Año: 44, Abril 2002 No. 890

El Dr. Joseph Keckeissen es profesor Economía Austríaca en la extensión de Quetzaltenango de la Universidad Francisco Marroquín, Guatemala. Oriundo de New York. Tuvo la oportunidad de estudiar en los Seminarios de Economía impartidos por el profesor Ludwig von Mises. El artículo que hoy publicamos fue su Discurso de Graduación a los alumnos de Quetzaltenango, en noviembre del 2001.

La Recesión mundial del año 2001

Joseph Keckeissen

Una recesión mundial amenaza y conviene que nos demos cuenta de estos acontecimientos, para apreciar como nuestra escuela de economía, la Austríaca, sobresale en su análisis de las causas y las soluciones del problema de tal recesión.

La multiplicación sin precedentes del dólar

Hablemos primero de lo que ha pasado en los Estados Unidos. Durante veinte años la política monetaria de la Reserva Federal, ha sido la de crear una cantidad inaudita de dólares, esparciendo por todo el mundo siempre mayores cantidades de esa sustancia verde y al mismo tiempo acumulando enormes déficit del gobierno que necesariamente acompañan cada nueva emisión. En la actualidad, esa proliferación ha sido posible únicamente porque en el mundo no existe ningún freno sobre la multiplicación política del circulante, como regía bajo las restricciones del patrón oro y cuando se respetaba la sabiduría de la escuela británica del circulante en el siglo XIX. El mismo Lord Keynes fue el arquitecto principal de la derrota del patrón oro.

Pero hoy en día la escuela opuesta, la Bancaria, promovida por los ambiciosos banqueros del mundo, quienes no quisieron permitir restricciones sobre sus negocios, rige con su doctrina, que aboga la multiplicación actual del circulante sin respaldo. Sería de esperar que tanta profusión de nuevo dinero incitara una subida enorme de los precios. Sin embargo, debido a que en todo el mundo hay clientes ávidos de mantener en sus carteras cantidades grandes de ese papel verde y de comprar los bonos del tesoro americano (como una inversión muy apreciada), esos dólares quedan guardados en múltiples partes del mundo y no vuelven a los Estados Unidos para causar la esperada subida de los precios.

Los economistas del mundo aplauden todo esto. De hecho, ni mencionan esa creación de dinero. Para ellos es una gran cosa. Los keynesianos y sus adeptos siguen diciendo que es papel del gobierno sostener el capitalismo en sus perpetuas debilidades, fabricando todo el circulante necesario para sostener el pleno empleo y la inversión total.

Ellos desprecian las finanzas del capitalismo y prefieren sustituir las inversiones de Wall Street por los pagarés del gobierno. Del otro lado, los "Chicago Boys", famosos en el sur de nuestro continente y al mismo tiempo, grandes defensores junto a nosotros, de la libertad, enseñan que no existe tal cosa como una exagerada emisión.

Para ellos no hay "booms", opinan que la creación de dinero nunca podría deteriorar la producción de una economía en el largo plazo, aunque sí sería posible aumentarla en el corto; además, su doctrina destaca que los problemas ocurren, no cuando se aumenta la cantidad de dinero, sino cuando se corta.

Los Neo-clásicos, otra escuela muy lejana de la nuestra, enseñan la doctrina de que todo el mundo prevé el futuro, en base a las señales nunca equivocadas del mercado, siendo todo el mundo razonable en sus expectativas. Ellos mantienen que el mercado perfectamente anticipa esta nueva liquidez y la absorbe, y por eso es imposible que suceda una recesión.

El calentamiento de la economía

Debido a esa máxima infusión de nuevo dinero, quizás la más grande en memoria, y con el mundo lleno de t-bills y papel verde, la economía de los Estados Unidos empezó a arder tanto que unas cabezas prudentes, sintiendo tanto frenesí, tenían miedo de un colapso futuro, no obstante sus doctrinas contrarias. ¿Podría durar para siempre este boom? ¿No hay límites de calentamiento de una economía? ¿Podrían las bolsas de valores subir todavía más? ¿Dow Jones más allá de 11,000, y Nasdaq muy arriba de 4,000? ¿Una cosa que sube tanto, no debería bajar?

Los miedos empezaron a nublar el ambiente y se oyeron por todos lados las voces de prudencia, hasta que finalmente, en contra de las teorías escritas en los libros, los pilotos de la economía del dólar en la Reserva Federal decidieron actuar. Trataron de frenar la economía después de un auge de diez años y enfriar un poco el calentamiento. La solución: subir las tasas de interés.

Cinco veces, entonces, durante el año 2000, el comité central subió por decreto la tasa de interés de los fondos llamados federales, empezando en junio de ese año. ¡Y más aplausos de los profesores de economía! A los Friedmanianos por supuesto no les agradan los gobiernos de hombres (esto quiere decir de los miembros del Open Market Committee de la Reserva Federal que muchas veces han tomado decisiones contradictorias y equivocadas) y siempre se oponen a anuncios públicos de cambio de política, pero al mismo tiempo, nunca le han dado importancia a la tasa de interés.

Para ellos es el dinero, la única variable importante y el nivel de precios proporcional a la cantidad de dinero; la restricción única es no reducirlo; y no les importa la tasa de interés.

Señales de recesión

Pero sucedió un evento muy raro en la historia de la intervención gubernamental. Las políticas tuvieron éxito. Después de la quinta bajada de interés, los grandes semáforos de la economía cambiaron de verde a amarillo y surgió el miedo contrario, la economía iba a enfriarse y causar desempleo, la pesadilla de los Keynesianos. El PIB empezó a bajar, el Índice de Producción Industrial también, y lo peor de todo, la bolsa se tambaleó, el Dow se sumergió por debajo de 9,000, el Nasdaq de 2,000. Y bolsas en otras partes del mundo hicieron lo mismo. ¡Graves temores de una recesión!

Y hasta las otras escuelas empezaron a perder la confianza; los monetaristas de Chicago, que predican que al aumento del dinero a lo largo no cambia nada, y los nuevos Keynesianos, que siempre han opinado que el capitalismo es necesariamente un sistema de desempleo y bajas, comenzaron a gritar por un control sobre el tren fugitivo, antes de que se arrastrara la economía hacia el caos. Cuando los índices financieros caían finalmente rumbo al suelo, dijeron que la causa no era la excesiva creación de dinero (nadie se dio cuenta de eso, y creo que ni fue mencionado en la prensa) sino que se trataba de una exhuberancia de confianza -que todo lo que sube debía caer- y que el reajuste se iba a corregir pronto.

Cambio de rumbo

Sin ninguna señal de arrepentimiento, las autoridades se consternaron, dieron una vuelta de 180 grados y trataron después de reavivar la economía. ¿Cómo? Bajar de nuevo las tasas de interés que pocas semanas antes habían subido. Durante este mismo año se decretaron, en seis diferentes ocasiones, reducciones de la tasa de interés. Además, el congreso en colaboración con el nuevo presidente Bush aprobó una gran reducción de los impuestos, medida clásica de los Keynesianos para sacar la economía de sus dolencias.

El asunto se agravó con la tragedia del 11 de septiembre cuando seis mil personas se volvieron víctimas del ataque ideado y llevado a cabo por unos musulmanes bajo el liderazgo de Bin Laden, para recordar la derrota del Islam ese mismo día en 1683 por las fuerzas cristianas y marianas.

Respondiendo a esa segunda tragedia, el gobierno corrió a aprobar la creación y desembolso de muchos millones de dólares nuevos en forma de rescate de líneas aéreas, reconstrucciones, indemnizaciones y hasta creó un nuevo Ministerio del Gobierno para proteger al ciudadano de los talibanes que parece están infestando el mundo. ¡Esta es sin duda, la política expansionista más grande en la historia del mundo!

Y los economistas del mundo siguieron aplaudiendo; se volvieron más keynesianos que nunca. Oliendo los inicios de una recesión, clamaban: ¡Que bajen más la tasa de interés! ¡Que corten todavía más los impuestos! ¡Viva el gobierno sabio que se encarga de la prosperidad de un país! ¡Viva la omnisciencia de Greenspan y sus aliados! (opiniones de las fuentes más respetables, como el Wall Street Journal acompañado por la prensa izquierdista de Nueva York y Washington).

Que los consumidores no dejen de comprar, porque son las compras las que sostienen una economía, gritando, en el verdadero espíritu keynesiano, que el consumo es el elemento estable de la economía. Que consuman más y más. Que el gobierno interfiera para llenar cada hoyo que aparezca. Le toca al gobierno impedir la baja mundial. Y todo esto con un desdén asombroso de las tradicionales protecciones de las libertades de los ciudadanos.

La teoría actual: Infinita multiplicación del dinero

Los economistas del mundo, los de la mayoría de universidades y los de la prensa, siguen con sus teorías (¡esas por supuesto, no destacamos en nuestras aulas!). Actúan como sí no existió un Ludwig Mises y un Friedrich Hayek, inmortales líderes de la escuela austriaca del siglo XX. Mises demuestra que un gran boom, como el de los años noventa, no podría ser posible si no fuera artificialmente estimulado por la prepotente creación de una inmensa cantidad de nuevo dinero fiat, en cantidades inauditas, que no provocó una hiper-inflación doméstica únicamente porque todo el resto del mundo recibió y aguardó las nuevas clonaciones del fisco de los Estados Unidos.

Fue esa creación de crédito que alimentó las grandiosas inversiones en la nueva tecnología de la época, haciendo que ese afán de invertir el nuevo dinero empujara los índices de la bolsa de valores ¡hacia nuevas alturas! Pero al fomentar tantos nuevos proyectos, no se dieron cuenta que faltaron las bases de capital previo, esenciales para hacerlos prosperar.

Esas inversiones, en su tiempo tan alabadas, eran en realidad, malas inversiones, un desgaste de capital, un retroceso de la economía, que tarde o temprano tendrían que ser eliminadas por una recesión inevitable. Nadie reconoce que no se debe aumentar la cantidad del dinero. La cantidad actual siempre es la única correcta, insistía Mises, y no se puede aumentarla sin sufrir sus consecuencias trágicas.

Mises nos enseñó que no se puede mantener un sistema monetario público divorciado de controles rígidos que impiden la multiplicación del circulante, como ha sido el sistema del patrón oro, desechado por los políticos que no aguantaron limitaciones a sus actuaciones y en su tiempo rechazado primero por Keynes y después por Friedman. No se podría crear nada con crédito que no se basara en ahorros, que requirieran el sacrificio del consumo presente. El efecto seguro de tanta proliferación tendría que ser una recesión. Inversiones así hechas son desgastes de capital. La plena recuperación del capital malgastado sería imposible.

La teoría moderna: No frena la tasa de interés

Además de permitir la continuada creación de dólares, los economistas también aplaudieron primero el freno de la subida de las tasas de interés y después, en desesperación el retroceso de las mismas. Sus explicaciones de altibajos en la economía son notoriamente ineptas y su aceptación total del intervencionismo muy notoria. Aprobaron el fix de parte del Señor Greenspan, primero en frenar la economía con la subida de la tasa de los fondos federales& y verdaderamente Greenspan tuvo éxito en ese ejercicio de enfriamiento, y después aplaudieron de nuevo el retroceso, la baja de las mismas. Fue ignorada totalmente la doctrina de Hayek sobre la importancia y la función de las tasas de interés.

Es la tasa de interés, la fijada por los participantes en el mercado, y no la arbitrariamente decretada por los banqueros centrales, la que cumple una función esencial en la asignación de capital.

Hayek, siguiendo a Böhm Bawerk y Mises, nos enseñó que cuando la comunidad ahorra mucho, esto quiere decir que se corta el monto del consumo, la tasa de interés se reduce, y los empresarios reconociendo esa señal, cambian su mirada hacia el futuro. Dejan de producir los bienes de consumo de hoy, y empiezan a invertir en proyectos remotos que sirven para expandir la creatividad de la economía y proveer abundantes bienes de consumo en un momento futuro.

Son dos distintas clases de inversiones, las que aumentan la provisión de bienes de consumo en la actualidad, y las que aumentan la capacidad de la economía de proveer bienes de consumo en el futuro. Las tasas de mercado bajas fomentan la producción de bienes de consumo en el futuro, las altas fomentan la producción de bienes de consumo en la actualidad. La tasa de interés, la natural, tiene esa función clarísima, y no debe ser sujeta a improvisaciones de los políticos.

El progreso de una economía depende tanto del pueblo que ahorra, como de la política del gobierno, en la medida que no destruya esos ahorros. Si un pueblo quiere avanzar, es absolutamente necesario crear ahorros, por medio de consumir menos, y así la tasa de interés baja, permitiendo las inversiones remotas, que son las únicas que expanden la capacidad de la economía de producir más bienes.

Para los economistas del mainstream, la tasa de interés y las inversiones no cuentan. Los Keynesianos quieren eliminar totalmente el obstáculo del interés. También los inversionistas, quieren hacer inversiones automáticas, sin la necesidad de ahorrar o tomar riesgos. Los Friedmanianos mezclan inversión junto con el consumo en lo que llaman producción.

A ellos sólo les interesa el nivel de precios. Creen en el mercado, aún cuando tiene que contraponerse a las extravagancias de un Banco Central. Los neo-clásicos adoran el mercado y las expectativas que fomenta, que siempre son razonables, y consideran cabales las inversiones que promueve, ¡hasta cuando un diluvio de dinero manufacturado altera los precios y se adultera la tasa de interés once veces!

La economía austriaca, al contrario, es una economía de inversiones a largo plazo. Destacamos la distinción importante entre inversión remota (fomentada por la baja tasa de interés) e inversión que únicamente provee más bienes de consumo ahora. Para nosotros austriacos, las dos banderas son: no permitir la creación política de dinero, la parte negativa, y, la parte positiva, fomentar los ahorros respetando las señales de una tasa de interés libre. El progreso exige inversión a largo plazo, no cualquier inversión. Nos interesan, no un, así llamado, nivel de precios, sino el estado de los precios relativos, entre los cercanos del consumo y los lejanos del mismo. Estas convicciones quedan muy remotas para los keynesianos, los Chicago-Boys y los neo-clásicos, que forman el mainstream del pensamiento de hoy. Lástima que nuestra voz, portadora de la verdad es desconocida hoy en día, y que la economía del mundo depende de ideas y decisiones tan equivocadas como las que ahora vemos...

Ojalá que en todo el mundo, la sabiduría de Mises y Hayek sea reconocida. Es nuestra misión adelantar ese reconocimiento.