Año: 29, Abril 1987 No. 628

N. D. Este artículo apareció en el semanario conservador «Human Events», en su edición del 21 de febrero de 1987. El título original es «Hike in Minimum Wage Would Hurt the Poor». Donald Lambro es un conocido analista de temas económico-laborales. Tradujo Giancarlo Ibárgüen

EL SALARIO MINIMO PERJUDICA A LOS POBRES

Por Donald Lambro

El presidente del Comité de Trabajo del Senado de los Estados Unidos, Edward M. Kennedy (Demócrata por Massachussets) va a presionar para que se incremente el salario mínimo este año, preparando así el escenario para otra batalla entre empleadores y empleados alrededor de este tema tan controversial.

Perdido en la confusa retórica se encuentre el hecho innegable de que el salario mínimo, mantenido en US$3.35/hora desde 1981, es el factor más agravante del desempleo entre los trabajadores jóvenes y sin experiencia, especialmente de los grupos étnicos minoritarios.

La ironía reside en que Kennedy ha hecho prioritario el tema del alza del salario mínimo cuando algunos de sus más antiguos aliados políticos han estado demandando un salario submínimo para ayudar a crear trabajos para los desempleados crónicos estadounidenses.

El año pasado, por ejemplo, la Asociación Nacional de Alcaldes de Raza Negra hizo un llamado para que hubiera un diferencial durante los meses de verano para ayudar a reducir el desempleo en las áreas metropolitanas de escasos recursos, en las que el índice de desempleo va desde el veinte hasta el cuarenta por ciento y más. A los alcaldes se les unieron la Asociación Nacional de Contratistas de grupos étnicos minoritarios, la Asociación Cubano- Americana y muchas más.

Persistentemente, el alto índice de desempleo entre los jóvenes, aún cuando el índice de desempleo total ha caído, ha sido una llaga en los Estados Unidos por la falta de oportunidades con el resultado de vidas vacías y desperdiciadas que contribuyen al abuso de las drogas, a la pobreza y al crimen.

Aún cuando varios factores han agravado el desempleo entre los adolescentes, el inflexible salario mínimo por hora es el factor principal. El salario mínimo ha situado cruelmente afuera del mercado a los jóvenes sin vocación y a los que tienen poca educación.

El resultado: las gasolineras que antes generaban trabajos para muchos jóvenes que despachaban gasolina y limpiaban vidrios, ahora han sido reemplazados con sistemas automáticos que utilizan a un solo empleado, detrás de una caseta para manejar toda la operación. Los servicios de ensalada y «buffet», al estilo «sírvase usted mismo», son mucho más baratos de operar que un restaurante que emplee un equipo de meseros jóvenes.

Es en este tipo de trabajos de aprendiz en donde se gana experiencia, se adquieren buenos hábitos de trabajo y se está en posición de subir por la escalera económica.

Si multiplicamos éstos y otro sin número de ejemplos, por millones de empresas se empieza a ver el problema en todas sus devastadoras dimensiones.

No obstante, el Congreso se opone inflexiblemente a poner en vigencia el más modesto programa de salarios mínimos para jóvenes durante las vacaciones de verano, aceptando ciegamente el argumento de las confederaciones sindicales AFL-CIO de que el resultado sería que los trabajadores jóvenes desplazarían a los viejos de sus trabajos.

La verdad es que pocos patronos van a arriesgar reemplazar a sus empleados adiestrados con trabajadores de medio tiempo, cuya productividad podría ni siquiera igualar, menos aún exceder su paga. Esa práctica de despidos, por otro lado, sería prohibida por la misma ley.

El economista de color de la Universidad George Mason, Walter Williams dijo: «En su mayoría, los adolescentes contratados al nivel de salario submínimo llenarían nuevas plazas o plazas Velas rehabilitadas. Por ejemplo, podrían surgir de nuevo acomodadores en los cines, así mismo, los hoteles podrían decidir emplear trabajadores de limpieza de ventanas y corredores».

Numerosos estudios han revelado el efecto nefasto que el salado mínimo ha tenido en la creación de nuevos trabajos en general. Un reporte de 1983, preparado por la Oficina General de contabilidad del estado, el brazo investigador del Congreso, concluyó que el salario mínimo no sólo redujo la existencia de empleos a nivel nacional sino que también disminuyó la existencia de trabajos a nivel de aprendiz de primer ingreso, al mismo ritmo como ha subido el salario mínimo.

Entre otras cosas, esa agencia federal encontró un acuerdo casi absoluto respecto a que el número de empleos es más bajo de lo que hubiera sido de no haber existido el salario mínimo; aún durante períodos de crecimiento e incrementó en el nivel de empleo.

En 1981, la Comisión para estudiar el Salario Mínimo, creada por el Congreso, también descubrió que cuando el salario mínimo oficial sube, el número de trabajos para jóvenes desciende. La Comisión afirmó que reducir el mínimo de $3.35 por hora a $2.50 por hora pare jóvenes produciría hasta 356,000 nuevos trabajos. El Departamento de Trabajo estima que el salario más bajo crearía 400,000 nuevos trabajos.

Desafortunadamente, la propuesta de un salario mínimo para jóvenes no ha llegado a ningún lado en el Congreso, a pesar del creciente apogeo que entre los líderes de las minorías étnicas uno supondría, llamaría la atención del senador Kennedy.

Personajes como el Alcalde del Distrito Federal de Columbia, Sr. Marion Barry dicen sin rodeos «Preferiría ser criticado por apoyar el decreto de salarios submínimos para el empleo de adolescentes a $2.50 y ahorrar los $.15,000.00 que cuesta mantener a alguien tras las rejas».

Aquellos en el Congreso «que están en contra de esta propuesta todos tienen trabajo» añade Barry, «Ninguno de ellos anda gastando suela en busca de empleo».

La pregunta es: ¿Por qué bando luchará Kennedy? ¿Por los chicos sin empleo, o por los sindicatos organizados?

¿SALARIOS DE HAMBRE?

«Una ley de salario mínimo, en el mejor de los casos, constituye arma poco eficaz para combatir el daño derivado de los bajos salarios y el posible beneficio a conseguir, mediante tales leyes, sólo superará el posible mal en proporción a la modestia de los objetivos a alcanzar. Cuanto más ambiciosa sea la ley, cuantos más obreros pretenda proteger en mayor proporción aspire al incremento de los salarios, tanto más probable será que el perjuicio supere los efectos beneficiosos».

«La mejor manera de elevar los salarios es incrementando la productividad del trabajo. Tal finalidad puede alcanzarse acudiendo a distintos métodos: por una mayor acumulación de capital, es decir, mediante un aumento de las máquinas que ayudan al obrero en su tarea; por nuevos inventos y mejores técnicas; por una dirección más eficaz por parte de los empresarios; por mayor aplicación y eficiencia por parte de los obreros; por una mejor formación y adiestramiento profesional. Cuanto más produce el individuo, tanto más acrecienta la riqueza de toda la comunidad. Cuanto más produce, tanto más valiosos son sus servicios para los consumidores y, por lo tanto, para los empresarios. Y cuanto mayor es su valor para el empresario, mejor le pagarán. Los salarios reales tienen su origen en la producción, no en los decretos y órdenes ministeriales».

«No se trata si deseamos o no el mayor bienestar económico posible para todos. Entre hombres de buena voluntad tal objetivo ha de darse por descontado. La verdadera cuestión se refiere a los medios adecuados para conseguirlo, y al tratar de dar una respuesta a tal cuestión, no es lícito olvidar unas cuantas verdades elementales; no cabe distribuir más riqueza que la creada; no es posible, a la larga pagar al conjunto de la mano de obra más de lo que produce».

Henry Hazlitt, «Economía en una Lección».

«Los salarios y los niveles de vida dependen de la productividad de la Industria. La mejor manera de proporcionar altos niveles es que la industria produzca bienes suficientes para mantener esos niveles. Ni los sindicatos fuertes ni los gobiernos pueden elevar, salvo provisionalmente, el poder adquisitivo de los salarios en efectivo por encima de la capacidad de la industria. Si los salarios en efectivo se elevan demasiado, aparecerán la inflación o el desempleo

«Manual de Educación Obrera», O.I.T., 1964.