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Año: 40, Noviembre 1998 No. 847
N.D. Juan Carlos Cachanosky es Doctor en Economía del International College. Es Director del Departamento de Economía y de las carreras de posgrado de la Universidad Católica Argentina e investigador y profesor del ESEADE en Argentina. A pesar de tener un sistema monetario aparentemente distinto, las similitudes entre Guatemala y Argentina son muchas y el dilema en que se encuentran actualmente las autoridades monetarias guatemaltecas no es muy distinto del que afrontan las de Argentina.
La Convertibilidad de Argentina
Por Juan C. Cachanosky
Muchas veces los grandes problemas dan lugar a grandes soluciones. La hiperinflación en Argentina y Brasil (igual que la Alemana y Austríaca a comienzos de 1920) fue una experiencia que permitió visualizar fenómenos que de otra manera son más difíciles de comprender. Hoy, Argentina se encuentra mucho más cerca de la viabilidad política de implementar un sistema de competencia entre monedas que Suiza. Las situaciones extremas permiten adoptar medidas que de otra manera no se nos pasarían por la cabeza.
Ahora bien, los cambios drásticos no siempre son en la buena dirección. Como ejemplos tenemos la Revolución Rusa o el Comunismo en Cuba.
El sistema monetario de Argentina ha provocado mucha confusión, en realidad no es un sistema de convertibilidad de moneda sino un mecanismo de tipo de cambio fijo al que han llamado "convertibilidad" dado el desprestigio que tenía en Argentina la fijación del tipo de cambio. En otras palabras se le cambió el maquillaje a la misma cosa.
Para comprender la diferencia me gustaría primero distinguir entre el concepto de "paridad" y "tipo de cambio". Con el sistema de patrón oro había "una" moneda, el oro, con distintas "denominaciones" en distintas regiones. "Libra", "dólar" o "peso" son distintas maneras de llamar a una misma moneda en distintas regiones. Si en Inglaterra definen a una libra como 4 onzas de oro, en EEUU definen al dólar como 2 onzas de oro y en Argentina al peso como 1 onza de oro, entonces automáticamente tenemos que:
1 libra = 2 dólar = 4 pesos
Es importante comprender que estas relaciones entre las "denominaciones" no son precios. Cambiar 2 dólares por 1 libra no implica un precio. Simplemente se está cambiando 4 onzas de oro por otras 4 onzas de oro en forma físicamente distinta. Para que haya un precio se necesitan dos mercancías y aquí sólo hay una: el oro. Esto es una "paridad". Hablar de "paridad" es como hablar de centímetros y pulgadas o de kilos y libras. La paridad no es un "precio" sino una "relación" determinada por criterios "objetivos": la cantidad de metálico que contiene cada denominación.
Por el contrario si hablamos de una libra de oro y un dólar de plata aquí si tenemos un tipo de cambio que es un precio entre dos monedas: el oro y la plata. Pretender fijar el precio entre dos monedas provoca desajustes en el mercado que, tarde o temprano, terminan en crisis económicas. La Ley de Gresham explica las consecuencias de que el gobierno fije precio entre dos monedas.
Una vez abandonado el patrón oro en todo el mundo, los billetes inconvertibles (o medios fiduciarios) pasan de una relación de paridad a una de tipo de cambio. El precio de un billete respecto de otro depende de la oferta y demanda de cada uno de ellos. Pretender fijar el precio entre dos papeles inconvertibles implica "necesariamente" que se está sub o sobrevaluando una de las monedas. El único precio que equilibra oferta y demanda es el de mercado.
En Argentina hay, en realidad, dos monedas cuyo precio ha sido fijado por ley del Congreso.
Si en Argentina se hubiese adoptado un sistema de convertibilidad del peso al dólar esto hubiese significado lo siguiente: el dólar pasa a ser la moneda del país y los pesos pasan a ser recibos por los dólares depositados en una Caja de Conversión. El Banco Central se debía haber cerrado. Pero nada de esto ocurrió. En Argentina hay, en realidad, dos monedas cuyo precio ha sido fijado por ley del congreso.
La fijación de este precio provocó, por una parte, una sobrevaluación del peso argentino, encareciendo en dólares todos los servicios y salarios, y por otra, un déficit comercial creciente. La historia económica muestra, con bastante claridad, que siempre que un gobierno sobrevalua su moneda induce a un déficit en el comercio internacional. Para que el balance de pagos se equilibre –no se pierdan divisas- la tasa de interés debe aumentar lo suficiente como para atraer capitales de corto plazo que financian el déficit comercial. Esta situación no es sostenible en el largo plazo, porque con la divisa local sobrevaluada y la tasa de interés alta la industria nacional pierde competitividad.
Otro factor que se agrega al problema de la sobrevaluación de la moneda local es el déficit fiscal. En un sistema monetario de convertibilidad o de tipo de cambio fijo los gobiernos no pueden financiar sus déficit "directamente" con emisión de moneda, por lo que terminan financiándose con deuda externa. Cuando los gobiernos se endeudan en el exterior ingresan al país más dólares de los que la actividad económica genera. Los dólares que entran por deuda externa del gobierno tienen que ser comprados por el Banco Central o la Caja de Conversión (Monetary Board) para mantener el tipo de cambio fijo. De esta manera el déficit fiscal provoca una expansión monetaria sólo que lo hace en forma "indirecta". En ves de pedirle prestado directamente al Banco Central, se endeuda por el mismo monto en el exterior y luego le vende los dólares al Banco Central. De una u otra manera el déficit fiscal provoca una expansión de la oferta monetaria.
Lo que los economistas no parecen comprender es que la estabilidad monetaria no se da porque el precio del dólar se mantenga fijo. Existe estabilidad monetaria sólo cuando la oferta de dinero varía de acuerdo con la demanda de dinero. Si la oferta monetaria varía pari passu con la demanda, entonces la "consecuencia" va a ser un precio estable del dólar, el poder adquisitivo del dinero también se mantendrá estable.
Con convertibilidad o sin convertibilidad el déficit fiscal provoca desequilibrios. En el caso específico de Argentina la deuda pública externa pasó de $60.000 millones a $105.000 millones a pesar de que se vendieron la mayor parte de las empresas públicas. La deuda sigue creciendo y la recaudación tributaria no mejora. De manera que la tendencia tiene que ser: (a) recesión y desocupación o (b) devaluación. Por ahora los argentinos estamos saboreando un poco de la primera.
La convertibilidad en sí sola no soluciona nada si no va acompañada de equilibrio fiscal y de mercados desregulados.
La convertibilidad en sí sola no soluciona nada si no va acompañada de equilibrio fiscal y de mercados desregulados. Cuando el precio del dólar es libre entonces el mercado lo va corrigiendo paulatinamente. El precio del dólar libre impide que se vayan acumulando desajustes con el paso del tiempo. Los países asiáticos (y Argentina) impidieron que estos ajustes se fueran produciendo. Mantuvieron un precio del dólar fijo y de esta manera terminaron con una gran devaluación.
En el caso de Argentina el gobierno y los bancos más importantes dicen, al menos públicamente, que la convertibilidad es infranqueable. Sin embargo en el momento de ir a solicitar un crédito las tasas de interés varían sustancialmente si el crédito se pide en pesos o en dólares. La pregunta casi instantánea que nos hacemos los más desconfiados es: ¿por qué si un peso es igual a un dólar las tasas de interés son distintas en una moneda y en otra? ¿por qué si un peso es igual a un dólar los bancos ofrecen créditos en pesos "o" en dólares? En rigor no les debería importar mucho en qué moneda dan el crédito o en qué moneda la gente lo devuelve. Después de todo para ellos un peso es lo mismo que un dólar. Pero en el momento cuando los bancos tienen que actuar, a las palabras se las lleva el viento y distinguen muy claramente que una cosa es el peso y otra muy distinta el dólar.
Obviamente no sólo los bancos en la práctica tratan distinto al peso y al dólar sino los comercios también. Uno puede comprar automóviles, electrodomésticos o aparatos electrónicos en pesos o en dólares, pero cuando se habla de financiar la compra en cuotas ya un peso no es lo mismo que un dólar: las tasas de interés y las condiciones generales varían.
Pero tal vez lo más grave es que el mismo gobierno, en la práctica, desconfía. El sistema de jubilaciones fue privatizado en 1994. Sin embargo el ciudadano argentino no podía optar por un plan en dólares. Forzosamente tiene que adherirse a un plan privado. Los argentinos estamos en la puerta de una gran estafa. Cuando tarde o temprano el peso se devalúe frente al dólar nuestros ahorros se derretirán instantáneamente.
No soy muy creyente de las cuentas oficiales que generalmente están distorsionadas por ignorancia de los burócratas o directamente para mostrar los resultados que ellos quieren. De manera que relaciones como PIB versus gasto público, o exportaciones versus PIB no dicen demasiado. Basta con poner un simple ejemplo: el PIB era en 1989 de 90.000 millones de dólares y en 1997 de 250.000 millones de dólares. O sea si en 8 años los argentinos fuimos capaces de aumentar nuestro ingreso real en un 178% (un promedio del 13,8% anual) tendríamos que estar en el mejor de los mundos. Sin embargo, la desocupación no baja del 13%, el gobierno incrementa su deuda de 60.000 millones a 105.000 millones (a pesar de haber vendido casi todas las empresas públicas más grandes) y sigue aumentando desesperadamente los impuestos para cubrir el déficit fiscal.
La única explicación posible al fenómeno argentino es una deuda creciente que, como toda deuda creciente, no puede durar una eternidad. Un ejemplo que podemos tomar es el Baht de Tailandia. Luego de 10 años de tipo de cambio fijo, en 1997 se vino la gran devaluación. A fines de 1996 algún "experto" posiblemente estaría maravillado con el caso de Tailandia y hubiese recomendado adoptar la misma política. De la misma manera que prestigiosas calificadoras de riesgo subieron a "Investment Grade" los bonos de México pocos meses antes de la crisis de noviembre de 1994.
El tiempo que pueda durar Argentina con el tipo de cambio uno a uno depende en parte de que sea capaz de seguir endeudándose. En medio de la presente crisis esto se hace más difícil. Y en parte de que Brasil, al cual va el 30% de nuestras exportaciones, no devalúe. El efecto de una devaluación en Brasil será otra devaluación en Argentina o una fuerte recesión debido a la contracción monetaria que se produciría.
Podemos concluir, entonces, que la verdadera estabilidad monetaria se logra cuando la oferta de dinero varía como varía la demanda de dinero. Si oferta y demanda de dinero varían en la misma proporción entonces la "consecuencia" es estabilidad de precios y de tipo de cambio. Razonar al revés, pensando que al fijar el precio del dólar se estabilizan los precios, es erróneo y tarde o temprano la crisis (devaluación) llega. El tiempo depende de la capacidad de endeudamiento del gobierno. El endeudamiento es lo que permite a los bancos centrales vender dólares para "estabilizar" el cambio.
En Argentina se cometieron otros errores como privatizar empresas públicas dando monopolios al capital privado y aumentar el gasto público. Ambas cosas no ayudan a una eficiente asignación de los recursos productivos y desestabilizan la oferta y demanda de dinero. La devaluación en Argentina, igual que en Brasil, es sólo cuestión de tiempo, salvo que algún milagro haga que los políticos desregulen los mercados y bajen el gasto público.