Año: 27, 1985 No. 589

N. D. Este artículo es un breve intento de aclarar el concepto de «marginalidad» que tan útil es para el correcta análisis de los problemas económicos.

EL RACIONAMIENTO EN LA ECONOMIA SOCIAL DE MERCADO

Manuel F. Ayau C.

El precio del maíz como ejemplo es el mismo para el que proviene de buena o de mala tierra. La razón es muy simple: En iguales condiciones de calidad y localización, nadie puede vender más caro de lo que el cliente puede comprar a otro vendedor. Y el que vende más barato, acapara el mercado hasta que rápidamente se termina su existencia. Y, si suponemos que a ese bajo precio él puede abastecer todo el mercado, nuevamente sólo habrá un precio... el de él.

La única salvedad que aquí debe hacerse es que cuando hay diferentes precios, como a veces ocurre, es simplemente porque el comprador no está enterado, porque la transmisión de información en este mundo no es ni instantánea, ni perfecta. Lo cierto es que siempre habrá una tendencia para que exista un solo precio (el precio «de mercado»), y que esa tendencia será más efectiva según si de lo que se trata es de uso más común.

Por ello es que cuando todos los vendedores de cualquier cosa venden al mismo precio, no es porque están de acuerdo, sino porque es imposible vender a diferentes precios.

Por ejemplo, las divisas son de uso muy común. Por ello es que dentro de límites de precio muy pequeños, la gente sabe a cómo está el dólar y nadie lo venderá ni más barato, ni más caro del precio «de mercado». No es así cuando se trata de algo de uso especializado, y por eso, «cuesta» más averiguar cuál es el precio de mercado de una barra de antimonio, y aún más, cuánto cuesta un circuito impreso para un cronómetro.

Pero para cualquier cosa es cierto que siempre se da la tendencia hacia un solo precio por una cosa de la misma calidad y localización.

Regresemos al maíz. Una persona toma o deja el precio, no importando cuánto cuesta producirlo. Si su costo es menos que el precio «de mercado», y le deja ganancia, ya es rentable la producción de esa cantidad específica de maíz. El precio no lo establece la suma de costos más la utilidad, ni tampoco lo establece a su antojo el productor. Si así fuere, nadie jamás perdería y consecuentemente no habrían problemas económicos ni pobreza.

El resultado positivo de la resta: Preciocosto = utilidad o pérdida, es primordial condición para que se produzca cualquier cosa, pues no se va a producir si el precio no es mayor que el costo. Pero no es la ganancia el único requisito: debe ser, además, más rentable que producir otra cosa con los mismos recursos complementarios. Si no, no podrá el productor competir en la obtención de recursos complementarios.

Lo que importa es la rentabilidad comparada, y no absoluta. Es el rendimiento económico comparado lo que asigna el uso de recursos. Esa es una de las funciones sociales de las utilidades.

Pero tampoco termina allí el cuento. Es la rentabilidad comparada al margen que asigna el uso de recursos. Y tampoco es solamente la rentabilidad del producto final lo que cuente, sino también la rentabilidad comparada al margen de los insumos complementarios.

* * *

AL «MARGEN»

Para producir un pantalón o una libra de maíz, se necesita una combinación de recursos. Algunos de ellos son comunes a cualquiera de las dos producciones (mano de obra, capital, infraestructura, tiempo, energéticos) y otros específicos, como la tela para el pantalón o el abono para el maíz. Lo cierto es que siempre se necesita una combinación de recursos complementarios.

Pero todos los recursos se deberán adquirir en competencia con otros compradores, y su adquisición tiene un costo. Y tienen precio porque tienen otros y diversos usos. Hay competencia en la compra de los mismos. (Los costos son la suma de los precios de los insumos).

Como se trata de adquirir recursos para producir alguna cosa, antes de adquirir nada, primero se establecerá qué es lo que se ha de producir para decidir si se compran máquinas de coser o tierra agrícola, según la rentabilidad comparada entre las dos actividades. No es obligado por las estrellas producir una u otra. El «mercado» adulterado o no indicará qué es más rentable. Y, salvo los errores (nadie es perfecto) el uso de los recursos serán así asignados.

Partes de una finca son más fértiles que otras. Unas fincas son más fértiles que otras. Unas regiones enteras son más fértiles que otras. Esa variedad es la realidad. Y por supuesto, la fertilidad está reflejada en el precio de la tierra, porque el precio de una tierra depende de su capacidad de producir una renta futura. Una tierra que sí produce un producto pero a un costo mayor que su precio de mercado, no vale nada.

Por ello es que se dice «una finca vale 4 veces la utilidad esperada» y frases parecidas.

Una finca, por estar compuesta de áreas de diferente rentabilidad, se sembrará en orden de fertilidad: primero, lo más fértil, pues es en lo que más se gana. Si la rentabilidad permite competir por los recursos complementarios, se sembrará más y más, hasta agotar el área donde todavía es rentable asignar esos recursos complementarios, dado el precio de mercado del producto comparado con el precio de los insumos. El área adicional que ya no es rentable, no se sembrará, porque consume riqueza. No agrega riqueza al dueño, y por tanto, a la comunidad.

El área que al precio de ese momento está entre que sí o que no es rentable, es el áreamarginal. Lo que allí se produce es la producción marginal. La producción marginal es la producción adicional que «justo» cubre los gastos adicionales de producirla.

Si el precio del producto sube un poquito, cierta cantidad de tierra se vuelve rentable (deja de ser marginal) y otra que aún era menos rentable se convierte en marginal. Si el precio del producto baja, una cierta área que era marginal se convierte en no-rentable y otra cierta cantidad que era rentable se convierte en marginal.

El efecto de una pequeña alza de precio no hace mucha diferencia en lo que ya era rentable: pero es determinante en lo que estaba al margen de ser rentable o no. Igualmente, el efecto de una pequeña baja de precio, tiene su efecto determinante al margen. Lo que ya no se produciría porque causaría gran pérdida, obviamente no es modificado por un pequeño cambio de precio.

Un pequeño cambio en el precio «de mercado» cambia la decisión «aI margen». No es el costo «promedio» el que interesa. El costo promedio siempre está, por definición, entre el costo más bajo y el más alto que todavía es rentable: una baja de precios disminuye la producción «al margen» y un alza la aumenta «al margen».

Es así como una pequeña alza de precios del producto provoca la desaparición de un déficit en el mercado, porque un déficit siempre es un porcentaje pequeño del total.

Un déficit se corrige con un aumento de producción «al margen», y un excedente con una disminución también «al margen», y siempre se inicia gradualmente.

Por ello es que para apreciar el efecto de cualquier política económica, debe observarse su efecto al margen y no en promedio o en conceptos «macro-económicos», so pena de equivocarse. Las personas toman sus decisiones al margen. Siempre.

El precio «de mercado» gradúa la producción (oferta) a manera de que sea rentable producir la cantidad que la gente puede y desea comprar (demandar). Eso es lo que quiere decir que la «oferta» y la «demanda» determinan precio al cual se logra reunir los recursos complementarios para hacer coincidir la cantidad que la gente puede y desea adquirir con la cantidad que la gente, a ese precio, desea producir. Por ello se denomina precio de equilibrio. Desde luego ese precio se determina al margen. Así como hay producción marginal, también hay consumo marginal y este es la cantidad adicional al grueso del consumo que es afectada por un pequeño cambio de precio.

Es así que un alza en el precio reduce, primero, el consumo marginal. Elimina el consumo menos justificado, y encarece pero no elimina el consumo que sí puede justificar un precio ligeramente mayor. En esa forma, el racionamiento espontáneo se lleva a cabo en forma lógica: primero se eliminan los usos de menor prioridad.

Cuando no se permiten esos continuos ajustes –esas variaciones de precios y por tanto la oferta y demanda no se ajusta al margen, los ajustes ineludibles se tornan en esporádicos y graves.

Así como es la última libra la que rompe la pita, y es la última gota la que hunde la lancha, la importación marginal es la que causa el déficit de divisas, y una pequeña alza de precios oportuna es la que corrige un faltante.

* * *

Vivimos en un mundo en el cual las cosas que nos proporcionan comodidad y satisfacciones hay que producirlas porque no caen del cielo ni crecen por sí solas. Hay que crear la riqueza. Y como cada cosa que se crea es el resultado del consumo (destrucción) de algún recurso (si queremos una mesa hay que destruir un árbol), indefectiblemente tenemos que escoger, racionar, incurrir en un «costo de oportunidad».

Si queremos ir al museo tenemos que sacrificar ese tiempo, pues ya no lo podemos aprovechar para otra cosa. Si queremos andar en carro, tenemos que quemar la gasolina.

Y como queremos muchas cosas, y lo que podemos producir es limitado, tenemos que racionarlo.

Pero solamente existen tres métodos de racionamiento: 1) el sistema de colas, 2) el sistema de cuotas distribuidas con algún criterio discriminatorio de prioridad y 3) el sistema de precios.

Solamente el sistema de precios raciona reduciendo la demande al margen mientras estimule la producción al margen. Los otros métodos de racionamiento utilizan algún criterio de discriminación que no es el de rentabilidad al margen, y por tanto, causan una pérdida social neta insoslayable. Causan un desperdicio de recursos incalculable, debido a que por el lado del consumo se continuará utilizando la cosa en usos de menor prioridad para los cuales habrán sustitutos más accesibles o se puede prescindir del todo, con menor sacrificio, precisamente por ser marginal. Si se raciona con cualquier otro criterio, causará mayor escasez aún, precisamente de las cosas para las cuales no hay fácil sustituto. Es decir, se raciona sin lógica.

Por el lado de la oferta también ocurre distorsión cuando el racionamiento no es al margen. Si no se permite un alza inicial en el precio, no se podrá atraer recursos para incrementar la producción marginal de lo que se trate. Por tanto, se continuará usando algunos insumos en cosas de menor prioridad el margen. Si no se permite bajar el precio, se seguirá atrayendo recursos para producir cosas que, por ser marginales, al dejar de producirse liberarían insumos complementarios para otros usos de mayor prioridad real.

No importa cuántas vueltas se le dé el argumento, un precio tope o mínimo, causará una insoslayable pérdida social por el hecho de que no raciona ni estimula al margen.

El argumento se aplica también al precio de las divisas (la paridad).

Como la producción de divisas es finita (escasa) hay que racionarla. Tanto un déficit como un superávit en la balanza de pagos tiene inconvenientes. Un cambio pequeño en el precio de la divisa engendra mecanismos del mercado tendiente a corregir un déficit o un superávit, porque su efecto es al margen. Por el lado de la producción, una pequeña alza de precio de la divisa, incrementa el ingreso del agricultor y lo induce a invertir un poquito más en abono, en limpiar, y quizá en aumentar, marginalmente, el área sembrada.

Esa misma alza encarece un poquito las importaciones, y así reduce el consumo marginal de divisas.

Si baja la producción de divisas por cualquier causa, el ajuste del precio de las mismas tiene su efecto correctivo también al margen, para así compensar la baja en producción con un alza en precios y afectar así la producción y el consumo (de divisas) marginal.

Tanto el estímulo a la producción como el racionamiento al consumo sucede al margen, simultáneamente y de forma oportuna.

Bajo cualquier otro sistema de racionamiento que no sea el de mercado, no se estimula la producción.

En donde fallan los socialistas es que para ellos la producción es automática. Según Marx, las Fuerzas Productivas Naturales se encargarán de ello. Algo así como las estrellas. Se olvidan que la producción es un acto volutivo que involucra escoger (optar, descartar, etc.) entre múltiples opciones, y que por consiguiente se tiene que tener criterios para ejercer la discriminación implícita en cualquier sistema de racionamiento.

La económica asignación de recursos es muy precaria: implica consumo fatal de recursos y de tiempo para producir algo que se aprecia más que lo consumido. Esas diferencias precarias, cuando son positivas aumenten la riqueza de una sociedad. Y es tan pequeña esta «utilidad» aún cuando se asigna con acierto, que con fallar un poquito se esfuma y se quedan pobres países enteros.

Los precios del mercado cumplen muchas funciones sociales solamente cuando son precios reales. Es decir, cuando son el resultado de intercambios voluntarios de patrimonios privados. Y, si bien, por ignorancia se podrá jugar casita con ellos, no se puede evitar pagar con más pobreza el precio de tan pueril proceder.

Gobierno Justo y Estable

Si cada hombre tiene el derecho de defender, aun por la fuerza, su persona, su libertad y su propiedad, varios hombres tienen el Derecho de concertarse, de entenderse, de organizar una fuerza común para encargarse regularmente de aquella defensa.

El derecho colectivo, tiene pues, su principio, su razón de ser, su legitimidad, en el derecho individual; y la fuerza común, racionalmente, no puede tener otra finalidad, otra misión, que la que corresponde a las fuerzas aisladas a las cuales substituye.

Si existiera un pueblo constituido sobre esa base, me parece que ahí prevalecería el orden, tanto en los hechos como en las ideas. Me parece que tal pueblo tendría el gobierno más simple, más económico, menos pesado, el que menos se haría sentir, con menos responsabilidades, el más justo, y por consiguiente el más perdurable que pueda imaginarse, cualquiera que fuera, por otra parte, su forma política.

LA LEY, FREDERIC BASTIAT, 1801 1850

«Una ojeada al sistema económico y a los métodos totalitarios –los del bloque soviético, por ejemplo – basta para mostrar que la propiedad estatal de los medios de producción no conduce a un incremento de la riqueza del pueblo, sino, al contrario, a su explotación. En tanto que sucede justamente lo contrario con los países y los pueblos libres, denunciados a causa de su pretendido capitalismo, pero que ilustran claramente cómo la propiedad privada de los medios de producción contribuye cada vez más al bienestar general»

Erhard