Año: 36, Septiembre 1994 No. 797

N. D. Malcolm S. Forbes es Presidente y gerente general de Forbes, Inc., la revista de negocios de mayor venta en el mundo con una circulación de 750,000 suscriptores. Entre 1985 y mediados de 1993, dirigió La Junta Di­rectiva para la Transmisión Internacional, que supervi­se Radio Europa Libre y Radio Libertad. En este nota, el autor promueve el entendimiento del capitalismo como un sistema tanto moral como económico. Observa que los político. y promotores de la planificación cen­tral subestiman el poder del mercado libre y de las decisiones Individuales. El Dr. Forbes recibió al grado honorífico de Doctor en Ciencias Sociales de la Univer­sidad Francisco Marroquín, en mayo de 1993.

Este discurso fue hecho con ocasión del seminario «Perestroika Americana: Devolviendo los Servicios Públicos al Sector Privado» del Instituto Shavano para el Liderazgo Nacional, de la Universidad de Hillsdale, en mayo de 1993. Se publica con autorización del autor. Traducción del articulo «Three Cheers for Capitalism» > tomado de la publicación lmprimis.

TRES HURRAS POR EL CAPITALISMO

Por Malcolm S. Forbes

Vivimos en la década de los noventa, de ahí que estemos en una posición singular para juzgar cuánto ha logrado la economía estadounidense durante el Siglo XX. Por esta razón, deberíamos vitorear tres hurras por el capitalismo,término que entiendo como «capitalismo democrático» que es fundamentalmente distinto tanto del «capitalismo dirigido» de los promotores de la planificación centralizada de hoy día, y del <«capitalismo estatal» de los fascistas, socialistas y comunistas del pasado.

El capitalismo funciona mucho mejor de lo que cualquiera de nosotros puede concebir. También es el único sistema de intercambio moral. Incentiva a los individuos a dedicar libremente sus energías e impulsos a la consecución de fines pacíficos, a la satisfacción de los deseos y necesidades de otros, y a la actividad constructiva que conduce al bienestar general. La base del capitalismo no es la avaricia. No se ven avaros creando almacenes populares como Walmart, o software para computadoras como Microsoft.

Reflexione sobre esto por un momento. El capitalismo es verdaderamente milagroso. ¿Qué otro sistema nos permite cooperar con millones de otras personas ordinarias a quienes jamás conoceremos pero con gusto proveeremos de bienes y servicios en una red increíble y compleja de transacciones comerciales? Y, ¿cuál otro sistema puede renovarse, trabajando cada día, año tras año, sin que lo guíe una sola mano?

El capitalismo es un sistema moral sólo por el hecho de que se basa en la confianza. Cuando encendemos la luz, asumimos que habrá electricidad. Cuando manejamos hacia la gasolinera, asumimos que habrá combustible. Cuando entramos a un restaurante, asumimos que habrá alimentos. Si hiciéramos una lista de todas las cosas que el capitalismo nos proporciona cosas que damos por sentadas ésta llenaría una enciclopedia.

Cómo Convertirse en Capitalistas Exitosos

¿Cómo nos convertimos en capitalistas exitosos? La respuesta sonará sencilla, pero la suelen pasar por alto en sitios en los cuales uno pensaría que existe mayor sabiduría. (Me refiero, por supuesto, al gobierno, a los medios de comunicación, y a los centros de estudio de negocios y economía más distinguidos).Sobresalimos como capitalistas cuando ofrecemos bienes y servicios que otros están dispuestos a comprar.

Muchos capitalistas inician su actividad partiendo de premisas incorrectas en cuanto al producto a ofrecer, y fracasan, como debe ser. No existe una garantía de éxito en ningún aspecto de la vida, incluyendo en los negocios - ¾ siempre existen riesgos. La ventaja especial del capitalismo es que los negocios fracasados no necesariamente equivalen a una economía fracasada; abren el camino para otros negocios exitosos.

Ni siquiera los negocios más exitosos pueden darse el lujo de olvidar los principios de mercado. La compañía telefónica AT&T es un ejemplo claro. En los años setenta, la tecnología de fibra óptica estaba ya disponible, pero AT&T decidió que retrasaría la reconversión completa de su tecnología por quizás treinta o cuarenta años. Quería lograr la depreciación total de sus antiguas plantas y equipos, y, ya que gozaban de un virtual monopolio sobre sus clientes, no vio el sentido de gastar mucho dinero en un nuevo sistema de comunicaciones de larga distancia. En eso, una compañía advenediza, MCI, recaudó un par de miles de millones de dólares a través de los mal vistos «junk bonds» (títulos valores de alto riesgo) para montar su red de fibra óptica. A AT&T no le quedó más remedio que ponerse al día en relación con su competencia y, como resultado, los Estados Unidos experimentó un avance enorme en las comunicaciones que ha convertido a este país en un líder frente a competidores extranjeros y ha beneficiado a millones de consumidores en todo el mundo.

Hace aproximadamente 25 años, el gobierno federal introdujo un juicio de antimonopolio contra IBM porque se había vuelto tan exitosa que su nombre se había convertido casi en sinónimo con la industria de computación. Quienes aspiraban a romper monopolios subestimaron la vitalidad del mercado abierto. El dominio de IBM en cuanto a la computadora central, el microchip, y el software no impidieron que surgieran compañías rivales como Digital Equipment, Apple Computer, Sun Microsystems, y Microsoft. Ahora, la misma supervivencia de IBM está en peligro.

En la misma época, John Kenneth Galbraith escribió El Nuevo Estado Industrial, en el cual argumentaba que a pesar de que la Compañía Ford ya no era el fabricante de automóviles más grande (General MotorsGM abarcaba aproximadamente el 50 por ciento de las ventas), Ford era tan grande que no tenía que tomar muy en cuenta ni a los accionistas, ni a los clientes. Aparentemente, los japoneses fabricantes de automóviles no leyeron a John Kenneth Galbraith, ni los reportajes de un sinnúmero de «expertos» que aseguraban que era imposible competir contra Ford, GM, y Chrysler. Incluso ignoraron sus propios intentos frustrados por invadir el mercado estadounidense en los años cincuenta y sesenta. Finalmente, después de años de intentarlo, los japoneses fabricantes de automóviles triunfaron y triunfaron de una forma que nadie pudo predecir en su reto a la hegemonía de los «gigantes» de Detroit.

Luego está Sears & Roebuck. ¿Qué negocio puede ser más mundano que la venta al por menor? No obstante, al inicio de este siglo, Sears hizo de la venta al por menor algo verdaderamente emocionante, llegando a millones de personas con nuevos métodos de mercadeo y nuevos productos. Al final de la década de los cuarenta, empequeñecía a sus competidores. En las décadas recientes, sin embargo, la compañía perdió su rumbo y se convirtió en una burocracia egoísta y aislada. Ahora, está cerrando las puertas de muchas de sus tiendas. Su participación en el mercado ha decaído drásticamente y sus utilidades casi han desaparecido.

¿Por qué, en contraste, ha obtenido un éxito fenomenal otra empresa de venta al por menor, Walmart? No es porque su fundador Sam Walton solía pasear en una camioneta visitando sus tiendas, aunque eso constituía buena publicidad. Fue porque él reconoció la importancia de la tecnología de computación y comisionó la creación de sistemas que ayudaban a los operadores de tiendas a responder, semanalmente, o incluso diariamente, a informar sobre inventarios. Sam Walton supo que el éxito, aunque ya se ha alcanzado, es algo que no se puede dar por sentado.

Lo que cada uno de estos ejemplos aclara es que el capitalismo no es un sistema de arriba para abajo no puede ser dirigido o planificado centralizadamente. Opera de abajo para arriba, por medio de individuos individuos que toman riesgos, que a menudo «no saben lo que les espera» y se aventuran hacia rumbos sobre los cuales, según lo comúnmente establecido, no deberían dirigirse, y que ven un vasto potencial en donde otros no ven nada. A menudo, hubieran ocurrido si se les hubiese obligado a trabajar dentro de un sistema de arriba para abajo. Toman substancias supuestamente «sin valor» y las convierten en substancias de infinito valor. Miren la penicilina. ¿Quién iba a pensar que el pan rancio seria bueno para algo? Lo mismo va para el petróleo antes de la invención del motor de gasolina y del automóvil, y para la arena, antes de la invención del vidrio, la fibra óptica, y el microchip.

Existe otro punto importante de recordar sobre el capitalismo: El fracaso no es estigma u obstáculo permanente. Es una espuela para aprender y volver a ensayar. Edison inventó la bombilla en su intento número diez mil, para redondear. Si hubiésemos dependido de los planificadores estatales para dirigir sus experimentos, hoy estaríamos sentados en la oscuridad.

Competencia Abierta Versus Competencia Dirigida

Esto nos lleva a la próxima pregunta sobre el capitalismo: ¿Qué es el mercado? A los promotores de la planificación central no les gusta la palabra; prefieren decir «fuerzas del mercado», así como si describieran a cosas extraterrestres venidas del espacio. Nada está más alejado de la verdad.El mercado es gente: somos todos nosotros. Nosotros decidimos qué hacer y qué no hacer, dónde comprar y dónde no comprar, qué comprar y qué no comprar. Así que cuando los promotores de la planificación central menosprecian las «fuerzas del mercado», realmente nos menosprecian a nosotros.

Desafortunadamente, son ellos los que parecen estar tomando las decisiones respecto a numerosos asuntos que deberían ser encomendados al mercado, o sea, a nosotros. Uno de esos asuntos es el costo ascendente de la atención médica. No ha de sorprender que los promotores de la planificación central proponen una reforma enfocada de arriba para abajo. Con ironía subconsciente, le llaman «competencia dirigida».

Ya hemos probado la competencia dirigida; de hecho, fue la competencia dirigida la que nos causó tantos problemas en la industria de salud desde el inicio. Específicamente, el código tributario castiga a los individuos que quieren comprar un seguro médico al hacer que lo paguen con los dólares restantes después del pago de impuestos, aún si son personas que laboran independientemente. Sólo el 25 por ciento de su prima es deducible de impuestos. Pero las compañías pueden contratar seguros previo al pago de impuestos. Así que ellos, en lugar de sus empleados, se han convertido en los principales compradores de seguros. Esto introduce una cuña entre el verdadero consumidor y el verdadero oferente y nubla los costos reales de tales aspectos del sistema al considerarlos gastos deducibles para unos y para otros no. Imagine que cada vez que fuera al supermercado, le dieran su recibo de caja a su empleador, quien luego lo sometería a la compañía aseguradora con un reclamo de reembolso ¿Qué ocurriría con los precios de los alimentos? Se dispararían hacia arriba, porque a ustedes no les importaría si una gaseosa embotellada les costara $10 dólares, $100 dólares, ó $1,000 dólares.

El problema no radica ahí. El crecimiento en la demanda y en los avances tecnológicosingredientes claves en cualquier otro negocio han provocado, contradictoriamente, una crisis en la industria de salud. Más personas están recibiendo mejor atención que nunca antes, y alargando sus vidas con mejor salud, pero perversamente esto han elevado los costos en lugar de bajarlos y ha sobrecargado el sistema de provisión de servicios.

Si queremos una reforma genuina del sistema de salud, debemos regresar a la competencia abierta. El código tributario debe ser modificado para que los individuos puedan comprar un seguro médico con sus recursos antes del pago de impuestos, en beneficio de sus familias para financiar gastos médicos rutinarios; asimismo debe considerarse el poder abrir una cuenta de provisión de ahorros para retiro (IRA). No cabe duda que la mayoría de ciudadanos escogería esta opción. Quieren tener control sobre sus decisiones en cuanto a la provisión de servicios de salud. Muchos escogerían pólizas con deducibles más altos. Las primas bajarían y también el papeleo burocrático. Los doctores y los hospitales verían su carga de pacientes reducirse a un volumen manejable y se verían incentivados a ofrecer tarifas y servicios competitivos. Los beneficios potenciales son tremendos.

Un par de años atrás, Forbes Inc. encaró aún otra ronda de costos ascendentes en servicios de salud. Queríamos hacer algo que permitiera a nuestros empleados monitorear estos costos, cosa que nosotros los empleadores no podíamos hacer. Así que los hicimos partícipes del proceso. Les dimos un bono: Podían quedarse con la diferencia entre el reclamo y $500 y nosotros doblaríamos el monto. Así, si ellos pasaban el año calendario sin llenar un reclamo médico de la compañía de seguros, nosotros les daríamos hasta $1,000, libres de impuestos.

¿Qué ocurrió? Súbitamente, todo empleado adquirió conciencia de los costos. Los reclamos por concepto de gastos fuertes, médicos y odontológicos, se redujeron en un 30 por ciento. Estos ahorros financiaron los bonos y nuestro costo total en el rubro de salud creció cero por ciento el año pasado. Esto no fue porque obligamos a millones de personas a participar en la competencia dirigida, sino porque permitimos que unos cuantos cientos de individuos tomaran sus propias decisiones en salud.

Dejando que los Individuos Tomen sus Propias Decisiones

Dejar que los individuos tomen sus propias decisiones es de lo que se trata el capitalismo, pero virtualmente todos los promotores de la planificación central (ahora en auge con la Administración Clinton) y un buen número de los miembros del Congreso de los Estados Unidos (Republicanos tanto como Demócratas) no se dan cuenta de ello. No se dan cuenta, por ejemplo, que son las decisiones de los individuos las que realmente deciden cuántos ingresos tributarios recolecta e! gobierno y cuánto prospera la economía. Entre 1982 y 1986, el sector privado de Estados Unidos creó más de 18 millones de empleos nuevos, incluyendo un número récord de puestos bien remunerados. De éstos, 14 millones fueron creados por negocios nuevos. Pero en 1987, el Congreso elevó el impuesto de ganancias de capital (Capital Gains Tax) de tal forma que es uno de los más elevados del mundo industrializado.

¿Qué ocurrió? El ritmo de creación de nuevos negocios y empleos se redujo abruptamente. La nación fue golpeada por una recesión. Y los ingresos tributarios, que debieron subir, bajaron. Todo esto ocurrió porque los individuos tomaron la decisión de no invertir. Hoy día, existen casi $7 trillones de dólares de ganancias de capital no realizadas que mendigan debido a impuestos altos. Si el Congreso disminuyera la tasa sobre las ganancias de capital, le representaría más, no menos, ingresos fiscales. También superaría cualquier paquete de estímulos económicos que Washington pueda cocinar para revitalizar la economía.

Los planificadores de la centralización también tienden a ser grandes aficionados de la «planificación industrial», mediante la cualel gobierno escoge a los «ganadores» del mercado a través de subsidios para compañías y tecnologías selectas. Ignoran el hecho de que esto arrasará con los incentivos para que las compañías continúen siendo competitivas, fomentará la corrupción y los intereses sectoriales, y penalizará a las pequeñas empresas que son la espina dorsal de la economía.

Adicionalmente, quieren administrar minuciosamente el sistema monetario, devaluando el dólar en relación con el yen o subvaluándolo en relación con otra moneda, en sesiones de puerta cerrada con otros burócratas de otros países industrializados. No se dan cuenta queuna de las funciones más importantes del dinero es la de fungir como una medida constante y confiable. Una regla debe medir siempre 12 pulgadas, pero ellos quieren cambiarla arbitrariamente para que mida 11 ó 13 pulgadas dependiendo de las características de su estrategia política. Usted y yo podríamos llamar a esto un timo, pero en Washington le llaman una administración económica sofisticada.

Hasta una palabra tan sencilla como lo es «cambio» adquiere una definición alterna en Washington, significando el cambio dirigido desde arriba por los bien intencionados encargados de la planificación central y los políticos que piensan que sus juicios cuando toman una decisión son mejores de lo que juzga la mayoría de personas. A decir verdad,el más revolucionario agente de cambio es el capitalismo. Mire lo que ha ocurrido en Europa del Este, la Unión Soviética, América Latina y Asia. Cuando las per­sonas son libres para tomar sus propias decisiones, entonces tienen un interés en la economía, y cuando tienen un interés en la economía, entonces tienen un interés en servir a otros, y cuando tienen un interés en servir a otros, entonces tienen un interés en luchar por la libertad.

El capitalismo es el verdadero enemigo de la tiranía. Significa, no la riqueza acumulada o la avaricia sino la innovación humana, la imaginación y la voluntad de asumir riesgos . Estas cualidades humanas no pueden ser medidas con modelos matemáticos o cuantificadas en términos estadísticos, razones por las cuales los promotores de la planificación central y los políticos las subestiman.

Como anoté al principio, somos nosotros, pues, los que debemos emitir tres hurras para el capitalismo. ¿Quién sabe?Si vitoreamos a un volumen lo suficientemente alto, quizás hasta ellos nos escuchen.

Prohibida la reproducción. Derechos reservados FORBES INC., 1994. Tradujo : Carroll Ríos de Rodríguez

«Quienes luchan por la libertad de empresa y la libre competencia no defienden los intereses de los ricos de hoy. Lo que quieren es que haya libertad para los jóvenes desconocidos que serán los empresarios de mañana, cuyo ingenio y creatividad hará más agradable la vida de las ge­neraciones venideras».

LUDWIG VON MISES

(1881-1973)