Año: 42, Junio 2000 No.  868

¿Cuál es la lógica de la reciprocidad?

Reciprocidad y el dumping de brócoli

Manuel F. Ayau Cordón

T an absurdo sería producir café con clima artificial –invernaderos- en Alaska como pretender producir trigo duro en los trópicos con luz artificial, o como crear condiciones económicas artificiales para hacer rentable la producción de lo que no es rentable debido a circunstancias fuera de nuestro control. No importa si esas circunstancias, inmodificables por nosotros, se deben a la naturaleza del universo o a actos de gobiernos extranjeros. Si, como dicen algunos, vamos a ser realistas y las circunstancias que confrontamos no las podemos modificar por voluntad nuestra, es irrelevante su causa: ¡son una realidad y no una teoría! Aparte es que soñemos con parar las olas del mar o cambiar el clima, o cambiar la política interna de gobiernos extranjeros, o destruir los molinos de viento.

S i, como ejemplo, el gobierno de algún país considera conveniente por razones políticas, religiosas, románticas o cualquier otra, regalar brócoli a todo el mundo, absurdo sería invertir recursos para producir brócoli y aún más absurdo, subsidiar su producción local para competir con el brócoli regalado. Lo racional sería disfrutar del brócoli subsidiado, abandonar la producción local de brócoli y usar la tierra liberada como si Dios, para ayudarnos a producir otras cosas, hubiese agregado unas cuantas hectáreas más al país. Entonces, sin sacrificar nuestro consumo de brócoli, podríamos satisfacer otras de las tantas carencias que tenemos. Y como nos lo regalan no nos tenemos que preocupar de consumir recursos para pagarlo.

L o que el país que regala el brócoli (total o en parte) estaría haciendo es poniendo un impuesto a sus ciudadanos para beneficio nuestro. Nosotros tendríamos brócoli y, además, todo lo que producimos en las áreas liberadas, con el capital y mano de obra liberada, todo lo cual se emplearía para producir otras de las tantas cosas que nos hacen falta.

A bsurdo sería obligar a nuestra gente a subsidiar nuestra producción de brócoli para compensar a nuestros propios productores para que, a su vez, puedan venderlo barato a habitantes de otros países en competencia en un mercado mundial subsidiado. ¿Acaso sería lógico o ético utilizar los recursos de un pueblo pobre, coercitivamente logrados, para competir en subsidiar a extranjeros?

N o faltaría que algún prójimo iluminado saliera con la sugerencia de que en tanto no sea rentable exportar nuestro brócoli al país que subsidia su propio brócoli, en vía de reciprocidad, nosotros tampoco dejaremos entrar el brócoli de ellos. Peor aún si viene regalado total o parcialmente. ¡Eso sería dumping! Para evitarlo podríamos establecer suficientes trabas para que solamente los que ya producen brócoli puedan tener el privilegio de importar el brócoli donado, pagando pocos impuestos y basados en una cuota que le llamaremos "contingente". Sonaría muy técnico. Entonces, los privilegiados dueños del "contingente" lo podrían vender aquí con un margen equivalente al subsidio, para que el subsidio sea sólo para ellos. El resto de importadores tendrían que pagar un impuesto prohibitivo para importarlo, para evitar la "competencia desleal" con los privilegiados dueños del "contingente". Así, en aras de la reciprocidad, no permitiremos que nuestros habitantes aprovechen el regalo de los contribuyentes del país dadivoso, quienes sin duda –alguien dirá- nos lo regalan para hacernos daño (quizás para indigestarnos). Protegeremos a nuestros productores (¿y consumidores?) de esa "invasión" de brócoli. Por último, a los que se opongan a que nos defendamos en esta guerra global los llamaremos ¡neoliberales! Lógico, ¿no?

MILTON FRIEDMAN: LIBRE COMERCIO SIN TRATADOS

Roberto Salinas León

No existe impedimento alguno para que un país comercie libremente con el resto del mundo. Una reducción unilateral de tarifas es el único requisito.

El ambiente desfavorable que vive el Tratado de Libre Comercio en la frontera del norte de América Latina, ha desatado una controversia sobre si el TLC constituye la mejor opción para México en materia de apertura comercial. Asimismo, los acuerdos paralelos han recibido fuertes críticas por parte de algunos analistas que interpretan las demandas laborales y ambientales de Estados Unidos de Norteamérica como una medida para introducir proteccionismo en el marco del TLC y para afianzar la intervención estatal directa del gobierno estadounidense en asuntos mexicanos.

Estas preocupaciones reflejan la influencia negativa de acuerdos o bloques regionales, que en vez de contribuir a una mayor liberalización, inhiben la misma. A continuación, presentamos las opiniones del miembro más destacado de esta corriente intelectual, Milton Friedman, que argumenta la viabilidad del libre comercio en ausencia de tratados regionales. Los argumentos tienen relevancia para analistas que buscan alternativas de liberalización comercial, ante la fragilidad política que viven las iniciativas comerciales de carácter regional.

Roberto Salinas León: ¿Puede explicarnos su famosa tesis de que el libre comercio no requiere de tratados de libre comercio?

Milton Friedman: Dígame, ¿qué acuerdo internacional firmó Hong Kong para convertirse en un pilar del comercio global? ¡Ninguno! Todo lo que hizo Hong Kong fue eliminar sus tarifas arancelarias al comercio exterior. No existe impedimento alguno para que un país comercie libremente con el resto del mundo. Una reducción unilateral de tarifas es el único requisito. De hecho, el caso de Chile refleja una estrategia unilateral de apertura ante la economía global, en ausencia de tratados a nivel regional. Asimismo, Argentina recién acaba de reducir la gran mayoría de sus tarifas arancelarias. Y México, en la década de los ochenta, también llevó a cabo una eliminación unilateral de barreras comerciales.

RSL: ¿Cuáles son las ventajas del libre comercio unilateral?

MF: En principio, libre comercio sin tratados internacionales implica maximizar ventajas comparativas, y por consiguiente la competitividad de países. Un tratado regional tiene la desventaja de elevar el proteccionismo a niveles regionales, por medio de la imposición de murallas arancelarias y no arancelarias. Esto está sucediendo en Europa y el problema es que distorsiona la eficiente asignación de recursos económicos escasos. Las reglas de origen, por ejemplo, son un caso sobresaliente de abrir el comercio dentro de una región, pero de inhibir el flujo e intercambio natural de los recursos a nivel mundial.

RSL: La Iniciativa para las Américas, sin embargo, está evolucionando por medio de tratados de libre comercio: Canadá y Estados Unidos, México y Chile, Mercosur, y por supuesto, el TLC en América del Norte.

MF: El factor determinante detrás de acuerdos regionales como los que menciona es fundamentalmente político: los tratados internacionales tienen la ventaja de neutralizar la oposición doméstica a la reducción de aranceles en una forma más efectiva que la reducción unilateral de barreras comerciales. Pero sería más saludable, desde el punto de vista económico, que cada país individualmente avance hacia la liberación del comercio que realiza con el resto del mundo. Estados Unidos impone hoy en día una gran estructura de cuotas y restricciones a terceros países. Esas barreras han causado un daño inmesurable, más que el supuesto apoyo prestado por medio de programas de financiamiento externo. Esto representa un pésimo ejemplo de liderazgo global; sin embargo, varias naciones están siguiendo esa misma ruta proteccionista. La iniciativa para las Américas se daría espontáneamente, sin necesidad de negociar tratados internacionales, si los gobiernos de la región abandonaran el ejemplo de Estados Unidos, y pusieran en marcha reducciones unilaterales a las barreras comerciales. No es políticamente viable, por lo menos en el corto plazo, pero económicamente, la opción unilateral es muy superior.

RSL: Dr. Friedman, en su opinión, ¿cuál es el futuro de la libertad, en sus dimensiones económicas y políticas, en la región latinoamericana?

MF: El futuro no se puede predecir a ciencia cierta, pero me parece alentador y favorable. La razón, repito, no se debe a iniciativas gubernamentales, acuerdos regionales como el TLC en América del Norte, o fenómenos similares. La razón es: el mundo ha cambiado en una forma extraordinaria. Este cambio es una demostración clara y contundente, casi como un experimento controlado desde afuera, del rotundo fracaso de los sistemas de planificación central. Asimismo, es una muestra del éxito del sistema de mercado, y el beneficio universal del libre y voluntario intercambio de bienes, de la cooperación voluntaria de los individuos. El clima de opinión determina el curso de la historia. En el largo plazo, las ideas son lo que importa más. Los intereses especiales no desaparecen y nunca desaparecerán. Pero su margen se puede reducir dependiendo del patrón de ideas vigente. El mundo ha presenciado un giro dramático en la corriente de ideas, y este giro constituye una señal confiable de optimismo para el futuro de la libertad, no sólo en América Latina, sino en todo el orbe.