Año: 41, Junio 1999 No. 854

N.D. Thomas Sowell es Doctor en Economía de la Universidad de Chicago y actualmente es Senior Fellow en Políticas Públicas de la Hoover Institution en Standford, California. Es también columnista habitual de la Revista Forbes. Este artículo fue adaptado de un discurso dictado por el Dr. Sowell en el Commonwealth Club de California, en San Francisco, el 18 de junio de 1998 y que fuera publicado en la revista Forbes el 5 de octubre de 1998. Se reproduce con autorización de esa revista. Traducido por Carroll Ríos de Rodríguez.

Raza, cultura e igualdad

por Thomas Sowell

Durante los 15 años que dediqué a investigar y escribir mi recientemente terminada trilogía sobre temas raciales y culturales, me impactó una y otra vez lo comunes que han sido las gigantes disparidades en ingreso y riqueza a través de los siglos, en los países alrededor del mundo; y, a pesar de ello, cada país tiende a ver sus disparidades particulares como raras, si no únicas. Algunas de estas diferencias han sido entre grupos raciales o étnicos, otras entre naciones, y otras entre regiones, continentes o civilizaciones enteras.

En el siglo XIX, el ingreso per cápita en los Balcanes era alrededor de un tercio del de Gran Bretaña. Eso hace palidecer aquellas disparidades entre grupos que muchos en Estados Unidos hoy consideran no sólo extrañas, sino siniestras. Singapur tiene un ingreso medio per capita que es literalmente cientos de veces más grande que el de Burma.

Durante los bochinches recientes en Indonesia, mucho fue dirigido contra los chinos étnicos en ese país; algunos comentadores pensaron que era extraño que la minoría china, que constituye sólo el 5 por ciento de la población indonesia, poseía aproximadamente cuatro quintas partes del capital en ese país. Pero no es extraño. Tales diferencias han sido comunes por mucho tiempo en otros países en el sudeste de Asia, donde los inmigrantes chinos típicamente entraron pobres y luego prosperaron, creando industrias enteras en el proceso. Las personas de India hicieron lo mismo en mucho del este de Africa y en Fiji.

Las diferencias ocupacionales han sido igualmente desiguales.

En los primeros años de la década de los veinte, los judíos constituían sólo el 6 por ciento de la población de Hungría y el 11 por ciento de la población de Polonia, pero ellos eran más de la mitad de todos los médicos en ambos países, además de estar vastamente sobrerepresentados en el comercio y otros campos. A principios del siglo veinte, todas las empresas en todas las industrias produciendo los siguientes bienes en el estado brasileño de Río Grande do Sul eran propiedad de descendientes alemanes: baúles, estufas, papel, sombreros, corbatas, cuero, jabón, vidrio, relojes, cerveza, confecciones y carrozas.

Amediados del siglo XIX, sólo tres países producían la mayoría de bienes manufacturados del mundo: Inglaterra, Alemania y los Estados Unidos. Pero a finales del siglo XX, se estimaba que 17 por ciento de los habitantes del mundo producían cuatro quintas partes de la producción total del planeta.

Tales ejemplos podrían multiplicarse por tanto tiempo que a usted se le agotaría la paciencia para escucharlos.

¿Por qué existen estas diferencias? En algunos casos, podemos encontrar las razones, pero en otros, no. Una pregunta más fundamental, sin embargo, es: ¿Por qué, desde un principio, jamás habría esperado alguien que existiese la igualdad?

Asumamos, para seguir el argumento, que no sólo todo grupo racial o étnico, sino que cada individuo singular en el mundo entero, tiene idéntico potencial genético. Si es posible ser aún más extremo, asumamos que todos nos comportamos como santos en nuestro trato unos con otros. ¿Produciría eso igualdad de resultados?

Por supuesto que no. El ingreso real consiste del producto y el producto depende de los insumos. Estos insumos casi nunca son iguales, ni se asoman a ser iguales.

Durante la década de los sesenta, por ejemplo, la minoría china de Malasia ganó más de cien veces el número de títulos de ingeniería que la mayoría malasia. Al mismo tiempo, media vuelta alrededor del mundo, la mayoría de la población de Nigeria, que habitaba las provincias norteñas, aportaba menos del 9 por ciento de los estudiantes asistentes a la Universidad de Ibadan en ese país, y sólo 2 por ciento de la más grande población de estudiantes nigerianos inscritos en instituciones de educación superior en el extranjero. En el Imperio Austríaco, en 1900, la tasa de analfabetismo entre adultos polacos era de 40 por ciento y entre los croatas-serbios era de 75 por ciento, pero sólo de 6 por ciento entre alemanes.

Dadas diferencias educativas similares entre otros grupos en otros países, disparidades tanto en la cantidad y la calidad de la educación, así como en las áreas de especialización, ¿por qué habría alguien de anticipar resultados iguales en ingresos o ocupación?

Las diferencias educativas son solamente una fuente de disparidades económicas. Aún al nivel de habilidades artesanales, los grupos han diferido enormemente, así como lo han hecho en cuanto a la urbanización. Durante la Edad Media, y en algunos lugares más tarde aún, la mayoría de la población citadina en Europa del Este eslava no eran eslavos. Los alemanes, judíos y otros pueblos no eslavos eran las poblaciones mayoritarias en estas ciudades por siglos, mientras que los eslavos fueron predominantemente agricultores en el campo circundante. Previo al año 1312, los récords oficiales de la ciudad de Cracovia se llevaban en alemán, y la transición ese año fue hacia el latín. Sólo décadas más tarde se convirtieron los polacos en la población mayoritaria de Cracovia. Sólo con el transcurrir de un período de siglos, las otras ciudades de la Europa del Este eslava fueron adquiriendo poblaciones predominantemente eslavas. Tan tarde como 1918, el 97 por ciento de las personas residentes en las ciudades de Bielorrusia no eran bielorrusos.

Hasta que se dio esta larga transición hacia la vida urbana entre los eslavos, ¿cómo podía esperarse que existiera la amplia gama de habilidades artesanales típicamente encontradas en las ciudades entre las poblaciones que vivían más que nada en el área rural? No tenían tales destrezas en Europa del Este, ni las tenían cuando inmigraron a los Estados Unidos, a Australia o a otros países, donde típicamente trabajaron en ocupaciones de bajo nivel y, correspondientemente, ganaron bajos salarios. A principios del siglo XX, por ejemplo, los inmigrantes a los Estados Unidos de Europa del este y del sur ganaban tan sólo 15 por ciento del ingreso que obtenían inmigrantes de Noruega, Holanda, Suecia y Gran Bretaña.

Los grupos también difieren demográficamente. No es poco común encontrar algunos grupos con edades medias que son una década más jóvenes que las edades medias de otros grupos, y diferencias de hasta dos décadas no son desconocidas. Durante la era de la Unión Soviética, por ejemplo, los asiáticos centrales tenían muchos más hijos que los rusos o que los otros pueblos de las repúblicas bálticas, y por lo tanto tenían edades medias menores. En un momento dado, la edad media de los judíos en Estados Unidos fue 20 años mayor que la edad media de los puertorriqueños. Aún si los judíos y los puertorriqueños hubiesen sido absolutamente idénticos en todos los demás aspectos, incluyendo sus culturas e historias, no habrían podido estar igualmente representados en los empleos requiriendo largos años de experiencia, o en hogares de retiro, o en actividades asociadas con la juventud, tal como los deportes o el crimen.

Nada choca tan intratablemente con nuestros deseos de igualdad como lo hace la geografía. No obstante, los entornos físicos en el cual las razas, naciones y civilizaciones evolucionaran han tenido un impacto grande sobre las culturas que se desarrollan dentro de esos entornos. En términos simples y crudos, los pueblos de los Himalayas no han tenido una igual oportunidad para desarrollar destrezas marítimas. Ni los esquimales han tenido una igual oportunidad para adquirir conocimiento y experiencia en cultivar piñas u otras cosechas tropicales.

Con demasiada frecuencia, la influencia de la geografía sobre la riqueza se concibe estrechamente, en términos de los recursos naturales que se traducen directamente en riqueza, tal y como el petróleo en el Medio Oriente o el oro en Sudáfrica. Pero, importantes como son esas diferencias en riqueza natural, la geografía tiene influencias sobre diferencias culturales más profundas entre los pueblos mismos.

En aquellos lugares donde la geografía aísla a la gente, ya sea en valles montañeses o en pequeñas islas regadas a través de un vasto mar, el contacto cultural de estos pueblos con el mundo externo es muy limitado y, por lo tanto, típicamente, lo es también su desarrollo tecnológico. Mientras que el resto del mundo intercambia bienes, conocimientos e innovaciones de un gran universo cultural, los pueblos aislados se ven constreñidos a contar únicamente con aquellas cosas que ellos mismos han sido capaces de desarrollar.

Pocos, si es que alguno, de los grandes avances en la civilización humana han sido aportados por pueblos aislados. Como dijo el prominente historiador francés, Fernand Braudel, las montañas casi siempre están rezagadas en relación con las planicies, aún si la raza en los dos lugares es la misma. Las papas y el idioma inglés llegaron antes a las tierras bajas en Escocia, que al altiplano. El Islam llegó a las montañas Rif del Norte de Africa mucho tiempo después de que las personas en los valles se convirtieran en musulmanes.

Cuando los españoles invadieron las islas Canarias en el siglo XV, encontraron un pueblo de raza caucásica viviendo a un nivel de la Edad de Piedra. Así lo hacían también los aborígenes australianos cuando fueron descubiertos por los ingleses.

El aislamiento que impone la geografía toma muchas formas y existe en muchos grados. Las ciudades han sido, por mucho tiempo y alrededor del mundo, la vanguardia del progreso humano, pero las ciudades no se ubican al azar en todos los entornos geográficos. La mayoría de las grandes ciudades en el mundo se han desarrollado sobre vías acuáticas navegablesríos o bahíaspero tales vías acuáticas no están igualmente distribuidas ni desperdigadas por el mundo. Son muy comunes en Europa Occidental y muy raras en el Africa al sur del Sahara. Un tercio de la masa territorial de Europa consiste en islas y penínsulas.

Las vías navegables han sido económicamente cruciales, especialmente durante el milenio de historia humana previo al desarrollo de vías férreas, camiones y aviones. Antes que se construyera la línea ferroviaria transcontinental, era más rápido y más barato llegar a San Francisco desde un puerto en China que desde San Luis. Las personas en la ciudad de Tibilisi compraban su kerosina de Texasa 8,000 millas de distancia por aguaen lugar de comprársela a los campos de petróleo de Baku, a menos de 400 millas de distancia por tierra.

Estas vastas diferencias en costos entre el transporte acuático y el transporte terrestre afectan lo que se puede transportar y a qué distancia. El oro o los diamantes pueden repagar el costo de transportarlos por miles de millas sobre la tierra, pero los granos y el carbón no pueden hacerlo. Más importante, el tamaño del universo cultural de los pueblos depende de que tan lejos pueden llegar para entablar relaciones con otros pueblos y otras culturas. Ninguna gran civilización se ha desarrollado aisladamente. La geografía en general, y las vías acuáticas navegables en particular, ponen los límites del universo cultural de un pueblo, amplia o estrechamente. Pero estos límites no se fijan, de ninguna manera, en forma igual para todos los pueblos o toda la civilización.

Por ejemplo, cuando los ingleses cruzaron el Atlántico por primera vez y se enfrentaron con los Iroquois mar adentro, al este de lo que hoy es Estados Unidos, fueron capaces de navegar este océano, primero porque utilizaron timones inventados en China, y pudieron navegar en alta mar con la ayuda de la trigonometría inventada en Egipto, sus cálculos fueron realizados con números inventados en India, y su conocimiento general se preservaba en letras inventadas por los romanos. Pero los Iroquois no podían recurrir al conocimiento de los Aztecas ni de los Incas, ya que ni siquiera tenían forma de enterarse de su mera existencia. El choque no fue entre una cultura creada por los ingleses, contra una cultura creada por los Iroquois. Fue un choque entre desarrollos culturales tomados de vastas regiones del mundo, contra desarrollos culturales de un área mucho más circunscrita. Las oportunidades culturales eran desiguales y los resultados fueron desiguales. La geografía nunca ha sido igualitaria.

Una red de ríos en Europa Occidental fluye gentilmente a través de grandes planicies, conectando anchas áreas económica y culturalmente. Los ríos del Africa tropical caen a mil pies o más en su paso al mar, con cascadas y cataratas que los hacen navegables sólo por porciones entre dichas barreras naturales, y la planicie en la costa de Africa promedia sólo 20 millas de ancho. Lluvias periódicas y la nieve que se derrite permiten que los ríos de Europa Occidental fluyan durante todo el año, pero los ríos africanos no cuentan con ninguno de estos factores, y, por lo tanto crecen o se reducen dramáticamente con las estaciones, imponiendo aún mayores límites a su utilidad. Los dos continentes son, adicionalmente, tan dramáticamente distintos en lo que se refiere a bahías naturales. Aunque Africa mide más de dos veces el tamaño de Europa, tiene menos costas. Eso es porque la costa europea se tuerce y cruza continuamente, mientras que la costa africana es recta, con pocas bahías. ¿Qué tan sorprendente es que el comercio internacional ha jugado un mucho menor papel en la historia económica de Africa que en la de Europa en general, y de Europa Occidental en particular?

Estas disparidades particulares no son de ninguna manera exhaustivas. Pero sugieren algunas de las múltiples formas en que los entornos físicos han expandido o constreñido el tamaño del universo cultural disponible a diferentes pueblos. Una indicación reveladora de la fragmentación cultural es que los pueblos africanos constituyen el 10 por ciento de la población mundial pero hablan una tercera parte de los idiomas del mundo.

En las controversias sobre "la naturaleza contra la culturización" como causas de disparidades económicas y de otra índole entre pueblos y civilizaciones, con regularidad se concibe a la naturaleza estrechamente, sólo como diferencias genéticas. Sin embargo, la geografía también es naturaleza, y sus patrones son mucho más consistentes con la historia de lo que son las teorías genéticas. La China, por ejemplo, fue por muchos siglos la nación líder del mundo, desde el punto de vista tecnológico y organizacional, y de muchas otras formas. Empero, en siglos más recientes, la China ha sido alcanzada y sobrepasada, por mucho, por Europa. A pesar de ello, ninguna de las dos regiones ha sufrido una transformación genética significativa que pudiera explicar este cambio dramático en sus posiciones relativas. Este vuelco histórico también enseña que las limitaciones geográficas no significan determinismo geográfico, porque la geografía de las dos regiones tampoco experimentó cambios que justifiquen esta mutación en sus posiciones respectivas en el mundo.

Hace tiempo, en el siglo XV, la China enviaba barcos en viajes exploratorios que eran más largos que el de Colón, más de medio siglo antes de Colón, y en barcos más avanzados que los de Europa en la misma era. Sin embargo, los líderes chinos tomaron la decisión de discontinuar estos viajes y, de hecho, de reducir los contactos de China con el mundo exterior. Los gobernantes europeos tomaron la decisión contraria y establecieron imperios mundiales, en última instancia, en detrimento de la China. En resumen, la geografía impone límites, pero las personas deciden lo que harán con esos límites. En algunas partes del mundo, los límites geográficos han sido tan restrictivos que los pueblos de estas regiones nunca han tenido las opciones disponibles a los europeos o a los chinos. El aislamiento ha dejado a estas regiones no sólo con retraso económico, sino fragmentadas cultural y políticamente, convirtiéndolas en presa para las naciones más grandes, más prósperas y más poderosas.

Hemos visto cómo los impedimentos culturales acompañaron a los europeos del

Este;cuando cruzaron océanos y migraron, conduciéndolos a menores niveles de ingreso comparados con los de los inmigrantes de Europa occidental, quienes se radicaron en los mismos lugares, ya sea América del Norte o Australia. Si los africanos hubieran inmigrado voluntariamente al hemisferio oeste, en lugar de llegar a él esclavos, ¿hay alguna razón para creer que sus ingresos hubieran obtenido la igualdad que los de los inmigrantes eslavos no pudieron alcanzar?

El tamaño del universo cultural de los pueblos depende de qué tan lejos pueden llegar y entablar relaciones con otros pueblos y otras culturas. Ninguna gran civilización se ha desarrollado en el aislamiento

No hay duda que los africanos y sus descendientes enfrentaban la barrera adicional del prejuicio contra el color de su piel, pero, ¿podemos medir sus efectos asumiendo que las personas negras hubieran tenido el mismo ingreso y riqueza que las personas blancas en la ausencia de este factor, especialmente en vista de las grandes disparidades entre los grupos diferentes de inmigrantes blancos, para no mencionar el auge de algunos grupos no blancos, como los americanos chinos y americanos japoneses, quienes tuvieron ingresos por encima del promedio nacional?

Dicho de otra forma, la geografía no sólo le ha hecho trampa a muchos pueblos cuyas oportunidades culturales eran las mismas, también nos ha defraudado a todos de un criterio simple para medir los efectos económicos y sociales de otras variables, tales como el prejuicio y la discriminación. Nada ha sido más común a través de la historia humana que la discriminación contra diferentes grupos, ya sea por su raza, religión, casta o innumerables otros factores. Lo que es más, esta discriminación ha sido desigual también: más feroz contra algunos grupos que contra otros, y más persistente en unos períodos históricos que en otros. Si no hubiese tantos otros factores poderosos creando disparidades en ingreso y riqueza, podría ser posible medir el grado de discriminación en relación con las diferencias en resultados económicos. Aún así, la tentación de hacerlo es tan seductiva, especialmente como un medio de reducir las complejidades de la vida a las simplezas de la política. Pero los hechos no se encajonan dentro de esa visión.

Sería virtualmente imposible para cualquiera que esté familiarizado con la historia de las relaciones entre razas en el Hemisferio Occidental negar que los negros en Estados Unidos han enfrentado más hostilidad y discriminación que los negros en América Latina. Sólo como un ejemplo, 161 negros fueron linchados en un año en Estados Unidos, mientras que el linchamiento racial no era practicado al sur del Río Grande. Quizás la prueba más fuerte en contra del predominio de la discriminación como una explicación de las disparidades económicas podría ser la comparación entre los negros de Haití y los negros en Estados Unidos. Debido a que Haití se independizó hace dos siglos, los negros haitianos deberían ser los negros más prósperos del hemisferio y los negros en Estados Unidos los más pobres, si es que la discriminación es un factor determinante, pero de hecho, exactamente lo opuesto es cierto. Son los haitianos los más pobres y los negros de Estados Unidos los más prósperos en el hemisferio, y en el mundo.

Nada de esto debiera ser una sorpresa. El hecho que la discriminación merece una condena moral no significa, automáticamente, que es una causa crucial. Si lo ha sido o no en un tiempo y lugar dado es una pregunta empírica, no una conclusión demostrada. La confusión entre moralidad y causalidad puede ser políticamente conveniente, pero eso no hace que las dos cosas sean lo mismo.

Correctamente, condenamos una historia de graves discriminaciones raciales en educación en los Estados Unidos, por ejemplo, pero cuando convertimos esto en la explicación causal de las diferencias educativas, vamos más allá de lo que los hechos pueden corroborar. Todos están conscientes de épocas y lugares donde la cantidad de dinero gastado en educar a un niño negro era una fracción de lo que se gastaba en educar a un niño blanco, cuando los dos grupos se educaban en sistemas separados, sellados herméticamente el uno del otro, y cuando los libros desgastados de las escuelas de los blancos se enviaban para ser reutilizados por las escuelas negras, mientras que libros de texto más actualizados y nuevos se compraban para los niños blancos. El número de días de asistencia al colegio a veces variaban tanto que un niño negro con nueve años de escolaridad hubiese estado en clase el mismo número de días que un niño blanco con sólo seis años de escolaridad. Parece obvio que estas cosas serían responsables de diferencias en las calificaciones obtenidas en exámenes, por ejemplo.

¿Pero es cierto?

Hay otros grupos a los que ninguno de estos factores se aplicany que no obstante han tenido diferencias en calificaciones tan grandes como aquellas entre los niños blancos y negros en el Sur racista en Estados Unidos. Los inmigrantes mexicanos y japoneses empezaron a llegar a California más o menos al mismo tiempo e inicialmente trabajaron en ocupaciones muy similares como obreros agrarios. Sin embargo, un estudio de un distrito escolar en el cual sus hijos asistieron a las mismas escuelas, y se sentaron lado a lado en las mismas aulas, encontró diferencias en su Cociente Intelectual tan grandes como aquellas entre negros y blancos asistiendo a escuelas en puntos opuestos del mismo pueblo en el Sur racista. Estudios internacionales han encontrado a grupos diferentes de analfabetas, personas que no tienen diferencias educativas porque carecen de educación, con diferencias en exámenes mentales más grandes que aquellas entre los blancos y los negros en Estados Unidos. Ni tampoco es necesariamente cuestión de genética. Durante la Primera Guerra Mundial, los soldados negros de Ohio, Illinois, Nueva York y Pensilvania obtuvieron calificaciones más altas en exámenes mentales que los soldados de Georgia, Arkansas, Kentucky y Mississippi.

¿Cuál es "la" razón? Puede ser que no haya tal cosa como "la" razón. Hay tantos factores culturales, sociales, económicos y de otra índole interactuando que nunca existió una razón para esperar resultados iguales en primera instancia. Es por ello que simplezas probables deben someterse a un escrutinio con base en los hechos.

Hace años, en 1899, cuando las escuelas en Washington, D.C. estaban racialmente segregadas y la discriminación era exuberante, había cuatro escuelas académicas de

bachillerato en la ciudad, tres para blancos y una para negros. Cuando los exámenes estandarizados se impartieron ese año, la escuela de bachillerato de los negros obtuvo mejores calificaciones que dos de los tres bachilleratos para blancos. Hoy, casi un siglo más tarde, el sólo plantearse esto como una meta sería considerado desesperadamente utópico. Y no fue fortuito. Ese mismo bachillerato para negros siguió obteniendo resultados superiores o al nivel del promedio nacional en exámenes de Cociente Intelectual durante los años treinta y cuarenta. Sin embargo, sus instalaciones físicas eran poco adecuadas y el tamaño de sus clases eran mayores que aquellas en las escuelas blancas de la ciudad.

Los recursos han tenido poco o nada que ver con la calidad académica. Numerosos estudios de escuelas en general han demostrado esto, tanto dentro de los Estados Unidos como a nivel internacional.

En la actualidad, esa misma escuela tiene instalaciones mucho mejores, y los gastos por alumno en el Distrito de Colombia son entre los más altos de la nación. Pero las calificaciones que obtienen los alumnos en sus exámenes están entre las más bajas. Tampoco se puede decir que esta escuela fue un caso único porque obtuvo resultados académicos más altos durante un período cuando aparentemente carecía de los prerrequisitos para el éxito y, en contraste, se quedó atrás en un período posterior, cuando los supuestos prerrequisitos eran abundantes.

Obviamente, esto no es un argumento a favor de la segregación y la discriminación, ni pretende negar los ejemplos contrarios que podrían encontrarse entre las escuelas que apenas subsistieron en el primer período y que obtuvieron mayores éxitos en el segundo. El punto aquí es mucho más específico: que los recursos han tenido poco o nada que ver con la calidad académica. Numerosos estudios de escuelas en general han demostrado esto, tanto dentro de los Estados Unidos como a nivel internacional. No debería ser una sorpresa que lo mismo sea cierto en relación con las escuelas negras.

Políticamente, empero, la asignación de los recursos dista mucho de ser inconsecuente. La habilidad para dispensar liberalidad desde la tesorería pública ha sido, por siglos, uno de los signos y las prerrogativas del poder en países alrededor del mundo. En la política electoral, es un elemento vital para obtener la reelección. Pero la pregunta clave es: ¿Hace esto que las personas gocen de mayor bienestar? Cómo se responde esta pregunta es menos importante que el hecho de formularla; que no sucumbamos a los dogmas sociales, aún cuando éstos estuvieran intelectualmente de moda o fuesen políticamente convenientes.

También es importante confrontar, no evadir, las disparidades económicas y de otro tipo. Uno de los autores de mayor venta, Shelby Steel, dice que los blancos en los Estados Unidos de hoy tienen miedo de que se les considere racistas, mientras que los negros tienen miedo de que se les considere inferiores. Los dogmas sociales pueden ser aceptados porque liberan a ambos grupos de sus miedos, aún si estos dogmas no explican el pasado ni preparan el futuro.

Debería ser axiomático que, en ninguna parte del mundo, existe tiempo ilimitado, recursos ilimitados, o buena voluntad ilimitada. Si verdaderamente queremos ensanchar las oportunidades y avanzar a aquellos que han sido menos afortunados, entonces no podemos desmenuzar y gastar los medios limitados a nuestra disposición, persiguiendo conquistas quijotescas. Debemos decidir si nuestra primera prioridad es vencer al malvado o avanzar a los menos afortunados, si estamos buscando visiones y retórica que nos hacen sentir bien en el momento, o si estamos buscando métodos que tienen una demostrada trayectoria de éxito en elevar a pueblos enteros desde la pobreza hasta la prosperidad.

En una era en la que teorías esotéricas pueden convertirse hábilmente en fondos concretos para la tesorería pública, nuestros criterios deben ir más allá de contemplar qué puede conseguir becas gubernamentales para profesionales de clase media. En vez, deben ser sobre lo que rescatará a nuestros jóvenes encarcelados, no sólo por la pobreza, sino también por su aislamiento social y cultural, ese mismo que ha condenado a pueblos enteros por siglos en países alrededor del mundo. Cuando promovemos el provincialismo cultural bajo etiquetas brillantes, debemos encarar la dura pregunta: ¿estamos tirándole un salvavidas o un ancla?

La historia, la geografía y las culturas son influencias pero no predeterminan el destino. No sólo individuos, sino también pueblos enteros, se han movido desde las aguas pantanosas a la cola del mundo hasta llegar a encabezar el mundo civilizado. El fallecido autor italiano, Luigi Barzini, preguntó sobre Gran Bretaña: En primer lugar, ¿cómo subió una isla periférica de la abyección primitiva a la dominación mundial? La historia de cómo Japón pasó de ser uno de los países atrasados a mediados del siglo XIX a ser uno de los poderes económicos del presente es, cuando menos, igual de dramática. Escocia fue por siglos conocida por su analfabetismo, pobreza y carencia de la higiene elemental. Sin embargo, desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX, la mayoría de los pioneros intelectuales en Gran Bretaña eran escoceses, y los escoceses también se convirtieron en prominentes negociantes, banqueros, médicos e ingenieros, no sólo en Gran Bretaña sino alrededor del mundo.

Estos, y otros dramáticos e inspiradores auges de pueblos enteros resultaron de hacer cosas, con frecuencia, directamente opuestas a lo que se pide que hagan a los grupos menos afortunados en los Estados Unidos hoy día. En lugar de pintarse dentro de su pequeño rincón cultural y celebrar su "identidad", estos pueblos buscaron los conocimientos y discernimientos de otros pueblos más avanzados que ellos en particulares destrezas, tecnologías y experiencia organizacional. Le tomó siglos a los ingleses absorber los avances que trajeron tales conquistadores como los romanos y los normandos, así como los que trajeron inmigrantes como los hugonotes, alemanes, judíos, y otros que jugaron un papel protagonista en desarrollar la economía británica. Su temprana dependencia sobre los extranjeros fue dolorosamente demostrada cuando los romanos se fueron de Gran Bretaña en el siglo V, para defender su imperio amenazado sobre el continente, y la estructura económica y política de Inglaterra colapsó. En última instancia, sin embargo, los británicos crecieron para guiar al mundo hacia la revolución industrial y controlaron un imperio que abarcaba una cuarta parte del área de la Tierra y una cuarta parte de la raza humana.

El avance económico de Japón empezó de una etapa de retraso tecnológico que fue demostrado cuando el Comodoro Perry les presentó con un tren por regalo. Esta fue su reacción:

Al principio, los japoneses miraban el tren miedosamente desde una distancia segura, y cuando la máquina empezó a moverse emitieron gritos de asombro y aguantaron la respiración. En corto tiempo, lo estaban inspeccionando de cerca, acariciándolo, subiéndose en él, y siguieron haciéndolo durante todo el día.

Un siglo después, el tren bala japonés sería una de las maravillas tecnológicas del mundo, sobrepasando cualquier cosa disponible en los Estados Unidos. Pero, antes de que ello ocurriera, una transformación cultural significativa tuvo que darse dentro de los ciudadanos japoneses. Una dolorosa consciencia de su propio retraso recorrió el Japón. Las naciones occidentales en general, y los Estados Unidos en particular, fueron promulgados como modelos a seguir para sus hijos. Los libros de texto japoneses conminaban a imitar a Abraham Lincoln y a Benjamin Franklin, aún más que a los héroes japoneses. Muchos lamentos sobre sus propios defectos por los japoneses de esa era podrían llamarse, hoy día, "auto-odio". Pero no había relativistas culturales en ese entonces para decirles que lo que habían logrado era igual de bueno, en su propia forma, que lo que tenían los demás. En lugar de ello, los japoneses superaron su retraso, a través de generaciones de trabajo y estudio dedicado, y no redefinieron su país hasta el punto que esto dejó de existir.

Tanto los ingleses como los japoneses han ganado fama por su habilidad para absorber ideas y tecnología de otros y desarrollarlas a niveles superiores. Así lo hicieron también los escoceses. En un momento dado, era común que los escoceses imitaran ciegamente a los ingleses, aún al grado de usar el arado inglés, que resultaba poco adecuado para el tipo de suelo de Escocia. Pero, una vez habían absorbido todo lo que los ingleses podían ofrecer, los escoceses sobrepasaron a los ingleses en algunos campos, notablemente la medicina y la ingeniería.

La historia no ofrece planos precisos a seguir en el presente, pero sí ofrece ejemplos y discernimientos. Cuando menos, puede advertirnos en contra de quedarnos deslumbrados por las visiones descabelladas y la retórica altisonante del momento.