Año: 40, Agosto 1998 No. 844

N.D. Walter Williams es Profesor Distinguido de Economía de la Cátedra John M. Olin y Presidente del Departamento de Economía de la Universidad George Mason en Fairfax, Virginia. Este artículo fue publicado en la edición de julio de 1998 de la revista Freeman, de la Fundación para la Educación Económica.

Justicia Social

Por Walter E. Williams

La búsqueda de la justicia social probablemente sea la responsable de la mayor parte de la miseria humana. Lo que es más, a través de la historia, una forma de injusticia usualmente ha sido reemplazada por otra mucho peor. La revolución rusa de 1917, que expelió a los Zares y su injusticia, introdujo a Lenin, Stalin, y una serie de dictadores brutales que asesinaron a decenas de millones en el nombre de la revolución del proletariado. Las injusticias de Chiang Kai-shek fueron reemplazadas por las de Mao Zedong; la expulsión de Batista por Castro y el derrocamiento del Shah de Irán por el Ayatollah Khomeini produjeron regímenes mucho más brutales. Después de la independencia de África, las injusticias de las potencias colonizadoras fueron reemplazadas por las de dictadores brutales.

La matanza de cerca de 200 millones de pobres almas, sin incluir las muertes por guerras, durante el siglo veinte fue un resultado directo de la persecución de visiones de justicia social, tal como la igualdad de ingresos, el bien común, y las varias alternativas a las así llamadas perversidades del capitalismo. Como si fueran diseñadas para tal efecto, medidas tomadas para producir lo que era visto como la buena sociedad redujeron, tanto la protección de los derechos humanos del hombre común, como sus estándares de vida.

Como contraste, luego de la revolución en Estados Unidos, establecimos los cimientos que produjeron la gente más libre del mundo. Sin embargo, durante la mayor parte del siglo veinte, hemos estado perdiendo terreno. Si usted pregunta hacia dónde vamos –alejándonos del totalitarismo o acercándonos a él- no hay duda que , en pequeños pasos, nos dirigimos hacia el totalitarismo y un abuso y control gubernamental arbitrario.

La búsqueda de la justicia social probablemente sea responsable de la mayor parte de la miseria humana.

Algunos estadounidenses son lo suficientemente ingenuos para creer que la opresión vista en otros países no podría suceder aquí. Pero no hay que olvidar que el país que dio al mundo grandes hombres como Goethe, von Humboldt, Beethoven, Bach y Schiller también nos dio Auschwitz, Buchenwald y Treblinka. También hay que recordar que fueron los estadounidenses de origen alemán quienes ayudaron a crear la ruta clandestina para ayudar a los esclavos fugados, y también fueron ellos quienes tenían la mejor reputación de llevarse bien con las tribus indias. Tampoco olvidemos que la Alemania pre-Nazi proveyó a los judíos uno de los ambientes más hospitalarios en Europa, tanto que durante los inicios del siglo, en casi la mitad de todos los matrimonios judíos, uno de los consortes era un alemán gentil.

Si justicia social tiene algún significado operacional, es que el propósito de la ley es prevenir a una persona de violar los derechos de otra persona a adquirir, mantener y deshacerse de propiedades en cualquier manera, en tanto que no viole los derechos similares de otra persona. En otras palabras, las leyes deberían ser escritas para prevenir el uso de la fuerza y el fraude. Las leyes que obligan a una persona a servir los propósitos de otra son inmorales. Estos valores, expresados en nuestra Declaración de Independencia como los derechos inalienables a la vida, libertad y búsqueda de la felicidad, guiaron a los redactores al escribir nuestra Constitución y la Declaración de Derechos. Hoy en día, nuestro gobierno se ha convertido cada vez más en un destructor de los fines para cuyo servicio fue creado. Los estadounidenses se han vuelto cada vez más hostiles y ajenos a las libertades visualizadas por los autores de la Constitución. Hemos desatendido la inscripción que adorna el Departamento de Justicia de Estados Unidos: "Donde termina la ley empieza la tiranía".

¿Por qué es inmoral la esclavitud?

La mayoría de personas están de acuerdo con que la esclavitud es inmoral. Pero, ¿qué es lo que la hace así? La esclavitud niega a una persona el derecho a utilizar su propiedad (cuerpo) y los frutos de su labor como mejor le parezca. La esclavitud utiliza forzosamente a una persona para servir a los propósitos de otra. Trágicamente, la mayoría de estadounidenses, incluyendo a los negros, cuyos ancestros sufrieron de crasas violaciones a sus derechos de propiedad, creen apropiado que una persona sea obligada a servir a los propósitos de otra. Eso es lo que la redistribución de ingresos realmente es. Eso es lo que también son el hurto y el robo. Podríamos llamar redistribución de ingresos a la esclavitud. Redistribución de ingresos, hurto y esclavitud son todas prácticas en las cuales el fruto del trabajo de una persona son confiscados para el beneficio de otra.

El artículo I, Sección 8 de la Constitución de Estados Unidos, enumera las funciones del gobierno federal y le da la autoridad impositiva para llevar a cabo estas funciones. Principalmente, estas funciones se refieren a la defensa nacional, cortes federales, derechos de autor y patentes, acuñar moneda, préstamos, y unas pocas actividades más. Aún con una lectura superficial de la Constitución, uno no puede encontrar ninguna autoridad para que el Congreso confisque la propiedad de un estadounidense y dárselo a otro. Sin embargo, esta actividad ahora constituye más de las dos terceras partes de los gastos federales que llegarán a 1,700 millardos de dólares en 1998. Gastos que tienen esa característica incluyen la Seguridad Social, cupones de comida, subsidios agrícolas, subsidios y fianzas empresariales, seguros contra desastres y los gastos de los departamentos de Salud y Servicios Humanos, Desarrollo Urbano y de Viviendas, Agricultura, Comercio y Educación. Estas actividades gubernamentales y muchas otras han sido justificadas en el nombre de la justicia social.

En la búsqueda de la justicia social, la libertad personal se ha convertido en una cuestión de segunda o tercera importancia. Considere el siguiente como sólo un ejemplo: supongamos que un ciudadano, como adulto emancipado, enviara la siguiente declaración jurada al Congreso: "Por este medio renuncio a cualquier reclamo de beneficios del Seguro Social y Medicare (servicios médicos). Si no me preparo para mis años de vejez o de mala salud, yo dependeré de la caridad de otros o sufriré las consecuencias. Libérenme de futuras ‘contribuciones al Servicio Social y Medicare." Una apuesta segura es que el Congreso recibiría tal declaración jurada con desprecio.

El precio de abstenerse.

Suponga que yo me resisto a hacer pagos al Seguro Social. ¿Qué me pasaría? Primero, se me impondría una multa. Suponga que me resisto a pagar la multa. Se me amenazaría con confiscación de mi propiedad. Luego suponga que trato de proteger mi propiedad de las acciones de los agentes del Congreso. Seguramente me matarían.

Usted dirá, "pero Williams, usted está violando la ley; ¡las personas no pueden andar decidiendo qué leyes obedecer! Mi respuesta es que las leyes no determinan qué es o qué no es una conducta moral. En la Alemania Nazi, existían leyes que requerían

reportar a las personas que escondieran a judíos. En Estados Unidos, la Ley del Esclavo Fugitivo convirtió en crimen asistir a los esclavos fugados. En la Sudáfrica del apartheid, contratar a negros para ciertos trabajos era ilegal. En la antigua Alemania Oriental, ayudar a las personas a escaparse al Occidente era ilegal. ¿Demandaría cualquier persona decente que se obedecieran estas leyes? Las personas decentes deben siempre preguntarse primero: ¿tiene la ley una base moral?

Las leyes que obligan a una persona a servir a los propósitos de otra son inmorales.

La libertad no es el estado normal de los asuntos de la humanidad. La libertad es frágil. Nuestras libertades están bajo sitio porque la mayoría de los estadounidenses son ignorantes de nuestra Constitución y sus bases filosóficas. Por eso, caemos presa fácilmente de los políticos charlatanes y farsantes demasiado dispuestos a explotar esta ignorancia en su búsqueda de poder y de satisfacer las visiones populistas de la justicia social.