Año: 42, Abril 2000 No. 865

Este artículo apareció por primera vez en la columna Ideas y Consecuencias, del señor Reed. en la Revista The Freeman de diciembre de 1998. Reproducción autorizada por la Foundation for Economic Education, FEE.

El déficit comercial: Una preocupación sin sentido

LawrenceW. Reed

Tengo un pequeño secreto sucio que quiero compartir con los lectores. Se trata de un problema recurrente que he tenido por un largo tiempo. Parece que nunca saldré de él. Hasta ahora, nunca he querido admitir este problema en público porque los encabezados de prensa me recuerdan mes a mes que es algo malo y vergonzoso. Pero voy a revelarlo, esperando que haya alguien por allí que pueda ayudarme.

Mi problema es este: Tengo un déficit comercial con J. C. Penney. Así es Mes tras mes, yo le compro más a J. C. Penney de lo que J. C. Penney me compra a mí.

De hecho, J. C. Penney aún no me ha comprado absolutamente nada a mi. Ha sido un camino de una vía desde el día que recibí mi tarjeta de crédito en el correo. Y no creo que esto vaya a cambiar pronto porque la cadena minorista no demuestra ningún interés en comprar mi principal producto de exportación, que son las columnas como esta. Simplemente no me parece justo.

De hecho ya he considerado varias opciones. Cada una probablemente reduciría o eliminaría mi déficit comercial con J. C. Penney, pero algún sabelotodo siempre señala nuevos problemas que cada una de estas opciones produciría:

Podría hacer que el Congreso obligara a la empresa a comprar suficientes columnas mías para compensar lo que yo gasto en sus tiendas. Pero mientras más me compre a mi J. C. Penney, menos podrá comprarles a otros, lo que provocará un aumento en sus déficit comerciales.

Podría hacer que el Congreso obligara a J. C. Penney a bajar sus precios de forma que yo no tuviera que gastar tanto para obtener lo que quiero. Pensé que esto por lo menos podría reducir mi déficit, pero con los precios más bajos puede ser que me vea tentado a comprar más. O J. C. Penney podría ser atacado por los encargados de combatir los monopolios por vender sus bienes por debajo de sus costos.

Podría simplemente dejar de comprar en J. C. Penney. Eso sí les daría una lección. Pero, rayos, me gusta lo que les he estado comprando. Si inicio un boicot contra ellos, ¿no sería equivalente a cortarme la nariz para molestar a mí cara?

Por supuesto, no estoy diciendo esto en serio. Como economista de libre mercado que soy, se que aquí hay una cuarta opción y que es la única que tiene sentido alguno debería ignorar este "problema" y no volver a prestar atención al estado de mi relación comercial con J. C. Penney, excepto para pagar mis cuentas a tiempo. El país en general debería hacer básicamente lo mismo. Deberíamos despedir a las personas de Washington, D. C. que recopilan los números, y el problema se desvanecería.

Cada mes, la Secretaría de Comercio publica las cifras de la "balanza comercial" oficial que muestran la diferencia entre el valor de los bienes que ingresan al país y el valor de los bienes que salen del mismo. Si las importaciones superan a las exportaciones, los Estados Unidos tienen un déficit comercial lo cual hace sonar las alarmas en Washington. Si las exportaciones son mayores que las importaciones, se supone que todos debemos celebrar porque eso significa un superávit comercial.

De acuerdo con esta lógica exprimir al país todos los bienes y no aceptar ninguno de afuera serían las mejores noticias comerciales. No podríamos celebrar sin embargo porque todos padeceríamos hambrunas. Pero al menos los libros del gobierno registrarían un superávit comercial tremendo.

Esta tontería del déficit comercial es un retroceso a los tiempos menos iluminados de los mercantilistas del siglo XVI. Ellos sostenían que una nación nunca debe comprar mas de lo que vende a los extranjeros porque eso produciría una "balanza comercial desfavorable" que tendría que ser ajustada por medio de una salida de oro o plata.. Los mercantilistas suponían equivocadamente que el oro y la plata eran la verdadera riqueza de una nación, no los bienes y servicios. También estaban equivocados al emitir juicios de valor respecto de las actividades comerciales de otras personas. El hecho es que no puede haber nada "desfavorable" en el comercio voluntario desde el punto de vista de los individuos que realizan la transacción, de otra forma no la habrían iniciado en primer lugar.

El principio de que las dos partes se benefician del comercio puede observarse fácilmente cuando se trata de dos personas de un mismo país, de alguna manera se vuelve confuso cuando una barrera política invisible separa a las partes. Ni los mercantilistas de ayer niaquellos que arman alboroto por el déficit comercial hoy han

Esta tontería del déficit comercial es un retroceso a los tiempos

(...) de los mercantilistas del S. XVI

respondido de forma satisfactoria a esta pregunta. Dado que todas y cada una de las transacciones comerciales son "favorables" los comerciantes individuales ¿cómo es posible que estas transacciones puedan sumarse hasta llegar a algo desfavorable?

Para regresar a mi ejemplo inicial, yo obtengo un beneficio cuando le compro a J. C. Penney o no seguiría haciéndolo. La gente de J. C. Penney se beneficia también porque prefieren tener mi dinero que las cosas que me venden. Los dos salimos ganando por tener una relación comercial, y por eso ninguna de las partes se queja. Esto no sería menos cierto sí J. C. Penney fuera una compañía de Japón o Uganda.

El déficit comercial de Estados Unidos con el resto del mundo era noticia de primera plana de forma regular en 1998 porque rompió por lo menos un récord al trimestre. La depresión asiática fue una de las razones. Atormentados por sus débiles economías, los asiáticos compraban menos bienes estadounidenses. La pérdida de valor de muchas monedas asiáticas abarató los bienes de países como Japón e Indonesia aquí, donde una economía relativamente fuerte ya había aumentado la demanda estadounidense de bienes foráneos. Ninguna de las personas que participaron en las transacciones que produjeron los flujos comerciales entre Estados Unidos y los países asiáticos lo hizo porque quería salir perjudicado, y sin embargo los alarmistas del déficit comercial dicen que esos comerciantes de alguna forma lesionan al país.

En última instancia los dólares que se fueron al exterior para pagar las importaciones volverán para comprar exportaciones estadounidenses. Pero incluso sí no fuera asíen otras palabras, incluso si los bienes llegan aquí y los dólares se van para allá simplemente a rellenar colchones extranjeroslos estadounidenses, con su déficit comercial supuestamente dañino se llevarían la mejor tajada. Obtendríamos bienes como reproductoras de video y automóviles, y los extranjeros se quedarían con pedazos de panel decorados con retratos de políticos estadounidenses muertos.

Olvídese del déficit comercial. Deberíamos ocuparnos de cosas más importantes, como la próxima venta de liquidación en J. C. Penney