Año: 35, Febrero 1993 No. 768

Este es un extracto de 1980s Unemployment and the Unions. The Distorsion of Relative Prices by Monopoly in the Labour Market. IEA. Londres 1980. 2a. ed., 1984. La versión castellana de ese ensayo ha sido publicada por Unión Editorial de Cuadernnos del pensamiento liberal. No.1, diciembre de 1965.

LOS PRECIOS:

La Red de Telecomunicaciones del Mercado

Por F. A. Hayek

Muchas personas parecen creer que la libertad consiste en poder hacer lo que quieran, gozando, no obstante, de todos los beneficios de una sociedad avanzada en la cual tiene que cooperar con otros. Pero la sociedad moderna, que se asienta en una extensa división del trabajo, no podría prosperar - ni siquiera sobrevivir mucho tiempo- si se dejase a la mayoría de sus miembros esa especie de libertad. Su relativa opulencia exige de todos nosotros que observemos una disciplina Impersonal. Algunos de nosotros tenemos que hacer más de una vez en nuestra vida cosas que nos pueden disgustar: cambiar de trabajo, de vivienda y barrio o aceptar unos Ingresos menores de los que esperaban etc. todo ello es difícil de soportar lo que parece ser consecuencia de causas hechos muy de los que no sabemos nada: un cambio de costumbre en una industria o un Invento técnico en otro país.

Lo que cuenta no es trabajar duro sino producir la mercancía deseada de la manera más económica y en el momento necesario. En un sistema económico cuya productividad, en el sentido de producir lo que otros necesitan, se basa en una división mundial del trabajo y de la especialización, el volumen del producto nacional, dependerá, no de que los individuos trabajen duro, sino de que hagan las cosas justas (deseadas) de la manera más justa (más económica) y en el momento justo (el requerido por el consumidor que puede estar a cientos o miles de kilómetros). La manera en que el individuo pueda prestar la mayor contribución en cualquier momento al producto de la sociedad, aumentando así al máximo su participación de cae producto bojo la forma de sueldo, salarios, etc., dependerá de las nuevas oportunidades que se ofrezcan día a día a miles de trabajadores en otras ocupaciones, con los que coopera produciendo algo -a menudo sin saberlo-.

Los precios del mercado transmiten Información para cambiar de rumbo . Cada individuo raras veces puede conocer las condiciones que hacen conveniente, tanto para él como para otros, hacer una cosa en vez de otra, o hacerla de una manera en vez de otra. Unicamente a través de los precios que encuentra en el mercado puede saber que hacer y cómo hacerlo. Unicamente los precios, constante e inequívocamente, pueden informarle sobre qué bienes o servicios debe producir en su propio interés, así como en el interés general de su comunidad o país. La señal que le advierte de que debe cambiar la orientación o el carácter de sus esfuerzos es, con frecuencia, el descubrimiento de que ya no puede vender sus frutos a precios que dejen un excedente sobre los costos. Este aparato indicativo funciona tanto para el trabajador empleado como para el profesional y el empresario.

En una sociedad libre, nadie puede obligar a otra persona a continuar en su trabajo. En la mayor parte de casos, tendrá alternativas para elegir. Pero unas señales que nadie ha establecido deliberadamente le informarán a menudo de que lo que ha estado produciendo, y que estada dispuesto a seguir produciendo tan industriosamente como antes, no seguirá rindiéndole tanto o no ganará tanto con ello corno podría ganar en otro trabajo o en otra industria. Estas señales pueden decirle, por tanto, que incluso quizá pueda no ganar nada en absoluto de seguir en lo que había estado produciendo.

Para cualquiera que se gane la vida en el mercado, lo cual quiere decir la mayoría de nosotros, la contribución más estimable que pueda prestar en cualquier momento dependerá de miles de condiciones continuamente variables de las que no podemos tener conocimiento directo. No obstante, le es posible tomar cualesquiera decisiones que sean las más ventajosas, tanto para sí como para la comunidad, porque el mercado libre, a través de sus precios, le transmite la información que necesita para tomar las decisiones y las opciones justas. Los precios son, por tanto, las señales que le comunican los efectos de hechos que él mismo no puede conocer directamente.

La división del trabajo y la técnica cambian constantemente. La división del trabajo entre individuos, empresas o países no es definitiva, sino que es una estructura compleja y equilibrada, que debe cambiar continuamente para cumplir con su función. Es un error fatal cometido frecuentemente por los ingenieros y por otros técnicos, imaginarse que hay métodos de producción duraderos, determinados por la técnica, superiores a los demás, y que hacen posible seguir empleando los factores en proporciones cuantitativas fijas. No es la buena técnica lo que determina la productividad, sino la buena elección entre las técnicas posibles. Es un problema económico, no técnico.

El gran aumento de los niveles de vida y de producción que la división del trabajo en el mundo moderno ha hecho posibles consecuencia, principalmente, de que los bienes y servicios son producidos por los más capaces de hacerlo, sacrificando la menor cantidad posible de otros bienes y servicios que podrían haber sido producidos con los recursos, reduciendo al mínimo, por tanto, sus costos de oportunidad.

El buen uso de los recursos está dirigido inconscientemente por el mundo una distancia de millones de personas mutuamente desconocidas Así, pues, todo esfuerzo por hacer el mejor uso de los recursos está dirigido por una especie de mando a distancia. Las señales que informan a los Individuos sobre qué deben producir no están establecidas deliberadamente por nadie. Son consecuencia conjunta del empleo por todos los individuos, para sus propios fines, de la información particular que cada uno conoce.

Lo que dicen los precios a todo el mundo es la tasa (o proporción) a la que otras personas (pura sus propios fines) pueden sustituir una cantidad de una mercancía por cantidades de otra. Si una mercancía tiene más valor para un individuo, relativamente a otra, que la tasa actual del mercado, puede intercambiaría en la medida que desee. Al hacerlo, influirá sobre el precio, prestando su pizca de información a las señales.

Las sociedades modernas pueden producir tanto porque los precios del mercado informan a todo el mundo del costo más elevado al que merece la pena producir cualquier mercancía o servicio. Y cada productor puede averiguar si puede producir, y cómo, al calcular sus propios costos en comparación con los precios que reflejan los demás usos que podrían darse a los recursos que él emplea.

Producir para satisfacer únicamente necesidades conocidas es imposible con la extensa división del trabajo. El objetivo de la división del trabajo es impersonal y, en cierto sentido, abstracto, puesto que se da entre millones de personas que ni siquiera conocen la existencia de la mayoría de las demás, para quienes, y en cooperación con las cuales, trabajan sin saberlo. El objetivo de los esfuerzos de todos no puede ser ya satisfacer demandas conocidas, puesto que no conocen el empleo posterior de sus productos. Por eso, la finalidad tiene que ser únicamente el beneficio que arroja la venta do sus productos en al mercado. Para obtener tal rendimiento, todo Individuo tiene que tratar de satisfacer las demandas do otras personas, al menos tan barato como cualquier otro. Así, pues, el esfuerzo que cada uno tiene que orientarse a producir bienes y servicios a costos lo más por debajo de lo posible de los precios actuales. La diferencia entre costos e Ingresos, que desdeñosamente llamados lucro, es por tanto, la medida verdadera de la utilidad social que tienen nuestros esfuerzos para los demás. Y la producción con pérdidas, cuando los costos exceden a los beneficios, es ofender al mejor empleo de los recursos.

Por eso, la diferencia entre obedecer y no obedecer las señales de los precios y de los costos es la diferencia del esfuerzo productor y el improductivo: entre el esfuerzo que aumenta y el que disminuye el producto nacional.

Podríamos también llamarla la diferencia entre las actividades socialmente beneficiosas y las actividades antisociales.

Los precios libres emiten señales fieles; los precios dirigidos confunden. Unicamente pueden funcionar como orientación fiel los precios a los que todos son libres de comprar y vender tanto como necesiten y sus medios permitan; únicamente si todos los propietarios o usuarios de los bienes pueden participar en los tratos teniendo en cuenta todas las exigencias y todas las oportunidades. Los precios fijados por la autoridad política y los influidos por regulaciones de la oferta y la demanda como el racionamiento, los subsidios y los impuestos especiales, no orientan en el sentido justo, sino que en general extravían, por deformar la información sobre la oferta y la demanda del consumidor, añadiendo además un elemento político que tiene poco que ver con que se reflejen las posibilidades técnicas de satisfacer a los consumidores.

La información pertinente sólo se descubre a través de la competencia: las telecomunicaciones del mercado. Así, el mercado no sólo casa millones de esfuerzos independientes, de manera que en general la demanda de un bien o servicio (comprendiendo, desde luego, el trabajo) se corresponderá aproximadamente con su oferta a los precios del mercado. Además, el mercado obliga y facilita a todos los partícipes compradores y vendedores- a obtener un producto determinado de un mínimo de recursos.

Sería imposible un buen cálculo si los precios no estuviesen determinados por la competencia, en la cual se reflejan las abigarradas necesidades y conocimientos de millones d personas. Habiendo unos precios competitivos, cada partícipe del proceso productivo puede tratar de producir, con una cantidad determinada de recursos, una producción tan grande como pueda conseguir. Emplear una información que existe, pero que existe, sobre circunstancias detalladas cuando nadie puede saber siempre quién tiene esta información, exige la competencia. Esta competencia es el proceso de selección por el que se encuentra (se descubre) al poseedor de Ia información pertinente. Unicamente la red de telecomunicaciones del mercado puede facilitar a los participes descubrir qué método de producción es el mas barato, según los demás bienes o servicios que querríamos, y para los cuales podrían haberse empleado los recursos.