Año: 35, Mayo 1993 No. 773

N. D. Jesús Huerta de Soto es Doctor en Ciencias Económicas y Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, de la que es Profesor Titular. Es igualmente Actuario Matemático por la misma Universidad y M.B.A. por la Universidad de Stanford, California.

Huerta de Soto está considerado actualmente como uno de los exponentes más representativos de la Escuela Austriaca de Economía en el mundo de habla hispana. Esta nota es un fragmento de su reciente libro SOCIALISMO, CALCULO ECONOMICO Y FUNCION EMPRESARIAL, publicado por Unión Editorial, de Madrid, y disponible a través de este centro.

LAS COMPUTADORAS Y EL SOCIALISMO

Por Jesús Huerta de Soto

A menudo se ha escuchado el argumento de que el extraordinario avance en el campo de la informática y de las computadoras podría hacer posible teórica y prácticamente el funcionamiento del sistema socialista. Sin embargo, un sencillo argumento de tipo teórico permitirá demostrar que nunca será posible que mediante e! desarrollo de los sistemas informáticos y de la capacidad de las computadoras pueda llegar a solucionarse e! problema de ignorancia inerradicable que esencialmente afecta al socialismo.

E! argumento se basa en suponer que el fruto de todo desarrollo tecnológico en e! campo de la informática estará disponible tanto para el órgano director como para los distintos seres humanos actores que intervienen en el proceso social. Si esto es así, la capacidad de crear y descubrir nueva información práctica, dispersa y tácita se verá enormemente incrementada como consecuencia de los nuevos instrumentos informáticos disponibles para los actores en todos los contextos en los que ejerzan su función empresarial. La ingente nueva cantidad y calidad de información generada empresarialmente con la ayuda de los nuevos instrumentos informáticos progresivamente será de una profundidad y detalles cada vez mayores, hasta llegar, incluso, a ser inconcebibles desde el punto de vista de nuestro conocimiento de hoy, y, como es lógico. seguirá siendo imposible que el órgano director pueda adquirir dicha información dispersa, inclusoaunque tenga a su disposición las más modernas, capaces y revolucionarias computadoras de cada momento.

Es decir, el conocimiento generado en el proceso social, relevante a efectos empresariales, seguirá siempre siendo un conocimiento de tipo tácito y disperso, y por lo tanto no transmisible a ningún centro director, y el futuro desarrollo de los sistemas informáticos y de las computadoras incrementará aún mas el grado de complejidad del problema para el órgano director, pues el conocimiento práctico generado con la ayuda de tales sistemas se hará progresivamente más completo, voluminoso y rico. Por tanto, el desarrollo de la informática y de las computadoras, no sólo no facilita, sino que hace aún mucho más difícil el problema del socialismo, en la medida en que permite crear y generar empresarialmente un volumen mucho mayor de información práctica, con un grado de complejidad y detalle cada vez más rico y profundo y, en todo caso, siempre mayor a aquel del que sea capaz de dar cuenta informáticamente el órgano director.

Por otro lado, es preciso resaltar que las máquinas y los programas informáticos elaborados por e! hombre nunca podrán !legar a actuar o a ejercer la función empresarial, es decir, a crear de la nada nueva información práctica, descubriendo y aprovechando nuevas oportunidades de ganancia que antes pasaban inadvertidas.

La «información» que se almacena en las computadoras no es una información «sabida», es decir asimilada o interpretada conscientemente por mentes humanas, capaz de convertirse en información práctica relevante desde el punto de vista social. La «información almacenada» en un disco de ordenador, o en cualquier otro soporte informático, es idéntica a la «información» incorporada en los libros, gráficos, mapas, periódicos o revistas especializadas, y que constituyen un simple instrumento para ser utilizado por el actor en el contexto de acciones concretas y relevantes para la consecución de sus particulares fines. Dicho de otra forma, la «información almacenada» no es tal información en el sentido que !e hemos dado de conocimiento práctico relevante, interpretado, sabido y utilizado por el actor en el contexto de una acción concreta.

Además, es evidente que la información práctica que todavía no existe por no haber sido empresarialmente descubierta o creada, no puede ser tratada informáticamente. Los sistemas informáticos, por tanto, de ninguna ayuda son a la hora de hacer posible la coordinación vía mandatos del proceso de ajuste social, que tan sólo se pone en funcionamiento y avanza como consecuencia del carácter esencialmente creativo de la acción humana. Las computadoras sólo pueden tratar la información ya creada y que se haya podido articular, y son, sin duda, un instrumento muy útil y poderoso al servicio del actor, pero son incapaces de crear, descubrir, o darse cuenta de nuevas oportunidades de ganancia o beneficio, es decir, de actuar empresarialmente. Las computadoras son instrumentos al servicio del actor, pero no actúan, ni jamás llegarán a actuar. Es decir, la información que puede ser tratada por las computadoras ha de ser una información articulada, formalizada y objetiva. Sin embargo, la información relevante a nivel social es una información básicamente no articulable y siempre subjetiva. Por ello, las computadoras, no sólo son incapaces de crear nueva información sino que, además, son esencialmente incapaces de tratar la información ya creada si es que, como sucede en los procesos sociales, ésta es básicamente de naturaleza no articulable.

Para que la computadora pueda orientar la acción de forma adecuada es preciso, no sólo que se le haya transmitido la información de manera articulada, sino que además es necesario que se le haya programado previamente, es decir, indicando de manera detallada y formal la regla o norma de actuación, en función de la cual siempre que una persona, por ejemplo, tuviera un recurso «R» con un determinado nivel de abundancia, el mismo pasara a ser utilizado por aquella otra que persiguiera los fines «X». Ahora bien, la existencia formalizada de esta norma presupone que ya se haya descubierto el curso de acción adecuado desde el punto de vista empresarial. Es evidente quelos sistemas informáticos sólo pueden aplicar conocimientos ya descubiertos a situaciones dadas, pero nunca crear nueva información en relación con situaciones que aún no han sido descubiertas en las que prepondera la creación o generación ex novo del conocimiento subjetivo, tácito y disperso que es típico del proceso social.

El confiar, por tanto, en las computadoras como instrumento para hacer posible el socialismo es igual de absurdo que el pensar que en una sociedad mucho menos avanzada el invento de la imprenta y de otros procedimientos más elementales de recogida y tratamiento de la información articulada hiciese posible disponer del conocimiento práctico y subjetivo relevante a nivel social. El resultado del descubrimiento de los libros y la imprenta fue justo el contrario: hacer aún más rica y difícil de controlar la sociedad. Tan sólo cabría concebir que el problema del socialismo podría llegar a ser cuantitativamente algo menos grave, pero sin llegar nunca a solucionarse, si el órgano director pudiera aplicar las más modernas computadoras sobre una sociedad en la que la generación continuada de nueva información práctica se hubiera reducido a su mínima expresión. Esto tan sólo se podría lograr mediante un rigidísimo sistema que por la fuerza, por un lado impidiese al máximo el ejercicio de la función empresarial, y por otro, prohibiese que los seres humanos dispusiesen de cualquier tipo de computadoras, máquinas, instrumentos de cálculo, libros, etc. Sólo en esta hipotética sociedad de brutos esclavizados el problema del cálculo económico en el socialismo podría parecer algo menos complejo. Sin embargo, ni siquiera en tan extremas circunstancias, el problema se podría solucionar Teóricamente, pues el ser humano tiene, incluso en las condiciones más adversas, una capacidad empresarial creativa innata que es imposible de controlar.

Las anteriores consideraciones explican, finalmente, que no deba sorprender el hecho de que sean precisamente los científicos de la informática y los programadores de «software» más preparados los profesionales más escépticos a la hora de evaluar las posibilidades de aplicar la informática para controlar y organizar los procesos sociales. En efecto, para ello no sólo es evidente el principio de que si la información que se incorpora a la máquina no es exacta los resultados multiplicarán los errores («garbage in, garbage out»), sino que, además, su experiencia diaria constantemente les pone de manifiesto que, cuanto más extensos y complicados son los programas que pretenden desarrollar, más dificultades encuentran para depurarlos de vicios lógicos. Por Tanto, el pensar que pueda llegar a programarse un proceso social con un grado de complejidad tal que incorpore las capacidades creativas más esenciales del ser humano está fuera de lugar. Es más, en vez de venir la informática en ayuda del intervencionista, como muchos «ingenieros sociales» ilusamente han pretendido y soñado, los últimos avances en la ciencia de la informática se han producido precisamente gracias a la recepción en dicho campo de las intuiciones y conocimientos desarrollados por los economistas teóricos de los procesos sociales espontáneos, en general, y por el propio Hayek en particular, cuyas ideas hoy se considera que son de una enorme importancia práctica para potenciar y facilitar el diseño y desarrollo de nuevos sistemas y programas informáticos Debemos mencionar aquí a todo un grupo de «científicos de las computadoras» que han introducido las aportaciones de la Escuela Austriaca de la Economía a la comunidad de teóricos de la informática, desarrollando, incluso, todo un nuevo Programa de Investigación Científica denominado «Agoric System» (que etimológicamente viene del término griego utilizado para describir «el mercado») y que se basa en considerar que la teoría de los procesos de mercado es clave a la hora de conseguir nuevos avances en el campo de la informática. En particular, hemos de citar a Mark S. Miller y a K. Eric Drexler, de la Universidad de Stanford (Véase su «Markets and Computation: Agoric Open System», publicado en The Ecology of Computation, ed. B.A. Huberman, North Holland, Amsterdam 1988); y también el artículo resumen de este programa «High-tech Hayerkians: Some Possible Research Topics in the Economics of Computation» de Don Lavoie, Howard Baetjer y William Tulloh, (ver Market Process).

Se ha demostrado cómo el socialismo es un error intelectual que tiene su origen en a presunción o arrogancia fatal de creer que el hombre es lo suficientemente inteligente como para organizar la vida en sociedad. Este es precisamente el título de la última obra de F. A. Hayek, The Fatal Conceit. The Errors of Socialism. El propio Hayek, en una entrevista que le hizo en Madrid Carlos Rodríguez Braun, manifestó que la esencia de su libro era demostrar que «esuna presunción, una jactancia, creer que se sabe lo suficiente como para ordenar la vida en sociedad, vida que es en realidad el resultado de un proceso que utiliza el conocimiento disperso de millones de personas diferentes. Pensar que podemos planificar dicho proceso es completamente absurdo».