamente pretenden. Lo que es indispensable es su estricto cumplimiento y recordar que quienes la juran y la violan son traidores a la patria, tal como lo dice el artículo 28 de la Constitución Nacional y conspiran contra los ciudadanos, contra su más cara conquista, esencia de nacionalidad y gloria de la superior gesta civilizadora.

América surge con la atracción de estas concepciones filosóficas políticas de tan elevado vuelo y la ley se impone como fundamental en sus constituciones forjadas tras las revoluciones surgidas para proteger los derechos de propiedad conculcados por las leyes opresoras de las monarquías omnipotentes. El colonialismo destructor y servil hubo de ser derrotado para que pudieran resurgir las banderas de la libertad afianzando el derecho de propiedad individual absoluto.

Las declaraciones de independencia de los países americanos son extensos documentos en defensa de la propiedad, de la vida y de la libertad en procura de la felicidad. Jefferson, Hamilton, John Adams, San Martín, Belgrano, Bolívar y Martí fueron los héroes que impusieron la libertad y el derecho de propiedad antes avasallado. Los grandes pensadores en nuestro país afianzaron y dieron forma a los grandes ideales, Instituidos luego en la Constitución Nacional. Allí están las figuras eminentes de Mariano Moreno, Juan Bautista Alberdi, Sarmiento, Urquiza y Mitre, pilares de la historia argentina, junto con quienes siguiendo sus huellas geniales, nos legaron el monumento legal de nuestro occidental estilo de vida, que es la heredad de los filósofos, teólogos, juristas, todos quienes desde Aristóteles defendieron los principios inmutables del derecho de propiedad, base de la libertad individual, esencia de la cultura, de civilización, del progreso y del mejoramiento espiritual del hombre.

Ludwig von Mises, Hayek, Read, Hazlitt, D. Villey, H. W. Hutt, D. Hume, W. Ropke, De Jouvenel, Erhard, Rueff, F. H. Knight, Ashton, M. N. Rothbard, B. Leoni y los sabios economistas y filósofos argentinos y muchos otros liberales difundieron las sanas teorías de la propiedad privada.

Pero siempre hay que defender el derecho como la libertad, como la virtud, porque siempre están los ciegos, los obcecados, los equivocados, los interesados o quienes inadvertidamente se suman a las fuerzas negativas del mal.

En los momentos de Reorganización Nacional el derecho de propiedad debe prevalecer incólume como el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Todo ataque o desliz perturbador debe defenderse en lucha abierta y clara porque está entonces en juego la esencia misma de nuestra nacionalidad, de nuestras instituciones proclamada en la Constitución Nacional, que es la más sagrada heredad de nuestra patria.

Recordemos que hay muchas formas de abolir la propiedad privada, o sea las bases de la libertad; por expropiaciones, reglamentaciones, cargas vejatorias impositivas, prohibiciones, coacciones, planeamientos, restricciones de uso, discriminación de subdivisiones, o directamente poniendo en manos de burócratas la interpretación de montañas de leyes inconsultas y absurdas que, pretendiendo defender intereses superiores, atentan contra el derecho natural de los ciudadanos, tal como lo denunciaron Aristóteles, Cicerón, Adam Smith, von Mises y Alberdi.

Las doctrinas liberales que la Argentina plasmó en su Constitución Nacional, deben ser defendidas como el bien supremo que los padres de la patria nos legaron. La propiedad privada es uno de los más sólidos puntales sobre los que se afianza la libertad individual en encontrada oposición a todos los regímenes de izquierda o de derecha que avasallan la personalidad humana frente al Estado omnipotente que sólo crea miseria, destrucción y aniquilamiento del pueblo, desembocando finalmente en las más grandes tragedias.

Con justicia, dice Gottfried Dietze en su libro «In Defense of Property» «La propiedad privada es la base del derecho, de la cultura, de la civilización y de la libertad».

Las regulaciones socialistas, el fascismo, el nazismo y el comunismo son sus más implacables enemigos. Los lobos con el manto de cordero pretenden sumir al hombre nuevamente en la esclavitud, quitándole los más caros derechos conquistados: la propiedad y la libertad.

«Defender la propiedad es defender la libertad»

CEES