Año: 40, Diciembre 1998 No. 848

N.D. Israel Kirzner es profesor de economía de la Universidad de Nueva York. Este artículo fue condensado de la Conferencia en Memoria de John Anthony Krogdahl, dada en la Fundación para la Educación Económica, FEE, el 19 de marzo de 1998, y publicada en la revista mensual de esa fundación, The Freeman en octubre de 1998.

La naturaleza e importancia de la educación económica

Por Israel Kirzner

"El cuerpo de conocimiento económico es un elemento esencial en la estructura de la civilización humana, es la base sobre la que se construyeron el industrialismo moderno y todos los avances morales intelectuales, tecnológicos y terapéuticos de los últimos siglos. Está con los hombres, ya sea que hagan uso adecuado del rico tesoro que este conocimiento les provee o que lo dejen sin utilizar. Pero si ellos no lo aprovechan y desoyen sus enseñanzas y advertencias, no anularán la economía; desecharán a la sociedad y a la raza humana"

Ludwig von Mises, Acción Humana

Por muchos años he estado fascinado por lo que a primera vista pareciera una característica paradójica de la actitud de Ludwig von Mises hacia la economía que enseñó. Creo que esta aparente paradoja en la vida y trabajo de mi reverenciado profesor puede proveemos la llave para comprender el papel de la educación económica (y, propondré después, para apreciar el carácter y la filosofía especial de la Fundación para la Educación Económica).

Por un lado, aun un lector casual de Mises puede sentir la enorme pasión con la que predicaba el mensaje de una sociedad libre y su dependencia del mercado libre. (Vea, por ejemplo, el casi dramático párrafo de cierre a su obra magna, Acción Humana, reimpreso al principio de este folleto). Por otro lado, una de las bases de la ciencia económica era, para Mises, el austero wertfreiheit (libres de juicio de valor) con el que, sostenía, economista debe realizar su trabajo científico. La ciencia, insistía Mises,

Es esta fascinante fusión de objetividad austera con interés apasionado la que caracterizó la vida y obra de Mises.

nunca debe expresar o revelar las preferencias personales, o juicios de valor, del científico. El trabajodel economista requiere objetividad y desprendimiento, de tal manera que personas con ideologías ampliamentedivergentes puedan llegar a sus conclusiones, y aceptarlas.

Muchos lectores superficiales de Mises no han comprendido la manera en que su vida y trabajo mostraron que esas dos actitudes aparentemente contradictorias pasión y desprendimiento científico pueden y deben mantenerse simultáneamente, sin canibalizar ni la pureza del wertfreiheit o el fervor al rojo vivo de la pasión.

La economía es una ciencia, la verdad de sus predicciones no depende de si nos gustan o no esas verdades. Pero esta circunstancia, para ser exactos, no le quita el agrado o desagrado de los efectos predichos. La ciencia económica de Mises, de hecho, predice consecuencias de la planificación centralizada que son no sólo desagradables, sino trágicamente desastrosas para el bienestar humano aun para la sobrevivencia humana. Fue esto lo que encendió la pasión de Mises, no como científico, sino como ser humano que agonizaba por lo que el veía (¡tan acertadamente!) como la horrible e inevitable consecuencia del dirigismo del Siglo XX. Para Mises, la educación económica es la única herramienta con que contamos para advertir a la humanidad de esas terribles consecuencias. El contenido de esa educación es ciencia. Ese contenido debe establecerse y demostrarse con objetividad austera y desinteresada. El propósito de esta educación, sin embargo, es avanzar las metas humanas (ya que, después de todo, toda actividad humana, incluyendo la científica, debe tener como su objetivo, alguna meta humana). En el caso de la economía, esa meta humana es de tan primordial importancia para la raza humana que un interés apasionado es imposible de evitar y un fenómeno moralmente natural. Es esta fascinante fusión de objetividad austera con interés apasionado la que caracterizó la vida y obra de Mises y la cual, creo, define la filosofía de la Fundación para la Educación Económica.

Pero, ¿por qué se necesita la educación económica? ¿Por qué no podemos esperar que las verdades de la economía sean reconocidas por el público inteligente sin un esfuerzo organizado deliberado para iluminar a la opinión pública? Podremos identificar dos razones interrelacionadas:

1Las conclusiones de la economía son, en general, no intuitivas. Sin una guianza cuidadosa, el laico inteligente fácilmente es llevado a aceptar como "obvias", prescripciones políticas que la economía revela que tienden a generar consecuencias completamente indeseables.

2El razonamiento por medio del cual la economía llega a sus conclusiones no sólo no es auto-evidente, sino que de hecho conlleva perspicacia cuya sutileza muy probablemente pase completamente desapercibida para quien no está entrenado. Una educación en economía no necesita ser larga o muy elaborada pero es necesaria para introducir al lego inteligente en nuevas formas de ver y entender el mundo. Veamos más detenidamente cada una de estas razones para la necesidad de la educación económica.

Las conclusiones no intuitivas de la economía.

La conclusión no intuitiva más importante de la economía puede presentarse brevemente así:

Primero, a pesar de la libertad individual en la toma de decisiones en una economía de mercado libre, emergen regularidades "asemejando leyes" en los fenómenos económicos regularidades que la sociedad puede ignorar o desafiar sólo a su propio riesgo.

Segundo, esas regularidades aparecen como tendencias poderosas en los mercados libres dirigiendo los recursos escasos:

· hacia aquellas ramas de la producción que el público consumidor valúa mas preciada y urgentemente;

· hacia aquellos métodos de producción que, juzgados desde la perspectiva de los consumidores, deben ser descritos como los más eficientes;

· con consecuencias de mercado tales que la recompensa hacia los propietarios de los recursos escasos expresan el valor productivo relativo de cada uno de esos recursos, como son juzgados por los consumidores, y por tanto estimulan a estos propietarios a poner sus recursos y talentos al servicio efectivo de los consumidores. Muchos han identificado estas conclusiones con lo que los libros de texto usualmente llaman la doctrina de la "Mano Invisible" de Adam Smith.

Estas conclusiones no son intuitivas. Muchas personas inteligentes y bien intencionadas durante los últimos dos siglos han simplemente asumido como verdadero exactamente lo opuesto de estas conclusionesy han concluido que se necesita crucialmente la planificación y el control de las actividades del mercado por parte del gobierno para evitar el caos y desorden económico y la ineficiencia social Es cierto que, no obstante, durante el auge de la economía neoclásica (entre, digamos, 1890 y 1930), la aplastante mayoría de los profesionales respaldaba las conclusiones de la "mano invisible". Las principales escuelas de pensamiento económico (excluyendo a la Escuela Histórica Alemana) estaban de acuerdo con estas conclusiones. Y luego de la Primera Guerra Mundial, con la desaparición de la Escuela Histórica Alemana, le pareció a Mises que los economistas de todas las escuelas estaban virtualmente unánimes en su comprensión de los mercados. Negar estas conclusiones, parecía, era simplemente revelar un vacío en la propia educación.

Esta unanimidad se desmoronó rápidamente durante las décadas centrales de este siglo. La ortodoxia dominante durante los años entre, digamos, 1935 y 1970, fue una que urgentemente respaldaba la intervención centralmente planificada de las economías de mercado (y, en realidad, veía favorablemente la posibilidad de eficiencia bajo el socialismo, aún en sus formas más puras), tanto en el campo macroeconómico como en el microeconómico. Tal intervención era necesaria en el nivel macro, decía la sabiduría popular, para evitar la inestabilidad predicha por la economía Keynesiana, se necesitaba en el nivel micro para evitar las distorsiones e ineficiencias predichas por los teoristas de la competencia imperfecta y/o de las externalidades.

Laeconomía austriaca nunca renunció de las conclusiones centrales del anterior consenso de la economía neoclásica. De hecho, Mises y Hayek profundizaron significativamente el entendimiento dela economía austriaca (de

cómo trabajan losmercados y cómo establecen tendencias benignas, mejoradoras de la eficiencia) durante estas décadas de eclipse. Ellos demostraron(efectiva mente, aunque no siempre muyexplícitamente)

Las conclusiones de la economía

son, en general no intuitivas.

cómo laspercepciones austriacas concernientes al rol de la empresarialidad, el proceso competitivo, y el proceso de descubrimiento del conocimiento de hecho responden efectivamente tanto a los intereses macro como a los micro de la nueva ortodoxia intervencionista en la profesión económica. Y su trabajo y enseñanzas durante esas solitarias décadas de los cincuentas y sesentas establecieron las bases para el subsiguiente reavivamiento, modesto pero importante, de la economía austriaca durante el último cuarto de siglo.

La educación económica, orientada a alumbrar al público lego, pero inteligente, sobre estas significativas pero de todos modos no intuitivas implicaciones de la economía, ciertamente tiene un papel que jugar. Veamos ahora la segunda de las razones que hemos identificado (como responsables de la necesidad para la educación económica).

El subjetivismo y sutileza del razonamiento económico

Elentendimiento económico no necesita capacidades técnicas sofisticadas. Requiere. sin embargo, aprecio por una forma de ver las acciones humanas y las interacciones sociales, que muchos al principio encuentran algo extraño y desconocido. El entendimiento económico requiere que uno vea los "objetos" que le conciernen a la actividad económica el dinero, los recursos naturales, la maquinaria, los flujos de productos semi-terminados, los productos terminados listos para enviarse a los consumidores desde una perspectiva sutilmente distinta de aquella a la que los legos están acostumbrados. Tomemos, por ejemplo, el simple acto del intercambio. Para el observador sin entrenamiento, un episodio de intercambio de mercado es visto como uno en que ocurre un trueque de objetos, supuestamente de igual valor. Cuando compro una comida por $20, entrego un billete de $20 por comida y servicios con un valor de mercado de $20. Para el economista, este episodio es visto de manera completamente distinta. Para mí, la comida estaba valorada subjetivamente como siendo más importante que el billete de $20 que me pidieron que entregara a cambio de ella. Para el dueño del establecimiento que me vendió la comida, su valor era menor que aquel de los $20 potenciales que esperaba recibir de mí. Así que ese simple episodio de compraventa debe haber significado, en el juicio prospectivo tanto del consumidor como del vendedor, que se creaba nuevo valor adicional. Esta perspicacia elemental, tan fundamental para el razonamiento y entendimiento económico, es extraño y desconocido para el mundo del comercio y de las actividades diarias.

Dehecho, la sutileza de tales percepciones "subjetivistas" usualmente elude a analistas equipados con herramientas matemáticas sofisticadas. Su entrenamiento, y el alcance de sus herramientas analíticas, les lleva a enfocarse en los objetos intercambiados en tales episodios, más que en las motivaciones humanas expresadas en las acciones determinadas de que consisten tales episodios. Y ha sido este "punto ciego" en la economía matemática moderna que ha tendido a dejarla, en general, sorprendentemente insensible al papel de las expectativas y del conocimiento en la toma de decisiones económicas y en los procesos de mercado.

Sin la sutileza conferida por la percepción subjetiva, el proceso de mercado aparenta consistir en una secuencia interminable de intercambios. Desde la perspectiva subjetiva, sin embargo, se vuelve posible (si no de hecho imperativo) reconocer el proceso de mercado como incluyendo procesos de descubrimiento mutuo (para utilizar una frase hayekiana) de parte de los participantes del mercado. Se vuelve posible reconocer oportunidades para una visión empresarial superior hacia el futuro, y por la consecuencia de que tal visión puede esperarse que continuamente sacuda los patrones existentes de producción y de intercambio de mercado (en direcciones inspiradas por valoraciones más precisas o por lo menos más actualizadas de las realidades subyacentes).

Laperspectiva subjetiva enseñada en el razonamiento económico no sólo ofrece una nueva y mas profunda comprensión de los procesos de mercado, sino que nos permite

juzgar estos fenómenos y procesos desde una posición ventajosa, más comprensiva y completa. Una de las falacias más persistentes

la ignorancia económica

es de lo más común...

en la opinión pública ha sido la de verla ganancia que obtiene uno de los participantes en una transacción de mercado, como siendo necesariamente extraída y restada de su contraparte en el intercambio. Después de todo, si yo obtengo ganancias de un intercambio con mi vecino, esa ganancia presumiblemente sólo podría salir de una correspondiente pérdida suya. Por supuesto, es un conocimiento económico elemental, aunque uno que constantemente pasa desapercibido, que mi ganancia debe, por lo menos presuntamente, ir acompañada, no por una pérdida de mi contraparte (como un juego "suma cero"), sino por una ganancia para él (un juego de "suma positiva"). Después de todo, nadie interviene en un intercambio voluntario a menos que espere ganar algo de él. Este tipo de perspectiva completamente fresca introducida por las bases subjetivas del razonamiento económico usualmente sacude (correctamente) a los principiantes en economía ofreciéndoles nuevas percepciones revolucionarias. No se requieren prolongados entrenamientos para introducir a los principiantes en este tipo de perspectiva. Pero la educación económica claramente tiene un papel "revolucionario" que desempeñar a este respecto.

Educación económica yPolíticas económicas

Uneminente economista declaró provocativamente que a los economistas, en cuanto científicos, no les incumbe hacer pronunciamientos normativos de política económica (o, de hecho, de nada más). Hacer esos pronunciamientos, expresó traviesamente George Stigler, es meterse a "predicar". Como ciudadano, el economista ciertamente puede expresar consternación por las consecuencias de las políticas económicas, puede aborrecerlas. Pero quienes iniciaron y ejecutaron esas políticas, argumentaba, obviamente deseaban esas consecuencias (que otros ven con aborrecimiento). No tenemos razón para presumir que aquellos comprometidos en acciones o en ejecutar políticas no estén conscientes de las consecuencias de lo que hacen. Objetar tales políticas es, entonces, simplemente afirmar aquello que quienes detentan el poder para iniciar políticas no aceptan, a saber, que sus consecuencias son repugnantes. Objetar así, mantenía Stigler es meramente predicar, no enfrascarse en un discurso científico. La posición que hemos sustentado en esta exposición (y, sugiero, la posición tomada consistentemente por FEE) rechaza totalmente el argumento de Stigler.

Ese argumento descansa en la premisa de que debemos asumir que quienes toman acciones o ejecutan políticas saben correctamente, de antemano, cuáles serán las posibles consecuencias de tales acciones o políticas. Pero, como hemos argumentado aquí, la realidad es que, debido a pura ignorancia económica, los políticos bien intencionados pueden ignorar completamente que lo que hacen pueda, de hecho, generar consecuencias completamente contrarias a las que esperaban obtener. Alguien una vez definió el trabajo del economista como el de advertir a las personas cuándo y cómo están tratando de correr en dos direcciones opuestas al mismo tiempo. Mises, mi profesor, solía decir algo así en sus conferencias sobre controles de precios: "Estas leyes aprobadas por los legisladores son malas no porque a mi, Mises, no me gusten sus consecuencias. Estas leyes son malas porque producen consecuencias que a ellos, a los mismos legisladores, no les gustarían y, ciertamente, no las que deseaban." En otras palabras, la ignorancia económica es de lo más común; lleva a los votantes y a los políticos a apoyar políticas que ellos mismos por lo menos lamentarían. El economista tiene un papel que jugar en ofrecer consejos de políticas, y este papel no es el de predicar sino el de señalar las consecuencias respectivas de distintas políticas entre las cuales los votantes y los legisladores pueden escoger. La educación económica es vital y de relevancia esencial para esta tarea. Y esto nos regresa a la paradoja con la que empezamos este artículo, la paradoja de la pasión y el wertfreiheit austero que permearon la vida y el trabajo de Mises.

La búsqueda apasionada de una educación económica definida austeramente.

Si uno reconoce, como Mises lo hizo, que la planificación central en cualquier grado es probable que genere consecuencias humanas desastrosas, se vuelve claro que una urgencia apasionada para diseminar la comprensión científica básica de la economía entre el público no entraña ninguna contradicción. El fenómeno de la ignorancia económica está tan difundido, y sus consecuencias son tan alarmantes, que el objetivo de reducir tal ignorancia se convierte en una meta investida con valor moral independiente. Pero la educación económica necesaria para reducir tal ignorancia debe estar basada en contenido científico, objetivo y austero sin ningún contenido ideológico o moral. Precisamente porque es necesario "persuadir" (esto es, educar) al público lego, es necesario que este público esté convencido de la objetividad e imparcialidad ideológica de los conocimientos que son transmitidos.

Silas políticas públicas que buscan incrementar la escala y la esfera de acción de la intervención gubernamental en la economía van a ser combatidas eficazmente al nivel ejecutivo y legislativo, el entendimiento económico del público debe incrementarse certera y urgentemente. Para lograr esto, la delicada línea divisoria entre la pasión moral y la separación científica debe reconocerse y respetarse.

Existe, hemos insistido, una diferencia fundamental entre la educación económica (la razón de ser de esta Fundación) y la "ideología" o retórica liberal. La primera no es, y no debe ser, una simple expresión de la última. El compromiso legítimamente moral, e incluso apasionado, con el que la Fundación y sus patrocinadores buscan promover sus objetivos no necesitan (de hecho, no deben) comprometer la separación y objetividad del contenido de la educación económica, la difusión de la cual forma parte de esos objetivos.