Año XLV Septiembre de 2005 No. 932

Nota del Editor:  Maestría en Psicología por la Boston University y Doctorado de la Unam. Experto en reclutamiento y selección de ejecutivos para puestos de alto mando. Oficial condecorado de la Marina de los EUA.
Ha impartido más de 300 cursos y conferencias sobre liderazgo, presentaciones exitosas, psicología de las ventas y Cómo leer y aprender. Autor de varios libros entre ellos Liderazgo auténtico.
Publicado con Autorización

Los Vicios de la Educación

      ¿Qué ha pasado con nuestro sistema educativo? ¿Por qué obtuvimos los últimos lugares en la evaluación realizada por la UNESCO? En el presente análisis trataremos de dar respuesta a éstas y otras interrogantes sobre los problemas que nos han llevado a una crisis educativa nacional.

EL OBSOLETO Y ANACRÓNICO DICTADO

      Abundan los profesores que se pasan las horas de clase o escribiendo en el pizarrón o dictando en voz alta, obligando a los estudiantes a copiar todo en sus cuadernos, metodología anticuada que constituye una pérdida absoluta de tiempo. Si de verdad esos apuntes fueran tan maravillosos, que nunca lo son, el maestro debería distribuir copias.

      Por desgracia, esa costumbre no es cosa de unos cuantos excéntricos, sino una norma generalizada, una sagrada tradición magisterial que se ha transmitido tal cual de una generación a otra.

      Y los libros, ¿por qué no se utilizan? Porque, según esos maestros, no existe ningún texto que contenga tan valiosa y maravillosa información como sus amarillentas y melladas hojas. ¿Cuál es la solución? Obviamente, más discusión y menos transmisión, más libros y menos apuntes, más enseñanza y menos dictado.

EXIGIR MEMORIZAR SIN RAZONAR

      Otra falla es la aplicación ciega de la memorización, tanto por profesores que la exigen como por estudiantes que la practican. Si el maestro pide que el alumno recite intacta la información proporcionada, éste último procurará cumplir al pie de la letra con tal exigencia, metodología que ha convertido a niños pensantes en pericos parlantes.

      Al visitar diversas escuelas oficiales antes del comienzo de clases, observamos como nuestros niños repiten de memoria la lección cotidiana a sus compañeros, quienes al escuchar, procuran corregir la menor desviación de las sagradas palabras originales, que deben repetirse exactamente como fueron dictadas.

      Antes de que la memoria desplace al raciocinio, habrá que rescatar este último y darle su merecida importancia; nada fácil después de tantos años de abandono.

EVALUACIÓN INJUSTA

      Otra falla común es la calificación distorsionada del rendimiento escolar, la que, debido a que los alumnos recurren a la copia exagerada durante los exámenes, recompensa a los mañosos a la vez que resta valor al esfuerzo de los aplicados. Tales calificaciones injustas y falsas, premian a quienes no lo merecen, enseñándoles a todos que más vale maña que macheteo.

       Una vigilancia estricta y absoluta durante los exámenes, garantizará que nadie que no haya estudiado pueda aprobar (ni siquiera de panzazo) lo que confirmará que para aprobar, habrá que aplicarse. ¿Es dura dicha solución? Tan dura como la vida misma, la que castiga la flojera y truena a los flojos.

EL TEMOR A TRONAR

      Tan generalizada es la resistencia magisterial a reprobar a sus alumnos que se ha convertido en una política general educativa, dando como resultado que a final del año casi todos reciban su pase de acreditación, sea cual sea su rendimiento escolar.

      Esa resistencia a reprobar nace de la presión continua del exceso de población, que obliga a promover a casi todos los niños de primer año para dejar lugar a los nuevos alumnos que solicitan la entrada. Si los maestros de primero llegaran a reprobar a muchos alumnos, no habría lugares para los de nuevo ingreso, lo que provocaría una fila interminable. Esta política errónea propicia una reacción en cadena para todos los años de primaria.

      Son bien conocidas las consecuencias de dicha política: muchachos de secundaria que no saben leer ni calcular, jóvenes de preparatoria que no pueden distinguir entre un verbo y un adjetivo y, peor todavía, un gran número de universitarios que aún cuando saben leer, no lo hacen o lo hacen de manera errónea.

      ¿Qué clase de profesionales genera este sistema educativo? Aunque por fortuna, hay algunos excelentes, un buen porcentaje son mediocres o malos, es decir, ingenieros cuyos puentes se caen, médicos cuyos pacientes nunca se curan, psicólogos que enloquecen a sus clientes y otros más por el mismo estilo.

      La solución es obvia: hay que mejorar la calidad de la enseñanza primaria para que todos los que pasan año realmente merezcan tal ascenso. Los primeros seis años son el fundamento de todo el proceso educativo, por lo que debemos darles su debida importancia, sin ceder a presiones políticas.

NO TODOS NACIMOS PARA EL ESTUDIO 

El niño que para finales de sexto ha demostrado una notoria falta de aplicación, interés o inteligencia, debería ser enviado a una escuela técnica o comercial, donde podría aprender un oficio que le permitiría ganarse la vida honradamente, que no tiene nada de malo, pues tanta necesidad tenemos de técnicos como de ingenieros.

REFORZAMIENTO DE CONDUCTASNEGATIVAS

      Un principio psicológico básico afirma que toda conducta reforzada tiende a repetirse. Aplicado al ámbito académico, esta regla significa que al premiar la pereza y la maña, estamos reforzando conductas y actitudes negativas.

       Al reforzarse dichas conductas negativas, se vuelven más frecuentes y comunes. Cuando los aplicados ven que los perezosos y mañosos pasan año sin estudiar, pierden su motivación e imitan las conductas negativas. Así como algunas manzanas podridas echan a perder todas las demás, unos cuantos ineptos contaminan a todo el salón.

      Fácil de decir, difícil de realizar, pero la solución consiste en sancionar (o al menos dejar de premiar) a todos aquellos malos estudiantes que pretenden aprobar sin realizar ningún esfuerzo. El maestro tendrá que endurecer su corazón y reconocer que cada vez que aprueba a alguien que no lo merece, está reforzando una conducta maladaptiva que en él, le perjudicará por el resto de su vida.

AULAS SOBRESATURADAS

      Debido a la expansión irrefrenable de la población, la mayor parte del gasto educativo se dedica a construir nuevas aulas (enfatizando cantidad en vez de calidad), y aun así no se satisface la demanda, lo que conduce a la saturación de los salones.

       Ante el número exagerado de alumnos (50, 60 o más alumnos en un mismo salón), muchos maestros están obligados a dedicar la mayor parte de su tiempo a problemas de disciplina, convirtiéndose en prefectos.

       Como resultado, los jóvenes llegan a percibir al mentor como enemigo. Una vez establecida la asociación maestro-enemigo en la mente del educando, su progreso académico estará frenado para siempre. El joven que por exceso de disciplina rechaza a su maestro, rechazará todo lo que éste le ofrece.

       Además, un número excesivo de alumnos en el mismo salón contribuye a bajar el aprovechamiento de todos. Urge establecer por reglamento oficial, que en ningún salón se incorporen más de 40 alumnos, ya que cualquier número en exceso de este tope funcionará para bajar el rendimiento del grupo a la vez que limita la eficiencia y eficacia del profesor.

EDUCACIÓN POLITIZADA

      De la sindicalización de los maestros, ha surgido la politización de la educación, dando como resultado una racha de huelgas y ausencias que dejan a los niños sin clases durante gran parte del año escolar, que se hace cada vez más corto y menos productivo.

      Claro que el maestro tiene derecho de luchar por su bienestar material, pero no a costa de sus alumnos. Ningún médico ético haría huelgas que pusieran en peligro la salud de sus pacientes. La huelga es el último recurso que debería usarse con cautela sin perjudicar a la nación.

      En años recientes hemos visto un abuso magisterial del derecho de huelga, a tal grado que el paro anual magisterial ya se espera (con pavor) con la llegada de cada primavera.

      Deben de haber métodos menos drásticos que puedan lograr resultados similares. O tal vez esto no sea el propósito, quizá ciertos líderes sindicales ambiciosos utilicen estas manifestaciones para cimentar su poder.

      A esto tenemos que agregar los paros estudiantiles, que han causado daños irreparables, sin proporcionar ningún beneficio al alumnado serio, quien, por el contrario, ha perdido valioso tiempo de su vida académica, para que, unos cuantos líderes satisfagan sus ambiciones políticas.

EL MITO DE LA EDUCACIÓN PRIVADA

      Debido a las múltiples fallas de las escuelas oficiales, muchos padres de familia (a un costo exorbitante) optan por enviar a sus hijos a escuelas particulares, las cuales tienen fama de ser mejores que las primeras, aunque muy a menudo la diferencia resulta ser mínima o insignificante. Escuelas donde los niños con posibilidades económicas consiguen una preparación, si no mejor, al menos diferente.

      Esta separación académica genera dos tipos de profesionales: unos prestigiados, para quienes se abren todas las puertas laborales y otros discriminados, para quienes la entrada al mundo laboral se ha vuelto cada vez más difícil,

      Es bien sabido, por ejemplo, que al reclutar jóvenes ejecutivos, las empresas transnacionales dan preferencias a los graduados de las escuelas privadas, perpetuando así un sistema de selección elitista y discriminatorio.

      ¿Cuáles son las fallas del sistema privado? A grosso modo, son las mismas señaladas en el sector estatal, con la adición de unas cuantas más que son propias de él, tales como la actitud absurda de muchos padres quienes, a cambio de los pagos que dan, exigen que sus hijos pasen año.

       Aunque es cierto que existen unas cuantas escuelas privadas que gozan de un nivel educativo altísimo y envidiable, éstas excepciones no reflejan la mediocre calidad de la mayoría, las que a la postre resultan iguales o sólo ligeramente mejores que las estatales.

       En su mayoría, las escuelas privadas no son tan buenas como pretenden parecer, prueba de ello es que muchos estudiantes examinados y reprobados en la evaluación internacional, fueron seleccionados de estas últimas, demostrando que toda la gama educativa es deficiente.

LA POLITIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN INDÍGENA

       A propósito de la educación indígena, existe una controversia entre dos teorías opuestas: educación monolingüe (español) o bilingüe (lengua autóctona y nacional). Si de por sí el promedio nacional educativo es bajo, en las zonas rurales resulta peor, ya que la calidad magisterial disminuye en esas partes.

       El término educación bilingüe da a entender que la enseñanza, estaría igualmente distribuida entre los dos idiomas, el materno y el nuevo, lo que en realidad raramente ocurre, ya que la tendencia natural es buscar el camino más fácil en todo.

       Cuando  la lengua autóctona resulta ser la materna del maestro y del alumno, es lógico que ésta mantenga un constante dominio sobre el español, convirtiéndose en la preferida del maestro, para quien todo se vuelve más fácil al comunicarse con el idioma de ambas partes.

       Pero en apoyo a la educación monolingüe, podemos decir que se fundamenta en la teoría del aprendizaje, que afirma que los idiomas se aprenden con más facilidad en la niñez que en otra etapa, ya que la mente infantil es más receptiva a ellos, y que además, se aprenden mejor de modo natural que académico, hablando y escuchándolos.

      Aunque sin lugar a dudas, sería estresante para el niño indígena iniciar su educación formal en español, de ninguna manera sería traumante, ya que a la larga sería mucho más provechoso. Además el niño indígena es tan inteligente como cualquier otro y por ende, capaz de superar ese obstáculo.

      Si se optara por la teoría bilingüe, impartiendo las materias en ambos idiomas el resultado será mediocre, ya que el joven maestro, desesperado por no poder hacerse entender en español, acudiría constantemente al idioma materno, privando a los niños indígenas del único medio seguro (el idioma español) para poder superarse y aculturarse.

      Aunque parece extraño, gran parte de nuestros indígenas ya no radican en las comunidades de Chiapas o Oaxaca, sino en las grandes urbes nacionales, donde viven y trabajan como cualquier ciudadano, pasando desapercibidos entre las multitudes.

      A diferencia de sus paisanos del campo, esos indígenas citadinos no se visten de traje nacional ni practican los usos y costumbres de sus respectivos grupos regionales. Aunque entre sí algunos hablan su idioma autóctono, en la vida social y laboral se comunican en español.
      Estos son los indígenas aculturados, cuyo número va en aumento cada día, alimentado por un flujo continuo de jóvenes inquietos que migran del campo para trabajar en la ciudad, las mujeres como sirvientas o vendedoras ambulantes y los hombres como obreros o jardineros.

      Aunque la primera generación de indígenas aculturados sufre las privaciones y discriminaciones que corresponden a todo emigrante, la segunda y, sobre todo, la tercera gozan de un nivel de vida superior a sus parientes tímidos o tradicionales que optaron por quedarse en el campo.

      Muy a menudo los de la tercera generación ya no hablan la lengua autóctona ni practican las costumbres de su familia, al grado de que algunos asisten a las universidades donde estudian carreras profesionales.

      Pocos jóvenes indígenas inteligentes y ambiciosos piensan pasar el resto de su vida en la comunidad donde nacieron. Al contrario, muchos buscarán una vida mejor en las ciudades, por lo que debemos favorecer la educación monolingüe. Sólo así podrá liberarse la nueva generación indígena de esas pintorescas pero atrasadas costumbres que le atan al pasado y le mantienen en la miseria y la marginación.

      ¿Quiénes son los que pretenden retener al indígena en su lugar de origen? Son líderes mestizos para quienes el problema indígena se ha convertido en una causa célebre o sagrada. No se trata de caciques explotadores sino de nuevos redentores auto-nombrados que pretenden ayudar al indígena anclándolo - a fuerza- a la tierra y al pasado.
      Últimamente ha surgido un gran número de esos activistas sociales que so pretexto de ayudar al indígena, buscan poder sobre él. A diferencia de lo que opinan tales líderes, el indígena tiene y siempre ha tenido dos opciones: o quedarse donde está o salir en busca de una vida mejor. Los activistas mestizos actúan como si sólo hubiera una alternativa, abogando a favor de una lealtad ciega a los usos y costumbres.

            Ubiquémonos en la realidad. La mayoría de los indígenas ya dejaron atrás la vida ancestral, aprovechado las oportunidades disponibles y superándose de acuerdo con sus propias ambiciones y habilidades.

      Al negarle al niño indígena la oportunidad no sólo de hablar el español, sino de dominarlo (mediante una educación monolingüe), lo estamos condenando a una marginación perpetua y absoluta.

      Comparemos el español con otro idioma que se enseña en la escuela, el inglés. En muchas escuelas de nuestro país se enseña el inglés como segundo idioma. ¿Cuántos estudiantes aprenden bien este idioma? Muy pocos, quizá el uno por ciento. ¿Por qué nuestros jóvenes no aprenden mejor el inglés? Porque pasada la etapa infantil, cuando la mente esta abierta y receptiva a tal aprendizaje, el proceso se vuelve tan laborioso y tedioso, tanto que el típico alumno lo rechaza como algo incomprensible.

       Lo mismo ocurre en las comunidades indígenas donde se imparte una educación supuestamente bilingüe. El niño autóctono reacciona como el joven de la ciudad ante el inglés. Si realmente se trata de aprender el español, el indígena necesita iniciar su aprendizaje desde temprana edad y de manera no ambigua, mediante una educación ciento por ciento en español,

CONCLUSIÓN

      Por lo regular, nuestras expectativas magisteriales suelen ser mediocres. Si esperamos poco de los alumnos, eso recibiremos de ellos. Como canta el abad, así responde el sacristán. Si queremos que el atleta salte más alto, habrá que subir la barra. Para que el estudiante sobresalga, habrá que exigir más de él.

      Al elevar nuestras expectativas, sin duda conseguiremos mejores resultados. Quien pide más, más obtendrá.